Cada día somos más los descontentos, con un
régimen corrupto y manipulador. Con un Gobierno que se propone imponerse de por
vida, que no oculta su voluntad por reducirnos a la condición de rebaño, sin
posibilidad de opinar, disentir o decidir nuestro futuro.
Su intención es callarnos a todos, en fila,
recogiendo lo que podamos conseguir para comer, regresando temprano a casa y
encerrándonos, tratando de garantizar la vida.
Aceptando que adoctrinen a los niños, que no
podamos viajar, que no tengamos dinero para importar, ni repuestos para
arreglar los vehículos.
Una realidad sin insumos en los hospitales,
sin medicinas para curarnos, total una gran mayoría de los enfermos fallece y
así ya no protestan.
Aquí estaremos viendo cómo se enriquecen los
del Gobierno, como hacen negocios los enchufados, como disfrutan las infantas y
como continúan regalando nuestros recursos.
Vivimos en un país irreal, sin producción,
endeudado, sin posibilidades fuera del PSUVE, sin leyes, sin democracia, sin
libertad, sin otro color que el rojo, sin esperanzas ni futuro.
Esto no puede llamarse una País, somos más
bien un territorio donde se implementa un proyecto que no corresponde con los
intereses de sus habitantes.
Este es un territorio que se deja gobernar por los cónsules de la Habana, con
dirigentes contentos, celebrando con fanfarria militar, porque aquí mandan los
Castro.
Ondea la bandera extranjera de una estrella,
en el suelo de la patria, ministros, gobernadores, presidentes de los poderes
del Estado, viajan a la Habana a recibir líneas. Para terminar después de la
masacre de estudiantes ordenada desde la Habana, con un Ministerio del Poder
Popular para la Defensa, solo “popular” en Cuba.
La decepción es grande, por las promesas
incumplidas y por la traición a la patria. Es grande también a causa de los
políticos, por lo lejos que se encuentran del deber de interpretar a un pueblo
martirizado.
En Venezuela existe un sentimiento de rechazo
del que se encuentra desasistido, por un lado unos funcionarios divorciados de
su pueblo y por el otro, una dirigencia opositora luchando con las uñas,
abandonada, con poco respaldo político. Cuentan los que tienen estructuras,
cargos de representación, porcentajes en las encuestas, seguimos analizando la
realidad desde nuestra miopía. Repitiendo los mismos errores.
Las intenciones inconfesables de unos,
irrumpen contra la buena voluntad de los otros, confunden, desorientan,
despiertan desconfianza dentro de la ciudadanía.
No es clara la intención de ciertos sectores, parecen obedecer a intereses de
grupos o personas, al final alejan a la oposición de la posibilidad de
convertirse en una verdadera alternativa.
En estas condiciones no hay salida posible, es
necesario establecer un nuevo pacto unitario, incluyente de todas las formas de
disidencia.
Una nueva unidad que al lado de los partidos
políticos, la opinión pública, de los programas, de las declaraciones de
principios, de la gestión internacional, de los expertos, incluya también al
ciudadano cansado de lo que está viviendo, ese pueblo representado en la calle,
en la resistencia, en el movimiento estudiantil, en la disidencia chavista.
El dialogo tiene y debe comenzar entre
nosotros, la propuestas deben ser en conjunto, sin imposiciones de fuerza, sin
repetir conductas chavistas que distorsionan la razón de nuestra batalla.
Si no prevemos la forma de coordinarnos, si
no implementamos mecanismos de participación, seremos desbordados por la masa
de descontentos que no para de crecer. Ese pueblo que dejará de creer en esta
opción y abrazará, a causa de la desesperación, salidas violentas y
probablemente erradas.
Nos encontramos frente a un pueblo cansado de
esperar y convencido que con el tiempo se le va la vida.
No es difícil encontrar objetivos comunes, de
ellos se decantaran metas posibles y aceptadas por todos. De allí solo nos
queda la voluntad para que podemos implementar un programa común de acción.
Tendremos también que abandonar los aspectos
negativos de la política partidista, tales como el “grupalismo”, el ventajismo,
la fuerza representada en las mayorías accidentales, en los cargos y en los
recursos. Deberemos también ser mejores personas, adoptar la sinceridad, el
juego limpio, dejando de lado el empirismo, el reconcomio, el abuso y el
resentimiento.
En realidad este Nación tiene hijos preparados,
que con poder o sin él, serán los llamados a su reconstrucción, cada quien
aportando desde la función idónea, para la cual cuenta con su experticia y su
experiencia.
Sera el momento de enterrar la improvisación,
que nos lleva a la mediocridad, por no estar en el lugar adecuado. Sera el
momento de dejar de lado la soberbia, el creernos indispensables porque
controlamos una maquinaria o tenemos el padrino oportuno.
Hoy es el momento de la autocrítica,
comenzando por los chavistas, “Ni Nis”, indiferentes y todos aquellos “rodilla
en tierra” arrepentidos. Siguiendo con la oposición que debe, de una vez por
todas, dejar de ser excluyente.
La gente que está en la calle, la comunidad
que está en silencio en sus casas por que no se atreve a denunciar su sufrimiento,
es la misma que vota. No tener esto en cuenta nos costaría caro en apoyo
popular, la unidad será fuerte cuando cada ciudadano se siente representado,
cuando existan mecanismos donde poder expresarse y que las opiniones sean
tomadas en cuenta.
Estos son tiempos de encuentro entre los
distintos, de respeto de las opiniones diferentes, de buscar profesionales
preparados, de consultar, de escuchar, de unificar propuestas, de trascender
las circunstancias… de demostrar que somos de verdad demócratas.
El discurso no puede seguir siendo diferente
a la acción, solo de esa evidencia surgirá un verdadero movimiento unitario,
dispuesto a todo, solidario, sincero, decidido y victorioso
Nelson
Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
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