La reciente conversación de Maduro con
gobernadores y alcaldes oposicionistas determina la necesidad de volverse a
ocupar, por enésima vez, del tema del dialogo en Venezuela.
Anteriormente se ha hablado del Pensamiento
Complejo, corriente que en cierto sentido plantea que no existe la verdad
absoluta. Veamos si existe la verdad
absoluta con relación al asunto del diálogo en Venezuela. Es verdad que es
necesario dialogar y convivir, cualquier persona sensata esta de acuerdo con
esto, pero también es verdad, y hay acuerdo con ello, que no se puede dialogar
aceptando la violación de la Constitución, y la
imposición de la ilegalidad y la
ilegitimidad.
Es evidente que el dialogo en Venezuela está supeditado,
entre otras cosas, a la constitucionalidad del SSXXI y a la legalidad del Plan
de la Patria. La sensatez indica que no se puede aceptar la imposición del
SSXXI en el caso de que sea inconstitucional, y que no se puede acatar el Plan
de la Patria si no es ley de la republica, algo que depende del contenido de la
Constitución y las leyes correspondientes, y no simplemente de lo que diga la
AN, la cual, de paso, no lo califico de ley, sino de acuerdo.
Maduro ha dicho que invita a dialogar, pero
que “respetando” la diversidad, se tienen que aceptar y acatar el SSXXI y el
Plan de la Patria Alguien puede argumentar que es sensato aceptar todo eso
porque el gobierno ha ganado elecciones, pero reconociendo eso, también se
tiene presente que ganar una elección posibilita mantener el gobierno, pero no
su ejercicio al margen de la Constitución.
La sensatez indica que ganar elecciones no
autoriza desconocer los diversos derechos y garantías de libertad, de
propiedad, de libre iniciativa, de expresión y de información, violentados con
tantas intervenciones diversas.
Más aun, también se tiene que apreciar la
calidad de un resultado electoral, respecto de lo cual se registra que el CNE
nunca produjo la información requerida para asegurar la transparencia del
resultado del 14 A.
Cada venezolano debe preguntarse si está de
acuerdo con un dialogo que posibilite cierto grado de “convivencia” y que se
traduzca en la imposición de todo lo que implica el SSXXI, de algo que es
incompatible con la forma de vida de por lo menos la mitad del pueblo
venezolano, cuya mayoría del pueblo rechazo en 2007 la reforma constitucional
propuesta para impulsar el SSXXI. La sensatez indica que debe aceptarse y
respetarse esta proporcionalidad, y por ende, que el dialogo que se está
planteando no debe procurar “anular” a una mitad de los venezolanos, sino el
debate y el acuerdo democráticos y legítimos acerca de los modelos de
comportamiento social que se postulan.
No se puede tratar de una conversación acerca
de distribución de recursos y competencias institucionales, y de soluciones
administrativas a los problemas de la gente, todo lo cual es importante y
necesario, sino, esencialmente, de establecer la vigencia de la
institucionalidad democrática de Venezuela en estricto apego a la Constitución,
incluyendo la reforma que pueda resultar esencial.
Sin embargo, es probable que este camino no
sea “verdadero” en el sentido de que no es posible, que el dialogo no es
posible, porque el SSXXI no admite debatir y procura imponerse por encima de
cualquier limitación constitucional.
En este caso, al sector democrático le
corresponde mantener la defensa irrenunciable de los principios de la
democracia, la libertad, la justicia y de toda la idiosincrasia venezolana, sin
negarse a colaborar con iniciativas positivas. Contando con esa fuerza
poblacional, se requiere un liderazgo político que motive y canalice su
incorporación a la lucha vital, con ejemplos como Gandhi, Luther King y
Mandela, aplicando definitivamente la Constitución para enfrentar la
continuación impune del intento chavecista y castrista.
Douglas Jatem
djatem@gmail.com
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