El fracaso económico
de Venezuela en términos de producción de bienes y servicios ha sido colosal
La semana pasada
asistí a una discusión sobre crecimiento de largo plazo en América Latina en la
Universidad de Barcelona. Aquí, la pieza de información que más ha llamado la
atención de los participantes ha sido el hecho de que la producción por habitante
de Venezuela cerrará el 2011 en un nivel similar al que tenía hace treinta y
cinco o cuarenta años. Si se ajustan las tasas de crecimiento económico que
reporta el Banco Central por las de crecimiento poblacional, cerramos 2011 en
el mismo nivel de 1974. Ajustando nuestra capacidad de producción por su poder
de compra, estaríamos al nivel de 1969. En cualquier caso, son treinta y cinco
o cuarenta años perdidos, estacionados allí, en el mismo lugar en donde nos
dejaran Raúl Leoni o Rafael Caldera (I).
Alguien apuntó por
ahí que semejante fracaso no tenía precedentes en países que no hubieren
sufrido guerras. Se me antojó una observación interesante y me di a la tarea de
revisar los datos. El único país con un desempeño en crecimiento por habitante
inferior a Venezuela entre 1970-2010 (-6,4% o -0,2% anual) es Nicaragua (-38,3%
o -1,2% anual), que en efecto sufrió una larga y cruenta guerra civil. Es
decir, es cierto que todos los que están peor que Venezuela (uno, en realidad)
han pasado por una guerra, pero no al revés. Hay países en América Latina que
han sufrido guerras civiles y conflictos armados internos y aún así exhiben un
desempeño muy superior al nuestro. Es el caso de Haití (cuya producción por
habitante creció 11,8% o 0,3% anual entre 1970-2010), El Salvador (48,3%;
1,0%), Perú (49,0%; 1,0%), Guatemala (49,5%; 1,0%), Honduras (51,0%; 1,0%), y
ya no digamos Colombia (110,3%; 1,3%).
Los últimos catorce
años, a pesar de la enorme bonanza petrolera de la segunda mitad, no han
cambiado el panorama. Entre 1998-2010 el crecimiento de la producción por
persona de Venezuela (ajustada por el poder de compra) cayó 1,7% en total
(-0,1% anual). Ese es el segundo peor de toda la región, sólo por detrás de
Jamaica (-2,1%; -0,2%). Curiosamente, una de las tasas de crecimiento per
cápita más altas del período la registra Cuba, que cabalgando sobre las ayudas
de Venezuela logró crecer 76,8% en esos doce años, equivalente a 4,9% anual. A
otros países que reciben nuestra ayuda también les ha ido bastante mejor que a
nosotros, como Nicaragua y Bolivia (ambos 18,5% o 1,4% anual). Nos han dejado
atrás Perú (56,7% o 3,8% anual), Argentina (31,7%; 2,3%), Colombia (24,5%;
1,8%) y Brasil (24,1%; 1,85%). Para México ha sido un período duro, contagiado
por la fuerte crisis de Estados Unidos, pero aún así su producción por
habitante creció 13,2% (1,0% anual) en estos doce años. Es decir, por
dondequiera que se le mire, el fracaso económico de Venezuela en términos de
producción de bienes y servicios ha sido colosal. Alguien podría apuntar que
faltan los últimos dos años, en donde crecimos alrededor de 5,0% en cada uno.
Si, es cierto, he utilizado las cifras hasta 2010 para poder hacer
comparaciones regionales en términos de poder de compra, pero no es menos
cierto que ese crecimiento empujado a punta de deuda y gasto público será
severamente reversado en los años por venir. En el largo plazo no tiene sentido
seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. Esa, según me contó
un apreciado psicólogo judío, es la definición de locura.
Es natural que una
sociedad en donde la producción de bienes y servicios no crece se obsesione con
la redistribución. En nuestro país el discurso que hace énfasis en el
crecimiento se ha vuelto tabú, banalizado por las cadenas presidenciales en donde
se divide el producto interno bruto de Venezuela en bolívares entre 4,30, y
luego se insiste en que hemos crecido alrededor de 300% por ciento "en
dólares" (como dijo el presidente Chávez, "si algo se duplica es que
creció 200%, si se triplica es que creció 300%, y así sucesivamente... ").
Inclusive, la expresión "productividad" ha llegado a ser prohibitiva,
"suena a neoliberal", mera trampa de la jerga capitalista para
promover la explotación del hombre por el hombre. Hemos sido necios según la
acepción de Boecio, pues para no caer en esa trampa, hemos caído en otra peor.
Si se trata de promover el desarrollo y reducir la pobreza de manera
sostenible, en algún momento alguien tendrá que atreverse a levantar la bandera
del crecimiento económico y de la productividad, alguien deberá aceptar el reto
de persuadir y convencer, de ir mucho más allá del repetir lo que los focus
groups (apoteosis de la desconexión política) nos indican que la gente quiere
oír.
@ miguelsantos12
miguelangel.santos@hushmail.com
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En otras palabras y si mal no me equivoco, durante 14 años se han pagado y dado el vuelto; y lo que queda nos lo tenemos que repartir como buenos hermanos, para darle continuidad a lo primero. Si estoy lejos de entender, le agradezco me acerque. Gracias.
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