“…..mientras algunos predicen casi con exactitud matemática el desenlace fatal, y otros se preparan para la revancha en el poder, existe un país que no solo sigue transitando por el camino del socialismo…”
Comentar el anuncio del jefe de Estado
venezolano sobre la reaparición de su enfermedad, y las distintas reacciones
que esto ha generado en la sociedad venezolana, resulta más que innecesario.
En
Venezuela no hay un ciudadano que se precie de serlo, que no sepa respecto a la
enfermedad del Presidente, sus dolencias, síntomas, sus últimas palabras antes
de operarse y hasta la fecha exacta en la cual dejará de respirar.
Periodistas,
médicos, políticos, abogados, estudiantes, hombres y mujeres, jóvenes o
adultos, todos tienen “información de primera mano” sobre los males
presidenciales. Frente a todo esto no hay lógica que se le enfrente, ni sentido
común que se le oponga, capaz de mitigar la
macabra competencia en la que se ha convertido el estado de salud del
hombre más poderoso del país.
Por supuesto que todo esto tiene alguna
justificación. Si reconocemos que estos últimos 14 años han estado amenizados
en Venezuela de toda serie de rumores, y de medias mentiras y medias verdades,
entenderemos cómo estas circunstancias, unidas a esa idiosincrasia tan
particular, de pretenderse sabedor de todos los secretos, y de alardear de la
existencia de las más confiables fuentes del planeta, hayan sido capaces de
desatar esta reacción.
Pero aun cuando pudiera ser entendible esta
actitud, el caso es que mientras algunos predicen casi con exactitud matemática
el desenlace fatal, y otros se preparan para la revancha en el poder, existe un
país que no solo sigue transitando por el camino del socialismo, sino en donde
sus protagonistas, actores secundarios y publico de galería, permanecen
intactos en sus puestos de combate, y no porque se encuentren en el epilogo de
la guerra, sino porque esta todavía no ha comenzado.
La razón por la cual Hugo Chávez llega al
poder no es un secreto para nadie. Por supuesto que su incursión en el intento
de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, lo catapulto a la fama. No
obstante, esa circunstancia por sí sola, si no hubieran existido ciertas
condiciones en el país, no hubiese sido suficiente para llevarlo hasta la cima
del poder y mantenerlo por tanto tiempo. Si acaso hubiera servido como tema
para una novela, o en el mejor de los casos para la filmación de un
largometraje.
Hugo Chávez,
el teniente coronel prisionero en una cárcel cualquiera, de cuyas
paredes –según recuerdo- llegaron a bajar nauseabundas aguas negras- no se
convirtió en jefe de Estado por milagro divino, ni por vocación de mártir, o de
dictador, como se le quiera llamar. Muchos años de frustración, de rabia y de
impotencia, tuvieron que acompañar a un grueso sector de la población venezolana,
representado por los mas pobres, para que pensaran en una opción distinta que
la que presentaban los partidos políticos tradicionales.
Estos 14 años de convulso gobierno
bolivariano han sido un reto para todos. Lo han sido para sus partidarios, quienes
han defendido su revolución contra viento y marea, y lo han sido para sus
detractores, los cuales han utilizado todo tipo de artimañas y estrategias para
neutralizar el desarrollo del socialismo del siglo XXI. El resultado de ambos
esfuerzos esta a la vista, y es que después de más de una década, no solo el
gobierno se ha mantenido en el poder bajo sus mismos parámetros, sino que el
presidente ha sido electo cuatro veces.
De allí que mientras el país se encuentra en
vilo, esperando conocer el verdadero estado de salud del mandatario venezolano,
muchos se han dado a la tarea de ofrecer, de acuerdo a sus perspectivas, su
solución para la salida del poder del hombre fuerte de Miraflores. Toda una
suerte de artículos de la Constitución de la Republica han sido mencionados,
como si esta fuera la verdadera solución del problema. Seguramente, en alguna
oportunidad serán invocadas dichas normas para hacerle frente al aspecto formal
del Estado, pero el pensar que la vida
de los venezolanos fluye a través de una ecuación jurídica, significa poco más
o menos que creer que en Venezuela no ha pasado nada. De ser esto cierto,
alguien tiene que decirles que están equivocados.
