Uno de los múltiples motivos que provocaron
mi estampida hacia los EEUU hace ya muchos años, fue la voracidad del gobierno
mexicano blandiendo la bandera revolucionaria de “la reforma agraria.” Con el
arrugado grito de “tierra y libertad, se dieron a la destrucción del agro
mexicano de la forma mas estúpida e injusta. Con gran tristeza me tocó
atestiguar las luchas de mi abuelo materno, Manuel P. Torres, defendiendo lo
que era fruto de su trabajo y el gran pecado de, durante cincuenta años,
invertir todas sus ganancias en el mismo negocio, la ganadería extendiendo sus
pastizales y mejorando las razas de ganado. Ello lo llevaría a ser calificado
como un odioso latifundista enfrentándolo con los gobiernos revolucionarios que
le arrancaban su honrado patrimonio.
Pero curiosamente, después de tantos años de residir en los EEUU, me doy cuenta que este país, el de la libertad, el de un sagrado estado de derecho, el de supuestamente un gobierno pequeño y supeditado a la sociedad, el de la santidad de la propiedad privada, tienen también su grotesca “reforma agraria” representada por el BLM (Bureau of Land Managment), un organismo de la burocracia aun mas destructivo que los movimientos agrarios mexicanos. Es tal el poder de este aborto burocrático, que controla el 90% de los terrenos rurales (agrícolas, ganaderos, forestales) de todo el oeste del país, puesto que son propiedad del Estado.
Sin embargo, en los EEUU, con una sólida
sociedad civil en la cual los rancheros del oeste sobresalen, en estos momentos
se rebelan contra las políticas socialistoides que, primero le dieron vida a lo
que podemos calificar como el ejido estadounidense, creado por la inspiración
progresista de Teodoro Roosevelt, y consolidado por la mayoría de mandatarios
que le precedieran apropiándose del casi 100% de los terrenos ganaderos del
oeste del país. Los eventos a punto de suceder en el estado de Nevada, gran
bastión de los rancheros del oeste, es algo que vale la pena observar
cuidadosamente pues la sociedad civil está a punto de hacer historia.
El asedio militarizado de un rancho ganadero en las inmediaciones de Bunkerville, Nevada, ha atraído la atención nacional e internacional, cuando docenas de agentes federales armados con ametralladoras, rifles de precisión y asalto, helicópteros, han descendido al rancho para ilegalmente apropiarse de ganado, personas y mostrar el poder opresivo del estado.
La prensa conservadora ha cubierto la
historia de diversas maneras, considerándola tanto como un caso de abierto de
apropiación federal de terrenos privados, como una absurda cruzada ecologista
para salvar aun tortuga de la extinción e inclusive, parte de un plan de Obama
para desaparecer la propiedad agropecuaria privada.
Sin embargo, la realidad es un poco más
confusa como suele suceder cuando hablamos de propiedad territorial en el oeste
americano. Ya en septiembre, el Las Vegas Sun reportaba sobre la familia
Bundy y señalaba que los problemas
empezaron hace 20 años, cuando el patriarca de la familia determinó
unilateralmente que ya no pagaría a la Oficina de Gestión del Territorio, las
cuotas para el uso que se habían determinado por pastar en terrenos federales.
El hecho es que, hace unas semanas representantes del BLM invadieron en el
rancho de los Bundy acompañados de un impresionante ejército de hombres
armados, para estacionarse en el rancho y tomar posesión del ganado. Sin
embargo, al día siguiente regresaron los Bundy armados y acompañados de cientos
de vaqueros igualmente armados y listos para defender sus derechos.
Los detalles legales e históricos exactos del
caso de la familia Bundy aparecerán lentamente con el tiempo, pero incluso si
la familia está completamente equivocada legalmente, como es posible que los
dólares del contribuyente se gasten en una campaña de intimidación mediante fuerza
contra un diminuto rancho en medio de un desierto de Nevada. Sin embargo, es
solo la última disputa en una larga historia de rancheros peleando contra el
gobierno federal sobre permisos y regulaciones de uso de terrenos. Los
antecedentes de esta problemática se remontan hasta la época del legendario
Joaquin Murrieta.
Aun los que no estén familiarizados con el
uso de los terrenos en el oeste, se darán cuenta que esto es una nueva acción
ruin por parte del gobierno federal. El alquilar terrenos federales para
pastoreo (entre muchas otras cosas) ha sido lo habitual en el oeste durante más
de un siglo puesto que el gobierno
federal ha poseído al menos el 80%o de l0s terrenos en los estados del oeste
desde que se anexionaron a Estados Unidos en el siglo XIX. De hecho, los 13
estados del oeste de la nación suponen el 93% de los terrenos federales, con
dos tercios de todo el territorio de Utah y el 81% de todo el territorio de
Nevada en propiedad de los federales.
La imagen del oeste americano como un lugar
de propiedad privada y felizmente independiente del control del gobierno, ha
pasado a la historia y se ha convertido en un mito. Es un hecho que durante
mucho tiempo, la vida en el oeste ha sido mas intervenida por el gobierno
federal que la vida del este. Esto ocurre porque la tierra y otros recursos
naturales del oeste, están controlados por una enorme burocracia socialista que
gobierna el agua, la tierra y los minerales desde finales del siglo XIX. Ocurre
cuando esa burocracia toma el ropaje del IRS y se da a cobrar cantidades
ridículas por el pastoreo de esos terrenos y, si alguien no paga o se atrasa en
sus pagos, aparece un ejército de gorilas armados hasta los dientes para
incautar el ganado e invadir lo que sí es propiedad privada
Indudablemente, dentro un exagerado marco de
control federal fuertemente reafirmado por un gobierno central agigantado por
la Guerra de Secesión, hubo aun muchas comunidades que vivieron de forma
extremadamente independiente y que podrían considerarse anarquistas. Sin embargo,
desde la década de 1890, la economía del oeste americano se ha visto dominada
por la propiedad estatal de terrenos, las regulaciones, los subsidios y la
burocracia que durante todo el siglo pasado arreció su abrazo opresor sobre
esta región del país.
Los estados de California, Nevada, Arizona,
Nuevo México, Texas, Colorado y partes de Oklahoma, desde la época de la Nueva
España hasta haberse convertido en territorios del nuevo país independiente,
vivieron totalmente ajenos y libres de los tentáculos del estado opresor que ya
se veía surgir a mediados del siglo XIX. Con la derrota de los confederados en
la guerra de secesión, moría el sueño libertario de un país a la imagen y
semejanza de lo que plasmaran Jefferson, Madison, Paine, Franklin para abrir el
oscuro zaguán del estatismo en la figura de Lincoln. Pero el espíritu libertario no ha muerto en
el oeste.
Ricardo
Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero
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