La
precariedad con la que habló Aponte Aponte es prueba de que Venezuela es una
oclocracia; un país gobernado por los peores, escogidos todos para los más
altos cargos, precisamente porque ellos pagan, agradecidos, con la lealtad
perruna que se les exige...
CON LA VARA QUE MIDAS SERAS MEDIDO |
Ya
lo imaginábamos. Las revelaciones del exmagistrado Aponte Aponte no nos cayeron
de sorpresa. Si acaso, apenas nos han confirmado lo que a muchos nos parecía
visible desde hace tiempo. Lo que estamos viendo es la deriva natural de los
apoyos a la guerrilla colombiana. La falta de controles y de escrúpulos no
podía sino favorecer la introducción del narcotráfico en el Estado venezolano.
La
Fuerza Armada Bolivariana fue colocada justo en la posición que beneficiaba
estos nexos obscenos. Cuando el poder se ejerce "sin complejos", como
dice el señor Cabello, todas las desviaciones caben. No es raro que Venezuela
se haya convertido en el centro de operaciones predilecto de las mafias de la
droga. Todo era imaginable, pero que los cuarteles sean depósitos de cocaína no
podía caber ni en la mente más fantasiosa. A este punto hemos llegado. El botín
de la renta petrolera les fue insuficiente a los jerarcas de la revolución, tan
adictos al poder como al dinero.
Probablemente
este caso pasará a formar parte del inventario de la impunidad. Tampoco nos
extraña. En cualquier otra parte, un testimonio semejante al de Aponte Aponte
habría resultado letal para la estabilidad de cualquier gobierno. Pero en
Venezuela reina la anomia. Por eso el gobierno bolivariano no ha conocido de
límites y por eso el país sigue encaminado hacia el foso. El Poder encubre con
su nombre toda la inmoralidad de estos años.
La
verdad es que en la nomenclatura revolucionaria nadie tiene motivos para ser
decoroso. Basta levantar bien en alto las banderas del "proceso" para
obtener los favores más escabrosos. Y ni hablar de la llamada contraloría
social: una farsa ideada para corresponsabilizar a los ciudadanos de los
delitos más repugnantes. En esto ha quedado el "empoderamiento"
popular.
La
precariedad con la que habló Aponte Aponte es prueba de que Venezuela es una
oclocracia; un país gobernado por los peores, escogidos todos para los más
altos cargos, precisamente porque ellos pagan, agradecidos, con la lealtad
perruna que se les exige... El exmagistrado no se arrepiente de sus delitos;
sólo lamenta haber perdido la confianza de sus camaradas. No entiende qué hizo;
no sabe de lo que se le acusa. El verdugo cumplió todas las órdenes que se le
extendieron desde la Vicepresidencia y aún así se convirtió en
"víctima". Una víctima condenada a ser medida por la propia vara con
que midió a tantos inocentes.
Aunque
se hagan llamar revolucionarios, todos los regímenes autoritarios derivan en lo
peor. El chavista no es diferente. La superioridad moral con que solían
presentarse sus jefes hoy es un chiste de mal gusto. Un insulto que debería
impactar en el rol de la FAN el próximo 7 de octubre.
Argelia.rios@gmail.com
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