Hugo Chávez ha representado para muchos, no
solo la nevera, o la cocina que han recibido como beneficio de alguna de las
llamadas “misiones”. Tampoco simboliza
el pago de una cuota, la compra de un carro, la entrega de una casita, o la
posibilidad de ser atendido por un médico, así su título profesional estuviera
en entredicho. Ante la ausencia de una señal de consideración de parte de los
políticos tradicionales, Hugo Chávez ha abierto la puerta para que quienes le
han manifestado su confianza mediante su voto, mas nunca vuelvan a sentirse
relegados del mundo al cual pertenecen. Para eso cuentan no solo con el apoyo
presidencial, sino con un ejercito que esta allí para defender a la revolución,
así como con la posibilidad de organizar
grupos civiles con suficiente poder de fuego para demostrar no solo que la
revolución se respeta, sino que defenderán con su vida los logros y privilegios
que les han sido reconocidos durante estos años de gobierno. Mientras mas
rápido se comprenda esta realidad, será mejor para todos.
Son muchos los que han tratado de dilucidar
el porqué Hugo Chávez, frente a la posibilidad de una nueva contienda
electoral, ha escogido entre tantos otros candidatos a Nicolás Maduro como su
sucesor. Dicen que la decisión fue
producto de consenso en La Habana, discurren sobre la mayor posibilidad para
Chávez de controlar a este candidato por encima de sus pares. Hay quienes
incluso, respecto a la conducta asumida por el actual presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello, de arengar a
las fuerzas militares frente a cualquier eventualidad, han llegado a suponer
una animadversión en contra del sucesor designado. Olvidan en este último caso,
que de no presentarse a su juramentación el 10 de enero el presidente electo,
será Cabello, una vez ratificado como presidente del poder legislativo, quien
se encargaría de la presidencia hasta nuevas elecciones. Cualquiera fueran las
circunstancias, ¿Cuál sería la diferencia, si Maduro fue escogido en La Habana,
en la China o en Las Islas Malvinas, cambiaria esto el destino del país? En
todo caso, el oficialismo tiene a su Maduro por decisión directa de su líder
máximo, y si por alguna circunstancia este no pudiere cumplir con el mandato
popular, ya habrá otros Maduros que lo hicieren.
Venezuela libra una dura batalla. Frente a la lucha por la vida por parte del
actual mandatario, existe una gran incertidumbre sobre el futuro que le
corresponderá transitar a millones de venezolanos. Un futuro en donde todos los
venezolanos, tarde o temprano tendrán que encontrarse, no solo porque el país
les pertenece a todos, sino porque ya paso la etapa en que lo gobernaba un solo
hombre, porque ni Maduro es Chávez, ni las circunstancias en las cuales
eventualmente le tocará gobernar serán las mismas.
El drama de Venezuela no esta en su pasado
inmediato, ni en la enfermedad de su caudillo. La tragedia de Venezuela esta en
sus líderes, aquellos que hubieran podido sustituir del otro bando al gobierno que termina aun sin empezar, pero
cuyo proceder se ha encargado de eliminar a su propia gente bajo la excusa de
un candidato único.
¡Tantos hombres y mujeres sacrificados a
nombre de una unidad imposible de cumplir, por el mero hecho de que nadie puede
ser obligado a eliminar de su mente sus ideas, ni destruir sus sueños, para que
los ejecuten otros! ¡Tantos seres condenados al ostracismo, simple y llanamente
porque no han formado parte de algún grupo político de moda! ¡Tantos ingenuos
extorsionados moralmente, bajo la esperanza de obtener su libertad, el regreso
a la Patria, o la reincorporación a PDVSA, a cambio de un voto!
La tragedia de Venezuela no está en si el
presidente Chávez, bajo las irremediables leyes de la naturaleza, deja o no el
mando; el drama de Venezuela está en que no hay quien lo reciba.
trinitron208@aol.com
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