Nuestra
realidad de país inmisericordemente destruido por una ideología fracasada, nos
plantea la oportunidad de revisar nuestros parámetros políticos para no caer en
tesis que en fin de cuentas han resultado reñidas con el logro de un desarrollo
humano verdadero.
Vivimos una situación en la que por una necesidad imperativa,
los mecanismos que hayamos utilizado en el pasado no serán aplicables: se
impone una reingeniería de nuestro enfoque porque ahora dependemos totalmente
del petróleo y de las dádivas que en forma de préstamos nos puedan hacer
nuestros "clientes y socios minoritarios petroleros".
La
industria petrolera está en el suelo: su producción total incluyendo las
empresas mixtas apenas llega a 2.500.000 b/d y sigue descendiendo, la
producción propia de Pdvsa es de 1.300.00 b/d.; la refinación no cubre el
mercado interno y el contrabando de extracción; el potencial de producción es
cada día menor, al igual que nuestros mercados naturales cada día menores, más
distantes y menos rentables.
Hoy no hay divisas suficientes para importar lo
que nos es indispensable, empezando por la comida, ni para pagar las deudas
contraídas; Cadivi y los dólares baratos desaparecen; la escasez es apabullante
y la inflación galopante y progresiva a futuro; la inseguridad es segura y
creciente; la infraestructura de nuestro país y su calidad (vialidad, escuelas,
hospitales, policía y tribunales que deberían protegernos y defendernos) es
cada día más inapropiada; nuestros nexos con el progreso se hacen minúsculos;
la gente está cada vez más depauperada. Hemos entrado en una regresión que se
nos convierte en remolino mortal y la moral y la ética son cada día más
escasas; importamos hasta el pan nuestro de cada día y vamos llegando al punto
que no sabemos si lo tendremos hoy. ¿Qué hacer?
No
podremos ni hacer lo que antes hacíamos que nos llevó a esto ni seguir en esto.
La reingeniería pasa por reformar nuestra manera de pensar y hacer las cosas de
modo que podamos progresar en forma continuada y progresiva para adelantarnos
y, en la medida de nuestros éxitos, recuperar lo perdido durante tanto tiempo.
No se trata de socialcristianismo, de democracia cristiana, de socialismo o de
comunismo en sus diferentes tintes, ni de izquierda o derecha. Se trata de
darle a la gente los instrumentos para que tengan la oportunidad de lograr su
desarrollo humano en la forma en que a ellos les parezca y con ello lograr el
verdadero desarrollo del país en democracia.
Lo que se hace necesario es
pedirle a la gente, a los ciudadanos, que indiquen cuáles son sus necesidades y
prioridades determinadas para, por y con ellos mismos, las que, una vez
determinadas, sirvan para elaborar planes de acción basados en esas necesidades
y no las que sean producto de la aplicación de parámetros comparativos con las
tendencias internacionales que ciertamente no nos son aplicables. De esta forma
no tendremos que pensar ni decir si las políticas, programas y proyectos son de
izquierda, de centro o de derecha, ni definirlas en otros términos que no nos
han servido para nada, sino establecerlas y desarrollarlas para que atiendan a
las verdaderas necesidades de la gente, incorporándola en su desarrollo. Con
este enfoque podremos impulsar el desarrollo humano de la gente y desvestir las
acciones de los visos de rojo que tanto daño nos han hecho a través de los años
en la búsqueda infructuosa, por incapacidad, de la solución de los problemas de
la gente, a la que en ningún momento hemos tomado en cuenta en su realidad ni
verdaderamente. Sería un enfoque que les resuelva sus problemas y atienda a sus
necesidades y prioridades, determinadas por ellos mismos, en democracia y con
libertad. Usar el petróleo para el desarrollo de la gente y de nuestro país.
Odoardo
León-Ponte
odoardolp@gmail.com
@ooleopon
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