El espíritu unitario, cívico y democrático del 23 de Enero de 1958
que logró el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se forjó
como resultado de una larga y dolorosa lucha ciudadana. La represión política,
la persecución, la censura, la ilegalización de los partidos, el desconocimiento
de la voluntad popular mediante el fraude electoral de 1952 y la sustitución de
las elecciones de 1957 por un plebiscito a favor del tirano, fueron hechos que,
además de la situación de pobreza de diversos sectores del país y del notorio
peculado contra los dineros públicos, no podían ocultarse bajo la ejecución de
obras públicas y la existencia de un ambiente de seguridad fundado en el
terror.
Condenando
la sistemática violación de las libertades de los venezolanos que comenzaba en
Venezuela entonces, Leonardo Ruiz Pineda denunció que: “La República no había
padecido antes tan brutales persecuciones… Más de diez mil ciudadanos han
desfilado por las cárceles de Venezuela en promociones sucesivas de rehenes,
aprehendidos como víctimas del rencor policial… El país es irreconocible con el
Triunvirato surgido de la traición de noviembre de 1948. En cada ciudad, en
cada pueblo, aún en las más distantes aldeas de provincia surgen la voz de
protesta, la hoja volante que llama a la lucha, la inscripción mural contra la
persecución y manejo deshonesto de los dineros nacionales”. “El Obispo”, la
“Penitenciaría de San Juan de los Morros”, el “Campo de Concentración de
Guasina” y otros lugares, fueron sitios de tortura y de crimen.
Los
partidos políticos opositores integraron la Junta Patriótica en junio de 1957,
movimiento social en contra del continuismo dictatorial. Sin embargo, la
dictadura se impuso a través de un dudoso plebiscito contrario a elecciones
libres, universales, directas y secretas.
En
mayo de 1957, la carta pastoral del arzobispo Monseñor Arias Blanco reclamó
ejemplarmente la vigencia los derechos sociales y laborales. En enero de 1958,
la Iglesia Católica se pronunció a favor de “una cooperación sincera y activa a
la patria” y calificó como “sagrados los deberes cívicos, que ya en su nombre
llevan el sello de la obligación”. Surgieron actos de descontento militar. La
Federación Cívica de Gremios Profesionales, el Colegio de Ingenieros, los
sindicatos, los intelectuales y otros, también se manifestaron. La Junta
Patriótica convocó a una huelga general el 21 de enero y, al caer el dictador
el 23, exigió el respeto a los derechos ciudadanos, libertad de prensa y
expresión, elecciones libres. Igualmente propuso “un clima propicio a la paz
pública… la imperiosa necesidad que las fuerzas políticas acuerden una tregua
prudencial…”.
Era pues el momento del retorno a la democracia en Venezuela y según Monseñor Arias Blanco: “el momento de la paz, de la armonía y de la convivencia de todos los venezolanos…, que demuestren con su conducta noble y patriótica que quieren y pueden vivir en paz, dando así al mundo de hoy, agitado por el odio y la violencia, el ejemplo de una República modelo, que sabe disfrutar de los beneficios de la civilización…”.
jose
felix diaz bermudez
jfd599@gmail.com
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