Argentina acaba de sufrir un golpe
institucional comandado desde el Poder Ejecutivo a través de esa escribanía
oficialista que se hace llamar Congreso de la Nación, dirigido contra nuestro
sistema republicano previsto en el artículo 1° de nuestra Constitución
Nacional.
El objetivo del golpe es claro, y nadie tiene ya dudas al respecto:
depositar la suma del poder público en la camarilla de corruptos que gobierna
el país, cosa que les permitiría cumplir con su amenaza de “ir por todo” y,
además, garantizar la impunidad para ellos y sus amigos. Es por eso que tomar
el control de la Justicia constituye el paso decisivo para consolidar la
autocracia en los planes del kirchnerismo.
El golpe ha sido perpetrado, paradójicamente,
en nombre de una “democratización” que de democrática no tiene nada. Más de un
millón de personas colmaron las calles de todo el país el pasado 18 de abril,
poniendo de manifiesto que el pueblo no quiere ver morir su República. (¿Cuánta
gente estaría dispuesta a salir a las calles a defender la reforma kirchnerista
sin viandas ni beneficios clientelares de por medio?). Incluso, durante la
propia votación de la reforma totalitaria, miles de ciudadanos se congregaron
frente al Congreso a los efectos de hacer oír su voz entre tanto palabrerío pronunciado
por personajes de baja estofa y nulo espíritu democrático, como la diputada
Diana Conti (admiradora confesa del genocida Joseph Stalin y de su dictadura
comunista) que, sin ruborizarse, ahora pretendía dar cátedra de democracia a
los argentinos.
Tras una maratónica sesión de 17 horas
llevada a cabo en la Cámara Baja, lo cierto es que las cosas no han quedado
nada claras. En primer término, el kirchnerismo presionó por imponer el debate
único del paquete jurídico, cuando lo razonable era tratar artículo por
artículo dada la relevancia de la ley en cuestión, cosa que finalmente se logró
gracias a la reacción de una oposición que comenzaba a oler fraude y advertía
posibilidades de que el Frente para la Victoria no llegara al número necesario
para aprobar cada artículo por separado.
En segundo término −y como frutilla del
postre− al votarse el segundo artículo de la ley que reforma el Consejo de la
Magistratura, la pantalla gigante mostró 128 votos afirmativos en lugar de los
130 requeridos para su aprobación. El kirchnerismo se encolerizó y alegó
problemas técnicos con el sistema electrónico, repitió la votación, y consiguió
los 130 necesarios para establecer la nueva composición del organismo de
marras, violando el reglamento de la Cámara y provocando la retirada de la
oposición.
Para sumar sospechas al presunto (y poco
creíble) desperfecto técnico, la diputada a la que no se le habría computado
bien el voto fue nada menos que la neuquina Alicia Comelli, quien figuraba en
la campaña que varias ONG llevaron adelante publicando el nombre de los doce
diputados que estaban dubitativos respecto a la mal llamada “democratización de
la justicia”. Asimismo, se sabe que el partido de Comelli fue aliado del PRO y
que, durante su exposición en el recinto, la diputada planteó algunos reparos
en torno al proyecto kirchnerista, sobre todo en lo referido precisamente al
artículo 2°.
¿Qué pasó con Comelli? Es probable que su
estrategia haya sido la de quedar bien con Dios y con el diablo, dejando de
entregar su voto a un artículo con el que no comulgaba pero respecto del cual
creía que, con o sin su adhesión, sería aprobado por el kirchnerismo. Cuando
vio en pantalla que sin su voto los sueños del oficialismo se estropeaban, el
plan se desmoronó y tuvo que conceder su voto positivo (¿acaso por alguna
jugosa oferta a cambio?).
Comoquiera que sea, el proyecto retocado de
la reforma al Consejo de la Magistratura ahora retornará al Senado para su
revisión y será convertido en ley el 8 de mayo, de nuevo bajo un tratamiento
express que busca darle un maquillaje institucional a lo que precisamente
embiste contra las instituciones republicanas. Los límites a las medidas
cautelares y la creación de tres nuevas cámaras de casación ya son ley. La
sustancia de la reforma totalitaria que concede embozadamente la suma del poder
público al gobierno, ha sido parida en apenas 17 horas de debate, en lo que fue
un verdadero golpe institucional que derrocó a nuestro sistema republicano
basado en la división de poderes.
Aquellos incrédulos respecto al golpe
institucional acaecido en el país, deberían atender al artículo 29 de nuestra
Constitución Nacional que establece lo siguiente: “El Congreso no puede
conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los Gobernadores
de Provincias, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni
otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las
fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos
de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que
los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames
traidores a la patria”.
Traidores a la patria… eso y no otra cosa son
todos aquellos quienes sepultaron nuestra República en lo que fue un verdadero
golpe institucional contra la Justicia. Las cosas deben ser llamadas por su
nombre.
agustin_laje@hotmail.com
@agustinlaje
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