Raúl Castro ha iniciado el 2014 con otro discurso
lamentable. ¿Por qué el general repite una sarta de tonterías ideológicas en
las que ya nadie cree, ni siquiera él mismo? No es fácil saberlo. Raúl,
aparentemente, permanece sujeto a la autoridad intelectual y moral de su
hermano, pero, a estas alturas, él, la nomenclatura, y casi todo el país, dan
por sentado que el Comandante es el principal causante de la catástrofe
económica que padecen los cubanos.
¿Cómo lo sabemos? Basta ver y escuchar
pacientemente la charla que Juan Triana Cordoví, profesor de economía de la
Universidad de la Habana, le da a la plana mayor de la policía política con el
objeto de defender y explicar las reformas de Raúl Castro. Se trata de una
persona del régimen aleccionando a sus compañeros con total autoridad. (Para
facilitar la búsqueda hallarán un enlace a YouTube en
www.elblogdemontaner.com).
Pese a su discurso, Raúl está convencido de
que el marxismo y su secuela colectivista han fracasado. Acepta que el
igualitarismo es contraproducente, y admite, además, que el régimen se dedicó
durante décadas a imponer prohibiciones absurdas que han convertido la vida de
los cubanos en un infierno.
Naturalmente, nada de esto quiere decir que
va a aceptar reformas políticas. El marxismo podrá ser un disparate, pero el
estalinismo le es muy útil para gobernar.
Intentará, eso sí, corregir los desastres
económicos producidos por su hermano porque cree que de ello depende la
supervivencia del régimen. ¿Cómo? Primero, ha eliminado algunas prohibiciones
innecesarias. La dictadura puede admitir
la tenencia de teléfonos móviles, la compraventa de casas y autos, la salida y
regreso de los disidentes o a la contratación privada en el exterior de algunos
atletas. Nada de eso pone en peligro al gobierno y alegra a las masas.
También se propone crear un tenue espacio
económico lateral –el cuentapropismo, esa ridícula palabreja– para que la
sociedad civil desarrolle pequeñas empresas privadas, casi todas de servicio,
que le den trabajo a más de millón y medio de personas que abandonarían paulatinamente
las abultadas nóminas del Estado, producirían algunos alimentos y aliviarían la
miserable vida de los cubanos.
Pero eso no es lo importante. La esencia de
la reforma es otra: el Estado, dirigido por militares, se reservará el control
y disfrute de unas 2 500 empresas medianas y grandes que forman el corazón del
aparato productivo del país. Esa es la parte del león.
Es en este espacio económico, dicen los
raulistas pomposamente, donde se juega el destino de la revolución. Raúl ha
invertido el principio de subsidiaridad: la sociedad civil se ocupará de todo
aquello que el Estado no pueda abarcar.
Un perfecto disparate. ¿Cómo van a lograr
hacer eficientes las empresas estatales al punto de que generen beneficios
permanentemente? La fantasía más recurrente de Raúl, un militar convencido de
la utilidad de los refuerzos negativos, consiste en suponer que, mediante
controles, auditorías, castigos y amenazas, todo ello supervisado por su hijo
Alejandro, duro coronel de los servicios de inteligencia, conseguirá el
milagro.
Tonterías. ¿Cuánto tardarán Raúl Castro y los
raulistas en comprender que el Estado es un pésimo gestor de todas las
empresas, las pequeñas y las grandes? ¿Cuándo entenderán que los objetivos y
modus operandi de las empresas realmente eficientes son totalmente diferentes a
los de los Estados?
¿Por qué cree Raúl que todas las empresas públicas, en todas las latitudes, suelen acabar siendo focos de corrupción, con plantillas sobredimensionadas, atrasadas tecnológicamente e improductivas? ¿Cuándo admitirán que el sistema comunista no es reformable, como confirmó Gorbachov en los años noventa? ¿O todo lo que desean es morirse mandando y los que vengan detrás que desmonten el error y el horror? ¿Es terquedad, cobardía, convicción, irresponsabilidad o todo eso junto?
Elija usted, perplejo lector.
montaner.ca@gmail.com
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Algunas observaciones sobre el artículo del destacado experto Carlos Alberto Montaner:
ResponderEliminar1) La primera observación es que, según mi punto de vista, el general repite la “sarta de tonterías ideológicas” porque no tiene otra cosa más apropiada que decir. Lo suyo es un constante cantinfleo.
2) En cuanto a que nada de lo que está haciendo Raúl pone en riesgo al gobierno, yo discrepo de ello muy cordialmente. Creo que a la larga esos cambios sí van a afectar al sistema pues los regímenes totalitarios son como los muros de concreto, una sola grieta puede derrumbar al muro completo. Al Muro de Berlín me remito. Lo hacen porque están con el agua al cuello.
3) El cuentapropismo, esa palabreja usada para confundir y no tener que decir “propiedad privada” no es otra cosa que aceptar que nosotros teníamos razón y que el capitalismo es la mejor opción ante el comunismo.
4) Finalmente, estoy de acuerdo con Montaner en que Raúl no quiere reconocer el fracaso del comunismo por terquedad, cobardía, irresponsabilidad, etc. pero más que eso por supervivencia y porque sus “socios” no se lo permitirían pues perderían sus caudales robados. Si Raúl deja el poder dónde se metería si últimamente los ex mandatarios corruptos y asesinos están siendo buscados en sus escondites y repatriados a fin de responder por sus delitos. Es decir, Raúl y su gobierno están entre la espada y la pared o como si estuvieran en medio de un pantano de arena movediza: si se mueven es malo y si no se mueven es malo también.
Israel Abreu
cubaexilio@gmail.com