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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

martes, 6 de mayo de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ARRASTRADO POR LAS CIRCUNSTANCIAS, PIDO LA PALABRA,VENTANA DE PAPEL,

Resulta inaceptable que quien conduce un país cuyo sistema político se dice “democrático”, plantea sustentar sus encadenados discursos en una retórica tan infundada que termina asfixiando a quienes la escuchan.
 
ARRASTRADO POR LAS CIRCUNSTANCIAS

“Pobre hombre”, en tanto que expresión popular, se utiliza para evidenciar la ausencia de virtudes en una persona cuya conducta luce tan esquiva como ambigua. En ella no existen principios asociados a valores que destaquen dignidad y tenacidad. Presenta las características de alguien pusilánime. O sea, quien carece de osadía y vergüenza para intentar realizaciones de importancia. 

Un “pobre hombre” no es capaz de mantener firme sus convicciones  por lo que cambia de parecer cual veleta de campanario. De esta forma, se comporta desordenadamente por la falta de coherencia en su pensamiento. Aunque lo peor, es que cree tener la verdad absoluta consigo lo que deriva en razonamientos tan equivocados como peligrosos. Generalmente, este tipo de persona, presume de lo que no tiene. Por consiguiente, se torna escandaloso. Es un “alborotador de oficio”. Con frases estruendosas y de chabacano sentido, intenta demostrar que se las “sabe todas”.

Este comportamiento es propio, en la mayoría de los casos, de personas que detentan algún poder. Ya sea de naturaleza política, económica o social. Incluso, militar. Se ha observado que el problema se acentúa cuando estas personas se vinculan a cargos de representación popular. Sobre todo, por lo que motiva el hecho de asumir una responsabilidad cuyo ejercicio político le permite aprovecharse de circunstancias que lo favorecen en términos de las decisiones que sus atribuciones le facultan. Asimismo, a su alrededor existen personas que, por adulancia o burdo proselitismo, hacen sentir complacido, enrocado y acomodado al aludido “pobre hombre”. Pero no precisamente por sus capacidades, como sí de su disimulada mediocridad la cual arropa con simbolismos que se atribuye abusando de una legalidad forzada.

Quien dice una cosa y luego otra, para finalmente no decir nada, y más aún, no hacer nada, no puede ser ni tampoco debe ser quien ostenta o se posesiona de un cargo de tanta significación, como el de presidente de una nación o jefe de Estado. Resulta inaceptable que quien conduce un país cuyo sistema político se dice “democrático”, plantea sustentar sus encadenados discursos en una retórica tan infundada que termina asfixiando a quienes la escuchan. No sólo por lo recurrente, sino por la inconsistencia de los argumentos utilizados para vociferar ofensas e imprecisiones que suenan a mentiras características del mejor populismo y de la peor demagogia. Más, cuando solicita a su tren ejecutivo y a sus cuadros de activistas le sigan en tan perverso y elocuente juego de poder que sólo lleva a la desubicación del país no sólo en el ámbito de la geopolítica a partir de la cual puede concebirse la estructura profunda de las relaciones internacionales. También, en el espacio donde se define la globalización como razón de una necesaria interdependencia económica que conjuga la articulación política entre países con propuestas concretas de desarrollo.

Sin embargo, en medio de tanta perorata, la administración pública tiende a perderse y en el ínterin de tan graves y desproporcionados vacíos, se descuida el rumbo del país por lo que se extravía no sólo la gobernabilidad cayéndose en un limbo de severas consecuencias. Igualmente, la ilación del programa de productividad económica del sector privado lo cual entorpece su contribución al equilibrio del mercado interno viéndose comprometidos todos los valores que intervienen en el establecimiento de políticas públicas confiables. Mientras que un país se vea sumido en ese desconcierto de decisiones y acciones, sólo hay garantías para perderse en el desorden de un mandato de gobierno no tanto jalado por la podredumbre de sus funcionarios como arrastrado por las circunstancias.

