Jesús Ángel Paz
Galarraga era mi Tío. Lo enterramos la semana pasada. Mi madre, su única
hermana, lo antecedió en el camino a la eternidad. También su esposa, nuestra
siempre recordada Victorita, como cariñosamente le decíamos. Ahora están todos
juntos, incluido mi padre quien partió primero, hace ya algunas décadas.
Durante mucho tiempo las dos ramas de la misma familia vivimos juntos. De allí
la estrecha relación entre los hijos de ambas. En definitiva somos unos primos
hermanos más hermanos que primos. Tuvimos la inmensa fortuna de crecer con dos
padres y dos madres que no regatearon esfuerzos y sacrificios para darnos una
formación adecuada. Cuando circunstancias de la vida y de la política me
obligaron a abandonar físicamente Maracaibo, tuve la fortuna de encontrar en
Caracas, durante varios años, el techo y el calor humano que tanta falta me
hacían en aquellos momentos. Mi Tío era el Secretario General Nacional de
Acción Democrática y yo el Secretario Nacional Juvenil de COPEI. Era la época
de Raúl Leoni como Presidente. Hubo momentos de coincidencias felices. En una
parte ocasionalmente se reunía la alta dirigencia adeca y en otra la dirección
juvenil copeyana. El respeto fue siempre la norma que rigió nuestras estrechas
relaciones. Salí de su casa cuando monté la mía a raíz de mi matrimonio.
Mi Tío era toda una
leyenda de la política venezolana. Eminente médico pediatra abandonó todo en la
lucha frontal contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Sufrió exilio,
conoció los peligros de la clandestinidad y por más de siete años estuvo en los
calabozos de la Cárcel de Maracaibo en Bella Vista, después Retén Policial y
luego convertido por mí cuando era Gobernador en Museo de la Gaita. Durante los
años de prisión la familia estuvo presente los martes en la mañana, día de
visita. Allí pasamos las navidades y recibimos los años nuevos junto a la
enorme parentela de todos los “procesados militares”, como le decían a los
presos políticos. Hombres recios y honestos, a quienes aprendí a querer y
respetar desde muy niño. Inolvidables tanto la tristeza por el plebiscito de
diciembre de 1957 y el fracaso del alzamiento militar del 1° de enero del 58
como la enorme alegría vivida en la casa en la madrugada del 23E-58 cuando la
voz del Contralmirante Wolfgang Larrazabal Ugueto anunciaba la caída de la
dictadura y el retorno a la democracia y la vida en libertad. Recuerdo la
salida de los presos llevados en hombros del pueblo hasta la Plaza de la
República.
Luego fue la
normalización de todo y el ascenso a las alturas del poder político en los
gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. La ruptura, años después, con Acción
Democrática y la fundación del Movimiento Electoral del Pueblo. Tuvo mucho
poder en sus manos. Senador del Zulia varios períodos. Murió a los 92 años como
vivió. Consecuente y honrado. Para mi era un tío-padre. El vacío es enorme. La
familia se reduce. ¡Ahora los “viejos” somos nosotros!
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 13 de febrero de 2012
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