domingo, 27 de abril de 2014

RICARDO VALENZUELA Y RYAN MCMAKEN, LA REFORMA AGRARIA Y EL BLM (PRIMERA PARTE), REFLEXIONES LIBERTARIAS, DESDE EEUU,

Uno de los múltiples motivos que provocaron mi estampida hacia los EEUU hace ya muchos años, fue la voracidad del gobierno mexicano blandiendo la bandera revolucionaria de “la reforma agraria.” Con el arrugado grito de “tierra y libertad, se dieron a la destrucción del agro mexicano de la forma mas estúpida e injusta. Con gran tristeza me tocó atestiguar las luchas de mi abuelo materno, Manuel P. Torres, defendiendo lo que era fruto de su trabajo y el gran pecado de, durante cincuenta años, invertir todas sus ganancias en el mismo negocio, la ganadería extendiendo sus pastizales y mejorando las razas de ganado. Ello lo llevaría a ser calificado como un odioso latifundista enfrentándolo con los gobiernos revolucionarios que le arrancaban su honrado patrimonio.
Pero curiosamente, después de tantos años de residir en los EEUU, me doy cuenta que este país, el de la libertad, el de un sagrado estado de derecho, el de supuestamente un gobierno pequeño y supeditado a la sociedad, el de la santidad de la propiedad privada, tienen también su grotesca “reforma agraria” representada por el BLM (Bureau of Land Managment), un organismo de la burocracia aun mas destructivo que los movimientos agrarios mexicanos. Es tal el poder de este aborto burocrático, que controla el 90% de los terrenos rurales (agrícolas, ganaderos, forestales) de todo el oeste del país, puesto que son propiedad del Estado.
Sin embargo, en los EEUU, con una sólida sociedad civil en la cual los rancheros del oeste sobresalen, en estos momentos se rebelan contra las políticas socialistoides que, primero le dieron vida a lo que podemos calificar como el ejido estadounidense, creado por la inspiración progresista de Teodoro Roosevelt, y consolidado por la mayoría de mandatarios que le precedieran apropiándose del casi 100% de los terrenos ganaderos del oeste del país. Los eventos a punto de suceder en el estado de Nevada, gran bastión de los rancheros del oeste, es algo que vale la pena observar cuidadosamente pues la sociedad civil está a punto de hacer historia.
El asedio militarizado de un rancho ganadero en las inmediaciones  de Bunkerville, Nevada, ha atraído la atención nacional e internacional, cuando  docenas de agentes federales armados con ametralladoras, rifles de precisión y asalto, helicópteros, han descendido al rancho para ilegalmente apropiarse de ganado, personas y mostrar el poder opresivo del estado.
La prensa conservadora ha cubierto la historia de diversas maneras, considerándola tanto como un caso de abierto de apropiación federal de terrenos privados, como una absurda cruzada ecologista para salvar aun tortuga de la extinción e inclusive, parte de un plan de Obama para desaparecer la propiedad agropecuaria privada.
Sin embargo, la realidad es un poco más confusa como suele suceder cuando hablamos de propiedad territorial en el oeste americano. Ya en septiembre, el Las Vegas Sun reportaba sobre la familia Bundy  y señalaba que los problemas empezaron hace 20 años, cuando el patriarca de la familia determinó unilateralmente que ya no pagaría a la Oficina de Gestión del Territorio, las cuotas para el uso que se habían determinado por pastar en terrenos federales. El hecho es que, hace unas semanas representantes del BLM invadieron en el rancho de los Bundy acompañados de un impresionante ejército de hombres armados, para estacionarse en el rancho y tomar posesión del ganado. Sin embargo, al día siguiente regresaron los Bundy armados y acompañados de cientos de vaqueros igualmente armados y listos para defender sus derechos.
Los detalles legales e históricos exactos del caso de la familia Bundy aparecerán lentamente con el tiempo, pero incluso si la familia está completamente equivocada legalmente, como es posible que los dólares del contribuyente se gasten en una campaña de intimidación mediante fuerza contra un diminuto rancho en medio de un desierto de Nevada. Sin embargo, es solo la última disputa en una larga historia de rancheros peleando contra el gobierno federal sobre permisos y regulaciones de uso de terrenos. Los antecedentes de esta problemática se remontan hasta la época del legendario Joaquin Murrieta.
Aun los que no estén familiarizados con el uso de los terrenos en el oeste, se darán cuenta que esto es una nueva acción ruin por parte del gobierno federal. El alquilar terrenos federales para pastoreo (entre muchas otras cosas) ha sido lo habitual en el oeste durante más de un siglo puesto que  el gobierno federal ha poseído al menos el 80%o de l0s terrenos en los estados del oeste desde que se anexionaron a Estados Unidos en el siglo XIX. De hecho, los 13 estados del oeste de la nación suponen el 93% de los terrenos federales, con dos tercios de todo el territorio de Utah y el 81% de todo el territorio de Nevada en propiedad de los federales.
La imagen del oeste americano como un lugar de propiedad privada y felizmente independiente del control del gobierno, ha pasado a la historia y se ha convertido en un mito. Es un hecho que durante mucho tiempo, la vida en el oeste ha sido mas intervenida por el gobierno federal que la vida del este. Esto ocurre porque la tierra y otros recursos naturales del oeste, están controlados por una enorme burocracia socialista que gobierna el agua, la tierra y los minerales desde finales del siglo XIX. Ocurre cuando esa burocracia toma el ropaje del IRS y se da a cobrar cantidades ridículas por el pastoreo de esos terrenos y, si alguien no paga o se atrasa en sus pagos, aparece un ejército de gorilas armados hasta los dientes para incautar el ganado e invadir lo que sí es propiedad privada
Indudablemente, dentro un exagerado marco de control federal fuertemente reafirmado por un gobierno central agigantado por la Guerra de Secesión, hubo aun muchas comunidades que vivieron de forma extremadamente independiente y que podrían considerarse anarquistas. Sin embargo, desde la década de 1890, la economía del oeste americano se ha visto dominada por la propiedad estatal de terrenos, las regulaciones, los subsidios y la burocracia que durante todo el siglo pasado arreció su abrazo opresor sobre esta región del país.
Los estados de California, Nevada, Arizona, Nuevo México, Texas, Colorado y partes de Oklahoma, desde la época de la Nueva España hasta haberse convertido en territorios del nuevo país independiente, vivieron totalmente ajenos y libres de los tentáculos del estado opresor que ya se veía surgir a mediados del siglo XIX. Con la derrota de los confederados en la guerra de secesión, moría el sueño libertario de un país a la imagen y semejanza de lo que plasmaran Jefferson, Madison, Paine, Franklin para abrir el oscuro zaguán del estatismo en la figura de Lincoln.  Pero el espíritu libertario no ha muerto en el oeste.
Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero

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