¨Nos encontramos en la Semana Santa, días en los que veneramos el
misterio de la cruz. La Iglesia proclama con profunda emoción ese antiguo himno
litúrgico, transmitido de generación en generación, y repetido a lo largo de
los siglos por los creyentes. La Semana Santa, centro del Año litúrgico, nos
hace revivir los acontecimientos fundamentales de la Redención relacionados con
la muerte y la resurrección de Jesús. Se trata de días conmovedores, llenos de
un clima especial que envuelve a todos los cristianos; días de silencio
interior, de oración intensa y de profunda meditación sobre los eventos
extraordinarios que cambiaron la historia de la humanidad y dan valor auténtico
a nuestra vida¨. JUAN PABLO II AUDIENCIA GENERAL miércoles 26 de marzo de 1997.
Quisimos iniciar el presente escrito con las referidas palabras de quien el pasado 1ro de mayo fue
elevado a los altares como beato de la Santa Iglesia Católica
Apostólica-Romana, primeramente en razón de la proverbial sencillez pedagógica
de su verbo escrito, pero fundamentalmente por su referencia final al valor de
la Semana Santa como vía adecuada para el cambio auténtico en la vida de las
personas.
Ello viene al caso, por cuanto aún con la asistencia a las celebraciones
litúrgicas de rigor, podríamos quedarnos en lo anecdótico, dejando pasar tan
importante ocasión de hacer más coherente nuestra vida diaria en relación a la
fe que decimos profesar, coherencia ésta cuyos frutos deben traducirse en
conductas ordenadas a la ética cristiana y sus valores de: verdad, honradez,
solidaridad, justicia, trabajo.
Es la unidad de vida que nos exige esforzarnos por imitar al Maestro.
Calumnias, disgustos, problemas familiares, dificultades económicas y todos los
contratiempos que se nos presentan a diario, servirán para identificarnos con
el sufrimiento del Señor en la Pasión. La Muerte de Cristo, nos invita
igualmente a morir, no físicamente, sino luchando por alejar de nuestra alma
los antivalores del egoísmo, la avaricia, la soberbia, es decir a la muerte del
pecado. Así, mediante la contemplación del misterio pascual y la concreción de
propósitos hacia una vida integral como verdaderos católicos, nos llevará en un
futuro, a gozar de la presencia de Cristo resucitado por toda la eternidad.
De tal manera que, la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesús de Nazaret, es decir la Semana Santa, puede adquirir si así lo
decidimos, un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos invita individual
y colectivamente a la construcción de un mundo mejor, dirigiendo todo nuestro
accionar humano, sea político, económico, social, artístico, hacia el
cumplimiento debido de la verdad evangélica. En esa misma medida estaríamos
conmemorando adecuadamente la Semana Mayor. ORA y LABORA.
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