El presidente Santos, como de costumbre, dice
una cosa y luego dice la contraria. Esta semana, en el escándalo de la central
de inteligencia del ejército -de espionaje o de chuzadas- para no ofender el
puritanismo antimilitarista de sesudos intelectuales, Santos reafirmó que no es
tan lúcido como nos lo presentan sus áulicos.
El presidente candidato tiene a su favor el
staff más poderoso que se pueda alguien imaginar para la campaña reeleccionista
en curso. Entre los organismos del Estado colombiano cuenta con la mirada complaciente
de algunas cortes, de las mayorías del Congreso. La Fiscalía, uno de las
instituciones más fuertes del país, sigue sus directrices bajo el mando de
quien luce más como su ministro del Interior. La única piedra en el zapato que
le estorba es la Procuraduría. El Consejo Electoral maneja y manipula a su
amaño los asuntos electorales para favorecerlo.
Pero, es en los medios en donde se puede
apreciar su mayor dominio. Es tan evidente la posición santista de casi todos
los periódicos de la capital, los noticieros de televisión, las revistas, las
encuestadoras y las cadenas radiales que lo protegen y apoyan que, se pueden
considerar, la Central de su campaña. Basta repasar la manera torcida de
titular ciertas noticias y de soslayar los errores y metidas de pata del
gobierno o contar las cuñas oficiales en los noticieros de televisión. Sabemos
que quien domine los medios domina -o está en mejor posición de hacerlo- la
opinión pública.
¿Qué más necesita el presidente Santos para
hacerse reelegir? ¿Milagros? Como buen santo remontó más de 30 puntos de
favorabilidad sin haber realizado algo extraordinario, se liberó de rivales
potenciales con intervenciones
“oportunas” de magistrados incondicionales, cambió las estadísticas y
tendencias en términos favorables una vez relevó al anterior director del DANE,
y, hasta ha pretendido capitalizar para su campaña los éxitos de los
deportistas colombianos.
Con toda esa maquinaria trabajando por
llevarlo a la victoria y su arsenal de argucias propias de jugador de casino, ¿por
qué Santos señaló, presuroso, que la
central militar de inteligencia era obra de “fuerzas oscuras” y al día
siguiente declaró que esas dependencias y sus tareas son legítimas?
¿Por qué el presidente no es capaz de evitar
que el Fiscal General estropee los trabajos de la Fuerza Pública y que la
Fiscalía ponga en peligro la seguridad nacional? ¿Por qué el sobrino del
presidente, director de la revista más leída del país, hijo de quien facilitó
los contactos con las Farc, le causa semejante daño a la imagen de su tío? Y
que afirma con cinismo su prejuzgamiento en crónica de esta semana: “Al cierre
de esta edición, según la Fiscalía solo se había podido desencriptar una parte
del primero de los 26 dispositivos… la investigación va para largo y… lo que se
hacía en ese restaurante era ilegal”. ¿Por qué El Tiempo (9/02/2014) publica
información delicada para la seguridad del Estado y le sopla reportes a las
Farc?
Todo ello tiene una explicación, la falla
proviene del director del embrollo en que se ha convertido el país, el
presidente Santos. Se trata de un patrón de conducta que devela su incapacidad
para dirigir adecuada y eficazmente ese ejército de lambones y áulicos que
tiene en el Estado y en los Medios.
El presidente Santos se ha caracterizado,
desde cuando trató de organizar un complot para tumbar a Ernesto Samper, por
confiar demasiado en su capacidad de maniobrar los hilos bajo cuerda. No es de
los que va de frente, se escabulle cuando el peligro acecha, es capaz de hacer
giros inesperados y repentinos y confía más de la cuenta en las artes del
engaño.
Aunque la política se presta para
comparaciones con el ajedrez, el futbol, el póker y otros juegos de azar, quien
se queda en ese plan, tarde que temprano fracasa o pierde. El estadista no hace
del porvenir de un país una apuesta y tiene el deber de trabajar con una
política defendible en privado y en público en vez de ganar adeptos solo con
artimañas.
El presidente Santos realizó el engaño
político más obsceno de las últimas décadas en Colombia: hacerse elegir con un
discurso, un programa y el apoyo de unas fuerzas para después, sin mediar un
proceso de explicaciones y sin intentar convencer a los que lo llevaron el
triunfo, gobernar con otro discurso, otro programa y otras fuerzas políticas.
Ahí reveló de cuerpo entero su estilo de gobierno. Los medios, los dirigentes,
los magistrados que antes desconfiaban de sus virtudes, lo acogieron con brazos
abiertos por una razón que suena mezquina: haberse alejado de Uribe, con quien
tuvieron peleas y disputas de tono mayor. Le perdonaron su pasado, Samper, su
víctima de antaño, se le acercó y cobró duro, tiene demasiado poder estatal
aunque electoralmente es insignificante.
El director de noticias de CaracolRadio que
lo regañó en la campaña del 10 por su uribismo y por justificar el uso de
picardías, es prácticamente su jefe de debate y le hizo el gran favor de
convertir el grupo Prisa en vocero de su campaña.
El presidente Santos tiene todo a su favor,
familiares, partidos y partiditos, periodistas poderosos, noticieros,
funcionarios, magistrados, los otros poderes del estado, encuestadoras, una
borrosa idea de paz, habilidades personales para tramar, cañar, apostar,
engañar, pero, le falta una virtud fundamental para ser un estadista: liderazgo
con coherencia.
Darío
Acevedo Carmona, Medellín,
rdaceved@unal.edu.co
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.