A
lo que más le temía y teme el régimen que sostiene a Nicolás Maduro es a las
protestas ciudadanas masivas. Y ya comenzaron a producirse, por encima de todas
las restricciones, amenazas y hasta detenciones de dirigentes opositores. Con
una jornada de movilizaciones de decenas de miles de manifestantes, la
oposición venezolana con paso firme ha regresado a la calle.
Y
a Maduro (o a El Madurato, como llamaba a esto después del 14-A alguno de sus
seguidores de ego desorbitado), no le ha quedado más remedio que tratar de
colocarse al frente de este caos y de esta anarquía e intentar
instrumentalizarlos en la promoción de lo que asomaría, amigo lector, como un
gobierno de fuerza.
O
una dictadura a secas, como el viernes lo advertía el veterano corresponsal de
El País de España en Washington, Antonio Caño, al analizar junto a otros
corresponsales extranjeros el más reciente y violento performance político
venezolano. Sin la menor idea de economía, decían, Maduro ha empujado a su país
hacia la dictadura al atribuirse poderes legislativos y ha oficializando y
legalizado el pillaje, con lo cual está generando un sistema de disolución del
Estado de derecho, o de lo poco que queda en Venezuela de un Estado de derecho.
Y ahora, en medio de la más rotunda incompetencia, pretende “dirigir” la
economía nacional, lo que puede conducir a la quiebra a Venezuela en el corto
plazo.
Era
la óptica internacional el viernes y el sábado, antes de que se produjeran las
movilizaciones.
Tras
los eventos habría que analizar más fríamente la situación en la que lucen
evidentemente palmarios algunos ángulos de observación.
A
zarpazo limpio. En principio, digamos, la vida no es como usted la ve. Y todo
lo que pasa es parte de un guión establecido en el que cada vez que hay una
campaña electoral el chavismo (Chávez antes y hoy Maduro) produce un sacudón
para cohesionarse, como ahora. Siempre fluctúan en la mente los ataques contra
los banqueros y Fedecámaras, y estas semanas en una acción casi militar, la
creación de un conjunto de medidas que hacen creer que esto se lo llevó el
diablo, con la idea de desarticular a la oposición y dejarla en el aire.
Y
luego de la provocación y el asombro, tras los sucesos acontecidos, unos tipos
más o menos en dificultades sacan siempre los números y alcanzan su objetivo,
pues (como hasta ahora) nunca han tenido un reverso electoral significativo
para perder el poder.
El
país se enferma, se desintegra, se destruye, pero esto no les importa. Ellos
creen avanzar y luego –digamos tras el 8-D o en 2014– se permiten cierta
apertura y se lanzan con un discurso menos irracional y la economía intenta
fluir con relativa tranquilidad para prepararse para el próximo zarpazo.
Cayó
cierto sector de la banca con la minicrisis financiera que originó la
intervención en la que se tiraron a los bancos de Ricardo Fernández y no pasó
nada. En la jugada se quedaron con la mitad de la banca. Y eso les dio mucha
confianza para entrompar contra los industriales y el mercado de capitales. Y
nada: avanzaron en su control y desmantelamiento del tejido social democrático.
Toman los medios de comunicación en sus manos y, con el tutelaje militar más
grosero, se lanzan sobre el sector que les faltaba, el del comercio, acusándolo
con el lenguaje más procaz de su propio fracaso social y económico.
Sin
importarles inflación, desempleo, ni crisis alguna.
De
lo que se infiere que no debe extrañar que después de este zarpazo se legalice
el dólar paralelo o se creen mecanismos de ahorro usando el petróleo de por
medio, objetivando y cierta apertura con acuerdos amplios para la inversión
petrolera, dentro de un marco que (como siempre) no comprometa el poder.