VENTANA DE PAPEL

¿A QUÉ TEME EL RÉGIMEN?

No hay una explicación contundente que determine con precisión el miedo de estos gobernantes a la hora de arreciar las protestas de calle. O mejor dicho, si la hay. Aunque con toda seguridad, sería rebatida por adláteres, furibundos y lisonjeros oficialistas. La decisión de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, respecto del hecho de aducir que el derecho a manifestar no es un derecho absoluto, conduce a interpretar el temor del régimen cuando advierte algún reclamo popular que evidencie el autoritarismo del cual se vale para imponer sus criterios a costa de lo que sea.

Después de violar derechos humanos fundamentales, asumidos como preceptos constitucionales, tales como el derecho a la vida, la salud o a disfrutar de libertades democráticas como la de expresión, prensa, opinión, pensamiento y de información, no hay de otra. Antes esta situación de crisis política y social, que a su vez arrastra otra crisis de tipo de administración de las finanzas públicas, no cabe duda alguna del pavor que padece el régimen ante la posibilidad de defenestración que pesa sobre su organización. La prohibición inconstitucional, aunque legalizada a consecuencia de la no separación de poderes que viene afectando la institucionalización de la democracia a partir de imperiosas políticas de orden fascista, pone al descubierto el pánico de verse desplazado del poder. O sea, de la holgada comodidad que permite una descomunal corrupción sopor-tada en la impunidad cómplice.

Criminalizar la protesta, devino en la degradación de tan necesario y democrático derecho. Para el régimen, no habrá manifestación pacífica que pase como tal. El miedo a escuchar las verdades sobre el trato inhumano que recibe el ve-nezolano del régimen, de la voz de un pueblo indignado, permitió el desarreglo final de lo que una vez fue “democracia”. Entonces, como que esta breve disertación deja respondida la pregunta: ¿A qué le teme el régimen?

¿DIÁLOGO PARA SEGUIR IGUAL O PEOR?


En política, dialogar tiene una acepción que convierte dicha acción en oportunidad para conciliar intereses. Aunque también, significa marcar la disyuntiva necesaria para huir en reversa. Cualquier forma de diálogo tiene múltiples variables que encajan o dislocan las posibilidades de acuerdo que tiene implícita una conversación que busca el equilibrio de tales variables.

De ahí que dialogar en política, requiere no sólo de cierta disposición o voluntad para reconocer al otro. Sino también, del manejo conceptual y metodológico de la ocasión, tanto como de axiomas y principios de la ciencia política por los cuales pueden estructurarse canales de distensión y consenso capaces de aproximar las partes en pugna a condiciones de equivalente significación. Cuando una de estas formalidades se relegan o desconocen, cualquier aproximación a un punto de compatibilidad favorable a las facciones que negocian un estado de equilibrio, se esfuma cual volátil razón.

El problema en el que se ha consumido el diálogo convocado por personajes del régimen, obedece a una de estas causas. Específicamente, la indisposición gubernamental se patentizó como resultado de condicionar dicho diálogo. De subordinar la intención de dialogar a intereses político-partidistas que sólo se prestaron a obstaculizar el proceso de conciliación. Aunque fuera en una mínima proporción. Sobre todo, por la desconfianza que genera el hecho de vaciar el terreno de gobernabilidad a pesar de la debilidad en que sus realidades se circunscriben. A veces, el diálogo se vuelve una interlocución entre sordos que después de tanta preparación, termina en nada. Y dialogar con personas duras de oído, es como nadar un largo recorrido para luego ahogarse en la orilla. O acaso todo es un ¿diálogo para seguir igual o peor?

“La politiquería parece mera declaración de enamorado insulso. Cree que mientras más pueda prometer cambiar el mundo, más fácil habrá de conseguir las dádivas que con entereza y disciplina le resultaría laborioso”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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