"Ese control de Chávez no impidió el caos sino lo multiplicó para poder reinar..."
FRAG-MEN-TA-CIÓN
Hasta
el año pasado el lamento colectivo, sobre todo en las fuerzas democráticas, era
que Chávez había dividido el país en dos mitades irreconciliables. Luego,
especialmente en lo que va de 2014, al lamento anterior se ha sumado otro tanto
en el chavismo como en la oposición: estamos divididos. Los rojos conocen hoy
los amargores del enfrentamiento y sus oponentes también; se dice que los
primeros están divididos entre los de izquierda y los de la derecha endógena
(según la versión de los marxistas de oído) o entre los zurdos
"trasnochados" y los "pragmáticos (según la versión que ha
puesto a circular la boliburguesía con Maduro al frente) En el campo opositor
la polaridad pareciera darse entre los voceros de la MUD y Capriles, por una
parte, y los promotores de "La Salida", las organizaciones de la
sociedad civil y la mayoría de los partidos, por la otra. Se da por sentado que
el chavismo está escindido y la oposición también. Dos por cada lado.
Tal
visión yerra por superficial. En realidad no hay dos por cada lado sino muchos
de cada lado, con tendencia a multiplicarse. Los partidos políticos están, a su
vez, fragmentados; apenas sube la temperatura ambiental las agrupaciones más
sólidas desatan sus querellas.
EL
CHAVISMO FRACCIONADO.
El
chavismo ha estado fraccionado aun en vida de Chávez. Fue su poderoso
liderazgo, el que tenía los votos para ganar o aparentar que ganaba, al lado
del grifo petrolero y a una audacia descomunal, lo que permitió pegar civiles y
militares, derecha e izquierda, mafiosos y pueblo llano, así como boliburgueses
y burgueses de la vieja historia. Ese control de Chávez no impidió el caos sino
lo multiplicó para poder reinar. No era cierto que el movimiento chavista estaba
unido sino sometido a una jefatura poderosa que impedía la mínima discusión
entre los enfrentados. Una vez desaparecido el dueño de ese movimiento, las
tenues manifestaciones de disidencia se convirtieron en inmenso relajo que hace
poco estalló.
El
caso de la Fuerza Armada es ejemplo útil. La idea de que Chávez había logrado
una unificación de la institución militar alrededor de su liderazgo es una
ficción. Lo que ha ocurrido es que la institución fue dominada, y corroída en
sus principios de obediencia, jerarquía y en su misión esencial de defensa
nacional. La FAN no es monolítica, ni siquiera tienes dos bandos, sino
múltiples; unos provienen de la tradición institucional, otros de la reciente
partidización chavista, algunos de la Milicia, también concurre el de
suboficiales convertidos en oficiales; de los que participan en la
administración pública, y el de los que solo están en los cuarteles, sin dejar
de considerar el bando cubano. La FAN es tan caótica como el resto.
La
disgregación es el signo dominante en todas las fracciones del chavismo que, en
ausencia del Jefe, comienzan a estallar sin remedio y sin recato, solo
limitadas en la medida en que Maduro mantenga el residuo de poder coercitivo
que se le deshace entre sus torpes manos.
LA
OPOSICIÓN.
En
la oposición ocurre otro tanto. No hay ni hubo unidad en general. Ha habido
momentos unitarios; causas unitarias; pero no ha habido unidad de fondo y de
principios.
En
los primeros años del régimen de Chávez la dirección opositora fue compartida por
la CTV, Fedecámaras, diversas ONG, personalidades independientes, medios de
comunicación y partidos políticos. Se compartía el objetivo común, ahora
generador de arrepentimientos: "¡Chávez, vete ya!" Ese objetivo se
logró y fracasó en abril de 2002. A partir de allí hubo búsquedas disímiles y
otra vez se construyó la unidad en torno a las elecciones y exclusivamente en
torno a ellas. El momento de mayor unidad opositora, aunque hoy se tenga como
pecado mortal por unos cuantos, fue con ocasión de la abstención de 2005: los
partidos, organizaciones de la sociedad civil y la mayoría ciudadana se unió en
lo que se vio como un momento excepcional; se abstuvo 83% de los votantes.
Más
adelante se construyó un mecanismo unitario en torno a las elecciones y cumplió
parcialmente su objetivo, con victorias y derrotas. Sin embargo, el objetivo
electoral fue la amalgama entre los grupos, dada la inexistencia de liderazgos
sólidos y permanentes; pero en el seno de los formalmente unidos la pugna fue
brutal no sólo entre los partidos y grupos, sino dentro de cada uno de ellos,
entre las direcciones y los dirigentes medios, entre dirigentes que han
confiscado sus organizaciones y las corrientes internas que pugnan por
expresarse.
No
son divergencias democráticas de una sociedad plural sino la disgregación por
personalismos, debido a la fragmentación de los estamentos sociales. Por eso
resulta hasta cómico que unos egos burocráticos ataquen a presuntos egos que no
se someten a sus designios.
CAUSAS.
No
son razones exclusivamente venezolanas, producto de la coyuntura. Es la época.
Tomemos el ejemplo de la CTV. Durante mucho tiempo fue la organización más
representativa de los trabajadores porque éstos tenían una cierta homogeneidad
en su función social, en la inserción en la producción, en sus aspiraciones y
principios. En la medida en que la fuerza laboral se hizo más compleja se
disgregó: no es lo mismo el trabajador en el campo de la ciencia y la
tecnología, que el empleado de comercio, que el que atiende sofisticados
servicios bancarios o de comunicaciones. Ya no hay una organización que pueda
representarlos a todos porque se han hecho muy heterogéneos. Así ocurre en
todas las áreas. Los partidos ya no son el mecanismo de organización y
comunicación que fueron hace 50 años. Los partidos tienen una función, pero ya
no son las herramientas primordiales y menos únicas para organizarse y
comunicarse.
Cuando
el tiempo es de fragmentación, disolución, radicalidad en las diferencias,
diversidad extrema en las ideas, lo que sostiene a las sociedades son los
principios de sus ciudadanos y sólidas instituciones con normas y valores
reconocidos por la sociedad. En Venezuela, a la disgregación común al tiempo
que se vive se le une una institucionalidad hecha ruinas a manos de unos
facinerosos incapaces de construir una institucionalidad alterna o superior que
permita unificarse en medio del caos. En el país la libertad, la propiedad
privada, la solidaridad, no son principios ciudadanos comunes capaces de
unificar en una sociedad fragmentada.
Al
imponerse la fragmentación no es verosímil la existencia de una unidad real y
profunda, aun en medio de la globalización. Cada cual en su vertiente y en su
trinchera puede luchar por la libertad. Nadie puede meter en una faja
burocrática una humanidad fragmentada, menos en Venezuela cuando se constata
que se evaporan dueños y jefes. El encuentro, la convergencia, las
concertaciones ofrecen salidas posibles más laxas, creíbles y efectivas.
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