Muchos se preguntan en este tiempo como hace
este grupo de dirigentes que maneja gobiernos, para perpetuarse en el poder.
Habría que señalar que se trata de una
oligarquía política, perteneciente a una casta que trabaja por sus propios
intereses en alianza constante con un importante número de socios comerciales
de diferente magnitud, pero que intenta mostrarse como un movimiento
democrático amplio que procura
representar a los mas, ni siquiera a todos como recita casi siempre.
Pese a todo lo antedicho, no hay que quitarle
méritos a su estrategia general, por perversa que ella parezca. Con sus serias
deficiencias, ellos consiguen un éxito electoral que se deriva de una visión
pragmática de la política y que se construye bajo la premisa de sumar minorías
organizadas para derrotar y doblegar a las mayorías desorganizadas.
Ellos logran mantenerse unidos pese a la
diversidad y esa crónica heterogeneidad que los caracteriza. No son idénticos,
de hecho tienen sus disputas internas importantes, sus conflictos de intereses
significativos, pero a la hora de sostener el eje de poder, se concentran en
ello.
Les ayuda mucho los pocos escrúpulos que
tienen, y de ese modo pueden sustentar esa cohesión imprescindible, porque
tienen una prioridad superior, un objetivo común, indispensable, que tiene que
ver con su arraigada vocación de poder, esa que les permite dejar de lado
eventuales discrepancias. Se permiten entre sí esos matices, y hasta cierta
distribución de recursos económicos, porque saben que se necesitan, y que su
continuidad depende, en buena medida, de darle pilares sólidos a esa obra
política, exhibiendo la menor cantidad de fisuras posibles.
Su poder no es indestructible, pero saben que
cualquier división entre ellos, los presenta como más vulnerables y eso sería
una invitación a la derrota.
Pero saben también que no solo se trata de
mantenerse juntos, sino además de estar debidamente organizados. Y es en esto
donde se han profesionalizado lo suficiente y mas han progresado en estos
últimos años.
Para eso, han trabajado mucho en convocar a
una militancia rentada, con “cajas” suficientemente abundantes, que permiten,
en base a dinero, no solo financiar los ingresos de sus dirigentes de todas las
jerarquías, sino también avanzar en acciones concretas funcionales a su diseño
político.
Es que han aprendido la básica lección de la
división del trabajo, donde cada uno
tiene su rol, su misión, en función de los talentos relativos. Ellos se han
tomado la tarea de concretarlo, distribuyendo tareas, con la ventaja de
disponer de una tropa política en cuantía suficiente gracias a los fondos
estatales que manejan con absoluta discrecionalidad sin rendir cuentas.
Algunos se ocupan del contenido ideológico
del discurso, otros de la arenga política, ciertos dirigentes se dedican a la
confrontación con los opositores, mientras otros tratan de armonizar
civilizadamente, aunque en privado, con los adversarios de turno. Así mismo,
unos trabajan con los jóvenes, otros con los fanáticos, y muchos intentar que
la gestión sea demagógica y atractiva para los potenciales votantes.
En ese juego, todos tienen una misión, pero
funcionan, en el desorden y la improvisación cortoplacista propia del
populismo, con cierta sincronización inspirada en la motivación que solo el
poder consigue generar.
Han llegado hasta ahí, a la cumbre de la
conducción, por muchos motivos, algunos de ellos que no son mérito propio, pero
tampoco lo han logrado de casualidad, sino porque han entendido los ritmos de
la política e interpretaron mejor como apropiarse del escenario bajo los
paradigmas de un eficiente esquema de poder.
Del otro lado del mostrador, una sociedad
civil atónita, apática, y algo abúlica, presencia atropellos día a día, y se
muestra absolutamente impotente, con la sola excepción de intentos aislados,
espasmódicos, sin chance alguna de modificar el rumbo de la realidad, lo que
retroalimenta el “vamos por todo” que denota la crueldad de los que ostentan el
poder.
Para dar la batalla cultural, la política y
la electoral se hace indispensable tener primero un diagnóstico claro, y no
ocultar la realidad, por antipática y poco atractiva que parezca. Eso supone
también comprender que algo de esa estrategia del oficialismo, merece ser
imitada, es decir entender la necesidad de organizarse y sostener una cuota
consistente de unidad.
Pero para eso, hay que despojarse
previamente, y en forma individual, de algunas cuestiones, prejuicios, pruritos
y viejas creencias, alimentadas desde los gobiernos con mucho éxito, para
conseguir el “divide y reinaras”.
Se deben primero fijar prioridades, entender
que se necesita establecer un criterio y un discurso común bastante acotado, de
pocas consignas centrales, para evitar caer en la dispersión y el debate
estéril que solo distancia a los dirigentes, y culmina siendo funcional al
poder actual.
No se puede triunfar en ningún acto comicial
sin una importante dosis de organización. Y eso requiere, de por sí, un
esfuerzo mayúsculo para lograr esa profesionalización que la oposición no suele
ser capaz de mostrar.
No es posible dar la contienda con gente de
tiempo parcial, reclutados como voluntarios, y pretender ponerse a la altura de
un ejército de militantes rentados y con financiamiento para su actividad
política.
Cuando cierto grupo de ciudadanos dice que el
país no tiene solución, en el fondo están diciendo que no piensan sacrificar
nada de su habitual comodidad mundana, cotidiana, para construir algo que pueda
contrarrestar el poder, o al menos ponerle limites a los excesos.
Muchos que piden letra y esperan sugerencias,
dicen querer hacer algo al respecto, pero a poco de andar, empiezan a desplegar
la interminable lista de excusas que los justifica para no ser parte de NADA
que pueda ser una alternativa. Esa también es una variante, de hecho es la que
muestra el presente, de esa sociedad que “dice” querer modificar el rumbo de
las decisiones políticas, pero que frente a cualquier convocatoria de mínimo
esfuerzo, muestra sus propias limitaciones y su autoexclusión sistemática. Por
ahora, el poder puede estar tranquilo, porque del otro lado solo hay un grupo
de desunidos y desorganizados.
Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
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