Iniciamos el
articulo con una conclusión parcial anticipada: es de obviedad manifiesta que
en la actualidad la economía venezolana requiere (nuevamente) de un plan de
ajuste medular (PAM) en aras de corregir los desequilibrios macroeconómicos,
como una purga que facilite cara al futuro un sano y sostenido crecimiento
económico. El PAM ha de entenderse como un conjunto de medidas de política
económica (estrategia para procurar el crecimiento económico) emanadas de un
previo análisis profundo en el campo de la economía política (táctica traducida
en teoría), a la luz de alcanzar distintas finalidades tales como: (1) control
de la inflación, (2) reducción del tamaño del Estado, (3) disminución del gasto
público, (4) control del déficit fiscal, (5) elevación del ingreso nacional,
(6) estímulo a la inversión nacional y extranjera directa, (7) disminución de
la deuda pública; y en general la creación de un ambiente de confianza para
apuntalar el desenvolvimiento económico en procura del bienestar social.
En tal sentido, un
PAM debe integrar tanto medidas estabilizadoras para controlar la demanda como
medidas estructurales para afectar positivamente la oferta. En el primer caso
(medidas estabilizadoras) se actúa para, principalmente, corregir un déficit
fiscal (más gastos que ingresos) que propicia un desequilibrio oferta-demanda
de bienes y servicios (con impacto en la elevación de los precios), razón por
la cual ha de aplicarse (según la ortodoxia) una drástica reducción de la
demanda para ajustar el consumo interno a la capacidad de producción del país.
Nos permitimos un alto reflexivo: para el caso venezolano, aun siendo necesario
este tipo de ajuste, es prácticamente imposible aplicarlo en el presente habida
cuenta que el aparato productivo nacional apenas aporta menos de un 40% de la
oferta global.
Continuamos. La
pretensión de reducir la demanda, es canalizada básicamente mediante
instrumentos de política monetaria para restringir la oferta monetaria,
incluida muy especialmente la emisión de dinero inorgánico; e igualmente
instrumentos de política fiscal en aras de reducir el gasto público, como una
estrategia para, no solo contraer la demanda, sino para reducir las
importaciones en función de generar excedentes en divisas. Nos permitimos otro
alto reflexivo. En la Venezuela actual, aplicar esta política reviste una gran
dificultad cuando más del 65% del presupuesto nacional se destina a gastos
sociales (principalmente Misiones) y al propio tiempo las importaciones
(mayoría del sector público) representan cerca del 60% de la oferta global
nacional. Continuamos. De igual modo, por el lado de los ingresos pudieren
intentarse reformas al sistema impositivo ( actualmente en nuestro país la
carga fiscal absorbe cerca del 50% de las ganancias empresariales) como por
ejemplo elevar el impuesto sobre la renta a los que más ganan y aplicar un
impuesto al consumo suntuario; acciones de poca importancia en la recaudación
al corto plazo, circunstancia que puede motivar introducir otras herramientas
tales como un aumento del IVA, un impuesto al débito bancario, un impuesto a
las transacciones financieras, u otros similares. Otra reflexión.
En el marco del
facilismo planificador venezolano, permanentemente emerge la tentación de
sincerar (aumentar) el precio de la gasolina como un recurso fiscal (de poca
cuantificación ante la ineficiencia del
elevado gasto público), acción que en estos momentos nos resulta improcedente e
inoportuna ante la cercanía de aplicarse un paquete de medidas económicas.
Continuamos. En el
segundo caso (medidas estructurales) se aplican políticas para incentivar un
aumento en la capacidad de producción como alternativa para alcanzar al mediano
plazo un crecimiento económico permanente y sustentable; para lo cual la
ortodoxia recomienda una disminución de la presencia del Estado (como
empresario y controlador) en aras de liberar la economía de la influencia
político-partidista e ideológica, al punto de darle abierta participación a la
iniciativa privada. Tal escenario exige como requisito primario la adopción de
un tipo de cambio único que fluctué entre bandas; al propio tiempo se hace
obligante corregir la sobrevaluación de la moneda lo cual implica devaluar como
mecanismo (no fiscal) para inducir que el sistema de precios internos se
aproxime al del mercado mundial; todo ello en el marco de un afinado plan
contra la inflación.
Otra reflexión.
Cualquier PAM que se pretenda aplicar en Venezuela, está condicionado en su
éxito (o fracaso) al comportamiento de la inflación como requisito para
estabilizar la tasa de cambio y así poder flexibilizar el control de cambio,
con efecto multiplicador sobre la inversión nacional y extranjera en conjunción
con una disminución de la presión para la obtención especulativa de divisas, al
igual que para mantener la competitividad de nuestras exportaciones no
petroleras (si las hubiere); hasta potencialmente propiciar una variación en la
percepción negativa sobre la futura estabilidad económica y política del país.
La situación actual
de Venezuela, marcada por la presencia de desequilibrios económicos recurrentes
así como por la profundización del rentismo, nos refleja que toda iniciativa de
un plan de ajuste (o sacudón) ha de
considerar prioritariamente una unificación cambiaria, en el entendido que la
variable económica clave para condicionar el comportamiento de la tasa de
cambio es la inflación interna, lo cual
siempre inducirá, para su control, la aplicación de la perversa devaluación en
aras de solventar la sobrevaluación de nuestro signo monetario; todo lo cual
puede conducirnos a una recesión económica al inicio del plan en razón al
conflicto que se suscita entre el control de la inflación y el crecimiento
económico, con el consecuente costo social y político.
A pesar de ello, no
debe prolongarse el tiempo para la toma de decisiones escudándose temporalmente
en medidas (improvisadas o no) económicamente populistas. Una acción tardía
hará más difícil corregir los desequilibrios que dificultan el crecimiento
económico; situación donde se debe prestar especial atención al malestar social
teniendo el debido cuidado de no subestimar la condición explosiva del
consumidor venezolano en momentos de angustia.
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jagp611
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