Recientemente, el portal analitica.com sacó
un editorial que nos preguntaba: “¿Son comunistas o fascistas?”. En él, criticaba el ataque realizado por
bandas armadas oficialistas contra los jóvenes que manifestaban su
inconformidad por las inequidades manifiestas del CNE a favor del oficialismo,
y comparaba ese ataque a las tácticas “que en el pasado fueron características
de los grupos fascistas europeos”.
Por
cierto —y en una digresión— uno de los vándalos armados tenía una pancarta
(sostenida con una cabilla, supongo) en la que se leía: “Sí a las cadenas” ¡Hay que tener bien lavado el cerebro para
afirmar eso!
Regreso. El editorial nos (les) recordaba a Ortega y
Gasset: "Ser de izquierda o de derecha en el siglo XX es una de las
innumerables formas de ser un estúpido y de tener hemiplejia moral", y
luego enumeraba las características que, según el tocayo Eco, son
identificadoras de grupos fascistas.
Al finalizar la lectura, suspiré y me dije a
mí mismo la frase que hoy sirve de título.
Porque, en verdad, cuando el hoy finado se jactaba de su invencibilidad,
era hacia allá adonde íbamos: una sociedad regimentada en la cual un líder
carismático tergiversa la realidad y lo decide todo a través de la hegemonía
comunicacional, donde ha de surgir un “hombre nuevo” que acepte que el Estado
está por encima de él —siendo que el hombre creó ese Estado para que lo
sirviera, no al revés—, y se apela a un nacionalismo exacerbado dizque para
enfrentar a un supuesto enemigo pero que solo es otro recurso para imponer sus
rigores militaroides a la población.
Ahora —con los poquita-cosa que son sus supuestos herederos— lo que
tenemos es una caricatura de lo anterior.
¿Qué les queda de fascistas? Solo
el culto a la personalidad (del interfecto), el intento de imponer un partido
único, el empleo de franelas “para identificar a los miembros de la secta”, y
los empeños en emplear “el terror como mecanismo para controlar a la sociedad”.
O sea, que han devenido en una grotesca
caricatura de lo que organizaron Mussolini, Hitler y Castro; en un mamarracho
que tiende a parecerse a lo que fue (y sigue siendo) el peronismo: algo que
comenzó con una asonada cuartelera, que exacerbó la discriminación política y
la asfixia de los contrarios; que tomó por asalto el ámbito educativo, los
sindicatos y los tribunales; que acabó con los diarios y emisoras que no se
plegaban a sus imposiciones; y que no tuvo escrúpulo alguno para emplear los
recursos del Estado y a las Fuerzas Armadas a fin de obtener sus objetivos.
Uno se maravilla de que la Argentina —quizás
el país más instruido de la subregión— haya llegado a ser regido por tal
caterva: puros gángsteres políticos que, por sus afanes populistas lo que han
logrado es una masa más desvalida y dependiente de la munificencia oficial; que
por entregar el manejo de la economía a ineptos, acabaron con el signo
monetario —hoy, allá, el dólar cuesta más de un billón de veces que lo que
costaba cuando tomaron el poder—; que, para poder mantenerse en el cogollo,
tienen que apelar a la violencia.
A eso es adonde vamos si dejamos que la misma
gente siga mandando después del 14-A: a un mal remedo del peronismo devenido en
kirchnerismo hoy. Si por allá, “La
Cámpora” se impone por la violencia, por aquí nosotros tenemos a “La Piedrita”;
si por allá hay un De Vido (uno de los enredados con el maletín de Antonini)
manejando oscuramente la economía; por aquí Giordani se arroga
discrecionalmente la decisión (encerrado en su despacho, sin testigos) acerca
del precio del dólar; si por allá no aparece el título de abogada de la
Kristina, por acá no se encuentra siquiera un diploma de bachiller para
Jirafales; si por allá tienen a alguien con pasado dudoso de montonera como
titular de Defensa para que se encargue de afianzar “la reconversión de la
Fuerzas Armadas”, por estos lados tenemos a un politicastro disfrazado con
uniforme verde pero que a estas alturas de su carrera no sabe la diferencia
entre una “deflagración” y una “explosión”.
¡Y lo peor es que lo proclama por Twitter!
Si queremos parecernos a las democracias
exitosas del mundo —Cuba y Argentina, por favor, abstenerse—, vale decir:
países donde hay separación de poderes,
empresa privada impulsora del desarrollo y libertad de expresión, solo “hay un
camino”: abajo y a la izquierda. Todos a
votar contra la bota…
¿Vas a seguir, Abigaíl?
Ayer, en una noticia acerca la ley que se nos
viene encima y en la cual el gobierno decide cuánto es que vale tu carro,
volvió a aparecer “automotriz”. Tres veces. Dos de ellas, mal empleada. ¡Por enésima vez, esa palabra es
fe-me-ni-na! Por tanto, ni “mercado
automotriz” ni “sector automotriz”, pero sí “industria automotriz”. ¿Será que es tan difícil?
hacheseijaspe@gmail.com
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