“No nos profeticéis lo verdadero, decidnos cosas halagüeñas; profetizad mentiras”. Isaías, XXX, 10
El
despido de tres de los integrantes del quinteto disonante que ¿condujo? la
economía cristinista –el Ministro de Economía, la Presidente del Banco Central
y el Secretario de Comercio Interior- constituyó una confesión ficta del
fracaso de cuanto se hizo hasta la fecha; si no fuera así, ¿por qué se los
habría cambiado? Pero, más allá de ello y, sobre todo, del aplauso que prodigo
a varias de las nuevas políticas oficiales en tanto van en la dirección
correcta para la reconciliación con el mundo y sus mercados, el “modelo”
primero tropezó frente a la realidad y, ahora, se ha caído definitivamente de la
pasarela en la que el “relato” lo ha hecho desfilar durante una década. Y en la
caída sufrió una grave fractura cuyas reales consecuencias no es posible
vislumbrar aún.
El
reconocimiento de la necesidad de aceptar las sentencias del CIADI y las
auditorías del FMI, arreglar con el Club de París y con Repsol, sincerar las
estadísticas, devaluar sin que se note, etc., son medidas tendientes a buscar,
a como dé lugar, los dólares que tanto faltan y que el Gobierno no puede
imprimir ante la negativa de Obama a prestarle la maquinita a Cristina,
Ciccone, Vandermoco y Guita-rrita. Como dije más arriba, estoy de acuerdo con
todo ello, pero creo que presentará algunas dificultades.
Porque,
presumo, aún para alguien tan eficiente en “vender” exitosamente disparates a
su clientela como ha demostrado ser la señora Presidente, será difícil que los
que le gritan “acá tenés los pibes para la liberación” y algunas organizaciones
sociales que sinceramente adoptaron como dogmas religiosos los discursos del
kirchnerismo acepten, sin protestas, rumbos tan contrapuestos como los que ahora parece llevar adelante la
Casa Rosada. Es más, si los llegaran a “comprar” dejarían expuesto que no
acompañaron hasta ahora por ideología sino por meros intereses crematísticos,
de esos a los que esta pseudo izquierda es tan afecta.
Por
su parte, y tal como preveíamos, los opositores no consiguen siquiera
aprovechar el cambio de agenda que la realidad impuso al discurso oficial, y
sus mayores exponentes continúan perdidos a la espera de un rescate que los
vuelva a impulsar hacia la superficie del magma en que se encuentran. Cuando
surgió la disputa que debió ser la más acérrima, la discusión del Código Civil
en el Senado, un silencio profundo fue la respuesta de quienes hubieran debido
gritar su disenso y convocar a la ciudadanía a manifestarse en calles y plazas;
no basta con que hayan dejado al oficialismo votando en soledad. Que el pueblo
no sepa, en general, de qué se trata no sólo habla mal del Gobierno y del deterioro
que, a pesar de los mayores recursos, se ha producido en la educación durante
esta década, sino de quienes, liderando otras fuerzas políticas, hubieran
debido explicar clara y universalmente la importancia del tema.
Lo
más curioso, por supuesto, en esta semana aciaga para las esperanzas de futuro,
fue la actitud inefable del Senador Miguel Pichetto –sí, ese que fue menemista,
duhaldista, nestorista y cristinista, sucesivamente. y que, con el mismo
fervor, apoyó la privatización y la confiscación de YPF- que aclaró que, pese a
que no estaba de acuerdo con el proyecto de Código, lo votaría por “obligación
política”. Si a quienes sostienen que el pejotismo sólo cambia de color para
ser siempre el mismo –una máquina para construir y conquistar el poder, para
lucrar desde él- les faltaba un argumento decisivo, el rionegrino les mostró a
qué extremos se puede llegar y cómo funciona ese hilo conductor.
Mientras
tanto, y dando una prueba más de su innata habilidad, el Gobierno sustrajo del
proyecto de nuevo Código uno de sus temas más complicados –la irresponsabilidad
civil del Estado y de sus funcionarios, a título personal, es decir, una
verdadera autoamnistía- para transformarlo en una futura ley, que ya fue
aprobada en Diputados y puede ser sancionada rápidamente, aún durante las
sesiones extraordinarias. Un nuevo clavo se habrá puesto entonces en el ataúd
donde yacen los restos de la seguridad jurídica nacional. La frutilla de este
maloliente postre fue la propuesta de tantos nombres de abogados adictos
(incluido quien fue letrado de Boudou) para integrar la Cámara de Casación
Penal.
Y
aquí llegamos al problema básico: hasta que no resucitemos una Justicia
independiente y consolidemos ese “concepto horroroso” (según Kiciloff), no
habrá medida que pueda superar la aversión que produce en los inversores el
enorme riesgo que significa invertir hoy en la Argentina. Si, para muestra,
basta un botón, la oferta oficial a Repsol de pagar con bonos que rinden el 8%
anual en dólares permite confirmarlo, ya que Bolivia, Paraguay y Uruguay están
hoy consiguiendo dinero fresco en el mundo a larguísimos plazos y a tasas que,
en ningún caso, superan el 4%; por su parte, y como era de esperar, Repsol ha
pedido mayores garantías que la mera firma de la señora de Kirchner, a quien no
considera merecedora de crédito alguno.
Porque,
debemos recordar, fue el propio don Néstor (q.e.p.d.) quien inventó a los
Eskenazi en YPF para robarse el 25% de la empresa, y que el pago, garantizado
por la firma del mismo Kirchner y de Patotín en el contrato, implicó no sólo la
pérdida del autoabastecimiento energético sino la necesidad creciente de
importar combustibles, primera razón de la inflación galopante actual. Más
tarde, cuando falleció su marido e intentó proteger la fortuna familiar, la
negativa de los testaferros a reconocer esa calidad llevó a la confiscación del
51% de la empresa y a la contemporánea ejecución de la deuda que los bancos y
Repsol tenían contra quienes habían prestado su nombre para la maniobra.
En
resumen, un cuento tan chino como los que nos contaron tantas veces y, ahora,
el de los préstamos en yuanes que el Gobierno está tan entusiasmado en obtener,
dinero que, si es que aparece, sólo podrá servir para comprar productos de la
propia China, y que necesitará de un nuevo discurso épico para explicar que
entonces será bueno que compitan contra los artículos fabricados aquí.
El
cristinismo va a tratar de sobrevivir –y conservar libertad y fortuna-
cambiando su aspecto. Dependerá, entonces, de la inteligencia de nuestros
conciudadanos percibir qué hay detrás de los siete velos con los cuales, como
las hetairas musulmanas, intentará esa supervivencia que, a mi modo de ver, ni
siquiera el luto olvidado podrá garantizarle.
ega1@avogadro.com.ar
Twitter: @egavogadro
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