Hechos de tanta trascendencia
histórica como los ocurridos ayer – el comienzo de una auténtica, de una
verdadera revolución democrática – requieren de tiempo para ser madurados,
analizados, comprendidos. Pero deben ser asumidos de inmediato para iniciar el
estudio de los mismos. Para darle un nombre no se me ocurre otro que el título
de una hermosa canción del trovador Silvio Rodríguez: la era está pariendo un
corazón. Venezuela, a partir de este 12 de febrero, ingresó a un nuevo ciclo
político de su historia democrática.
Ayer, para algunos de manera
absolutamente sorpresiva, para otros perfectamente previsibles – y es mi caso –
Venezuela sacó a relucir su garra profundamente democrática, participativa,
capaz de grandes acciones. Si no la más alta en la historia de los procesos de
Primarias en América Latina y Occidente, la cifra de 3 millones de electores
supera los cálculos más optimistas. Vista en proporción a la cantidad total de
inscritos en el registro electoral y descontada la cifra de abstención
registrada en nuestro último proceso electoral, ayer participó casi el 30% del
universo electoral activo del país. Una cifra jamás alcanzada en procesos
semejantes en Europa y América Latina. Muchísimo menos en los Estados Unidos.
Lo cual demuestra una inmensa capacidad de movilización de las fuerzas
opositoras que llevaron más del 50% de sus fuerzas a la participación directa.
Lo cual lleva a presumir que la victoria final está a las puertas.
Es la gran, la inmensa sorpresa que
nos deja la maravillosa jornada de ayer. La segunda gran sorpresa fue,
indudablemente, la arrolladora victoria de Henrique Capriles, que más que
duplicó a su contendor más inmediato, Pablo Pérez. Un hecho que ni uno ni otro
habrán esperado. Y que demuestra algunos aspectos cruciales del momento
político que vivimos y el proceso que se abre a partir de este 12 de febrero.
En primer lugar, la extraordinaria conexión lograda por el joven gobernador de
Miranda con los electores y particularmente con los jóvenes, protagonistas
estelares de la jornada de ayer. Arranca nuestro candidato con un respaldo
descomunal, lo que despeja cualquier duda sobre su legitimidad. Respaldo que,
estamos seguros, se acrecentará exponencialmente en el curso de la campaña,
generando el tsunami que barrerá con las actuales autoridades nacionales.
La tercera gran sorpresa es el
agotamiento, por no hablar de eclipse de las llamadas “maquinarias” de los
partidos tradicionales. UNT, AD y COPEI se mostraron incapaces de cumplir con los montos de votos
asegurados por sus militancias. Y lo que es más grave, su desconexión con el
sentimiento nacional. Cometieron dos errores de cálculo en que basaron su confianza:
subestimaron el deseo de participación de la voluntad opositora, menospreciaron
el volumen del voto independiente y sobrestimaron la capacidad de su
movilización partidista. Un error en el análisis de la voluntad nacional y en
la capacidad de sus propias fuerzas. Sería recomendable, en bien de ellos –
piezas esenciales del ajedrez político nacional -, que se sometieran a un
proceso de revisión autocrítica y asumieran la necesaria renovación de sus
propuestas e ideologías. Deben abrirse a las corrientes renovadoras de los
nuevos tiempos, abandonar sus taras conservadoras y asumir con valentía el
cuestionamiento de sus máximas autoridades. Así, constituyen más un lastre que
un carburante a la campaña que se inicia con tan promisorios augurios. No deja de
ser un hecho interesante constatar que un partido nuevo como Primero Justicia
arrasó con los tres partidos históricos. Es un hecho de capital importancia que
debe ser analizado y asumido.
Finalmente, el valor, la lucidez y
el coraje de los candidatos ajenos al establecimiento no se vieron
recompensados con el respaldo electoral que hubieran merecido. La sociedad
venezolana, a ese respecto, mostró ser más precavida, por no decir
conservadora, de lo que hubiera sido recomendable. El aporte que la juventud,
la lucidez y la experiencia de María
Corina Machado, Diego Arria y Pablo Medina demostraron a lo largo de esta pre
campaña será fundamental para blindar en todo el espectro de los anhelos
nacionales la larga marcha al 7 de octubre. Que no será un paseo por un jardín
de rosas, sino una lucha contra un enemigo todopoderoso, capaz de todos los
extremos por mantenerse en el Poder. Pues en ello le va la vida. Luchadores
probados y valerosos como Machado, Arria y Medina pueden ser arietes temibles.
Quedan pendientes compromisos
cruciales que ya ayer se hicieron notar: la presencia de todos los
precandidatos y de Antonio Ledezma en la tarima de nuestro candidato
presidencial Henrique Capriles augura una férrea unidad nacional. El extraordinario
discurso de Pablo Pérez, un zuliano de gran nobleza y generosidad, deja ver el
deseo de aunar fuerzas y empujar el carro de la victoria hasta lograr el
ansiado éxito. En suma: una jornada completa, plenamente satisfactoria, que
anuncia a los cuatro vientos lo que ya es una realidad indiscutible: la era
está pariendo un corazón.
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