Estamos en los albores del centenario de la
conflagración de la primera guerra mundial, cada día con mayor acceso a
documentos ilustrativos de ambiciones, creencias generalizadas de dominación
por la fuerza y en especial un fanatismo ideológico creciente de nacionalismos
con el cual se pretendía construir un “hombre nuevo”.
Cada vez hay más evidencias de la constante
lucha por controlar la prensa en los regímenes totalitarios como única vía para
obtener legitimidad ante sus pueblos en los desencadenantes de dicha
catástrofe.
Hoy en día esa lucha se mantiene con nuevas
herramientas y tecnologías.
Por lo tanto, poco hemos aprendido del costo que
ello significó. A pesar de la falta de papel hay que reafirmar la libertad de información,
como derecho a la vida y no desperdiciar los espacios que aunque frágiles aún
tenemos.
Estamos ante un escenario de unas próximas
elecciones municipales.
El eje central de ellas es la escogencia de
quienes orientarán el tejido de nuestras ciudades.
A pesar del férreo control de los medios de
comunicación y el acoso de sus profesionales así como de los líderes que optan
a ejercer la conducción municipal, es lamentable la ausencia de campaña de
información y discusión sobre el desarrollo de la vida urbana y de la
ciudadanía.
En medio de la inmensidad de problemas de la
vida diaria, nos agobia la sobrevivencia pero ello no excusa que discutamos
algo fundamental: El estímulo y consolidación de conductas personales y
colectivas en un proyecto común.
Recientemente al entrevistar a Antana Mockus
quien fuera alcalde de Bogotá y artífice de la transformación de la ciudad,
señalaba lo importante que había sido observar la conducta de la gente, conocer
por qué se comportaban así y proceder a estimular los cambios de conducta no
solo con premios y castigos sino con experiencias constantes del beneficio
mutuo, diversificando los servicios, haciéndolos funcionales como ha sido el
sistema de transporte y el desarrollo cultural, y dándole peso fundamental a la
legalidad como proyecto común.
Algo parecido realizó el alcalde de Palermo
Leoluca Orlando, quien asumió el conflicto con la mafia como un problema
económico, esto es “la mafia es exitosa porque es un negocio”, por lo tanto hay
que enfrentarla como negocio y abrió posibilidades a otros sectores trasladando
el presupuesto participativo a las ciudades, y elevando el gasto al nivel del
resto de Italia, lo que hizo cada vez menos atractivo el proceder mafioso.
En Venezuela pensamos siempre en la cabeza de
la culebra, poca importancia le damos a nuestros municipios y son ellos los que
por estar más cerca de nuestra vida diaria pueden convertirnos en los
transformadores del caos existente y ser la fuente de nuevos liderazgos. La
mafia y la corrupción son parientes cercanos que pueden ser derrotados aunque
desconfiemos de los mecanismos existentes.
Mercedes Pulido
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