Los diez años de los atentados del 11 de setiembre en los EE.UU., se cumplen cuando se plantea el debate sobre si ha entrado en decadencia como potencia global.
La crisis global aumenta el debate sobre la decadencia de los EEUU. Hay quienes sostienen que el país ha entrado en un ciclo de decadencia histórica irreversible, como sucediera con los imperios occidentales: Roma, España y Gran Bretaña. La postura contraria sostiene que EEUU sólo está teniendo un tropiezo coyuntural y que su predominio mundial todavía durará mucho tiempo, dada su ventaja sobre el mundo emergente en múltiples sectores y actividades. Entre ambas posturas hay quienes sostienen que sólo se trata de un reacomodamiento tras el cual surgirá un nuevo orden con dos potencias, una en occidente y otra en oriente: EE.UU. y China. Se trata de un debate crucial para América Latina, que por geografía e historia es una región donde la hegemonía estadounidense es y será muy fuerte por lo menos en el corto y mediano plazo. Hay quienes comienzan a tomar medidas prematuramente, asumiendo que la influencia de Washington ha entrado en una declinación inevitable y que las potencias BRIC ya lo están sustituyendo. La realidad es que la influencia de los EE.UU. en el tercio de América Latina que está el norte del Canal de Panamá (México, América Central y Caribe) es y será muy fuerte, ante todo por el fenómeno hispano y el crecimiento demográfico. En cambio es probable que en los dos tercios de América Latina que están al sur del Canal de Panamá sea decreciente y que en esta región (UNASUR) la influencia de las potencias emergentes -comenzando por Brasil- crezca.
La historia muestra que cuando los imperios se expanden, el aumento del gasto militar que ello exige, termina arruinando su economía, llevándolos al un colapso inevitable. Es la tesis del historiador norteamericano Paul Johnson, que se verifica en el fin del imperio romano en los primeros siglos de la era cristiana, donde la necesidad de contratar mercenarios, combinada con la inflación generada para pagarlos, terminó con Roma; o en el caso del imperio español entre los siglos XVI y XVIII, cuando diversas guerras en Europa como la de Flandes, llevaron a la Corona a gastar el oro y la plata extraídos de la actual América Latina, en contratar y financiar ejércitos. Es lo sucedido también con el Imperio Británico, cuando su participación en las dos guerras mundiales del siglo XX, determinada por sus intereses globales, terminó agotando y desarticulando el Imperio. Hoy EE.UU. tiene el 45% del gasto militar mundial siendo sólo el 22% del PBI global, y esta diferencia tiende a aumentar. Desde esta perspectiva, parece darse exactamente la situación que precipitó la caída de los imperios occidentales. Según la nueva medición del FMI, la economía china alcanzará a la de EEUU en 2016, pero su gasto militar es aproximadamente ocho veces menor que el estadounidense.
Pero EE.UU. no es un imperio sino un estado-nación y además su riqueza en recursos naturales, territorio y población la transforman en otra potencia BRIC. Los tres imperios mencionados se desarticularon territorialmente, porque en realidad no eran un estado nacional sólido y unificado. Al perder la metrópoli la capacidad de controlar los territorios adquiridos por la fuerza, ello hizo colapsar el Imperio. El caso más reciente es Gran Bretaña, que perdió después de la Segunda Guerra Mundial sus colonias en África y Asia incluyendo la India y Pakistán -que hoy son potencias nucleares-, y finalmente Honk Kong en la última década del siglo XX. Paralelamente Canadá, Australia y Nueva Zelanda pasaron a tener un real grado de autonomía nacional, más allá de mantener la sujeción simbólica a la corona. Esta no es la situación de los EE.UU., exceptuando ideas extremistas como la que llegó a plantear el gobernador de Texas (Perry), alineado con el Tea Party, al amenazar con una secesión si el gobierno federal no cambiaba sus políticas. Cabe recordar que hace menos de un siglo y medio el país se vio conmovido por una sangrienta guerra civil que evitó la secesión. En los años sesenta, el ensayista francés Raymond Aron publicaba su libro La República Imperial, en el cual analizaba la doble característica que tenía los EE.UU. y que lo hacía un fenómeno singular en la historia. Pero además, es el tercer país del mundo por el valor de sus recursos naturales, por población y territorio es una potencia emergente con más habitantes que Brasil y Rusia, y tiene en recursos naturales un valor que supera a la última e India. EE.UU. es el único país del mundo que al mismo tiempo tiene las condiciones de potencia emergente y de país desarrollado. Sólo la secesión podría hacer válida la tesis historicista sobre el fin de los imperios occidentales, que hoy parece verificarse en la relación economía-gasto militar de la primera potencia del mundo.
Por esta razón, el escenario más probable es que EE.UU. pase a compartir con China el liderazgo mundial tras dos décadas de ser la única hiper-potencia. De las diez mejores universidades del mundo ocho están en los EE.UU., país que gasta en ellas el doble que Europa y tres o cuatro veces lo que gasta todavía China y ello es una ventaja que no desaparece en el corto y mediano plazo. Además tiene una gran capacidad de asimilar lo diferente. Los dos secretarios de estado de Bush fueron de origen afro (Powell y Rice) y ahora alguien de esta minoría ha llegado a la Presidencia (Obama). Pese a la crisis, la fuga de cerebros hacia los EE.UU. se sigue dando y la sufre no sólo Asia, sino también la primera economía de Europa que es Alemania. Los hispanos permiten mantener una alta tasa de crecimiento demográfico, lo que hoy ha pasado a ser más una ventaja que desventaja para una potencia global, evitando los problemas de envejecimiento de la población que ya enfrentan China y Rusia.
A ello se agrega la posición geográfica de EE.UU., con la costa Este funcionando más próxima a Europa y la oeste al Asia, lo que permite coexistir al mismo tiempo con ambos modelos.
En conclusión al cumplirse diez años de los atentados del 11 de setiembre, resulta claro que este hecho, quizás haya marcado el inicio del fin de los EEUU. como hiperpotencia o única potencia global, sin que ello implique su final como una de las grandes potencias del mundo, que seguirá siendo por mucho tiempo
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