¿Y
la oposición? La conducta del sector dirigente más conservador de la oposición
(uno diría ultraconservador) y cauteloso (muy semejante al que se guardó
durante los diez años de la dictadura militar perezjimenista), en el fondo
apuesta a que todo implosione para no poner en juego su capital político. Lo
que de alguna manera favorece que cunda el derrotismo y la abstención, y ese
sentimiento de que no vale la pena el menor esfuerzo, algo que desde su
dirección, precisamente, no emite políticamente eso: energía.
Como
dicen, “con lo de Mardo aparecieron a la defensiva. No tocan a los
boliburgueses ni a quienes originaron la corrupción con sus cupones de Cadivi”.
En conclusión: se quedan quietos y algunos hasta se van, como Rosales. Y el
Gobierno ve que los costos de la represión son muy bajos o casi nulos, y ahora
combina más duro la oferta política con la violación de las libertades civiles.
¿Como
una medida efectista preelectoral solamente? No. Para muchos se trata de un
conjunto de acciones estratégicas para acercar más a Venezuela hacia el estatus
de una dictadura pre-histórica comunista a lo cubano, a lo chino, y luego
abrirse económicamente con un modelo “a la medida del país” (un país muy
frágil), con una gente que se enfrenta a la falta de dólares y la ruina humana,
y huye hacia delante y “pone al que tiene contra el que no tiene, y si esto se
agrava acentúa la lucha de clases”.
Ha
golpeado para probar. ¿Ahora vienen los grupos corruptos de la nueva etapa? Se
piensa que sí, que desplazarán a los grupos boliburgueses de Chávez. “Viene
otra casta”. “Una casta híbrida”. A operar en medio de la precariedad. Los
dólares no los van a meter más en la banca privada. Y las importaciones las
hará el Estado. Un solo cliente y a los proveedores les pagarán rápido.
Sí.
Lo que viene y ya asoma su hocico: es el capitalismo de Estado, dueño de todo,
y la dependencia total de los débiles. ¿El modelo chino?
¿Impedir
que una dirección política se convierta en una dirección táctica? Se tolera a
la oposición hasta cierto punto. Se le cierra burdamente el acceso a los medios
y se destruye por medios políticos los cimientos morales de una nación.
Maduro
intenta un retorno al personalismo de Chávez, con él. La orden de Cuba:
militarizar.
Antes
de morir, Chávez creó el Comando Cívico Militar, que iba a dirigir el país. Y,
Maduro, como no convence, acude a ese reforzamiento bélico. Este modelo reposa
sobre una alianza cívico militar, que tiene al Estado y la FAN. Y su único
problema ha sido que tal modelo ha dependido hasta ahora, de una mayoría
electoral, y ésta la pueden perder.
Es
decir: hoy hay un reforzamiento cívico-militar con una cuestionada mayoría, y
de perderla pueden intentar quedarse a la fuerza. Desalojar a una élite del
poder no es tan sencillo. Requiere de un movimiento de masas muy fuerte que la
divida.
Chávez
creó ese eje cívico-militar porque no contaba con un gran partido organizado
como el PSOE o lo que fue AD, por lo que ahora sólo estatizando puede
soportarse esta élite arriba. La oposición no ha logrado romper ese
dispositivo, y la FAN sigue siendo una caja negra.
¿Salidas
posibles? Usted puede darles 10 o 25 años más, a menos que haya una disminución
muy elevada del sufragio universal. O que se reformen. O que cambien su manera
de pensar. O que las masas se subleven. De cualquier manera se le ha presentado
por fin al Gobierno el dilema de cómo gobernar si no tiene los votos. ¿Dónde
está el punto de quiebre? ¿En el 8-D, en 2014 o en 2015 con las parlamentarias?
Cuando claramente (no dudosamente) pierda los votos.
¿Cuánto
dura esto?
Uno
piensa que depende de usted.
Y
de esta nueva estrategia de voto y calle.
De
la rebelión de los votos.
(Y,
por supuesto, no hay cráteres)
aguilaluis_7@hotmail.com
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