El caso venezolano es crudamente patético. Las arbitrariedades están a la orden del día. Desde luego, a instancias de un poder vertical, además militarizado, mediante el cual se ha venido desarreglando la institucionalidad democrática. Y peor aún, las prácticas éticas y morales que rigen el comportamiento de la sociedad.
El hacer de la política no sólo compromete actitudes, sino que muchas veces es demostrativo de displicencias que encubren infundadas razones de gobierno. Es por eso que, de manera reiterada, se observan decisiones gubernamentales afianzadas sobre criterios insuficientes por los cuales las ejecutorias asumidas terminan desfigurando o trastocando las realidades trazadas tanto al nivel de discurso, como al nivel de planes de gobierno.
El caso venezolano es crudamente patético. Las arbitrariedades están a la orden del día. Desde luego, a instancias de un poder vertical, además militarizado, mediante el cual se ha venido desarreglando la institucionalidad democrática. Y peor aún, las prácticas éticas y morales que rigen el comportamiento de la sociedad.
En virtud de lo anterior, es indiscutible asomar inferencias que dan cuenta de un des-acomodo no sólo de las instituciones públicas. También, de los criterios que suponen el ordenamiento jurídico, territorial, y político. Aunque igualmente, el devenir de la economía y los procesos asociados a su estructura.
En consecuencia, Venezuela es hoy el producto de una atroz trasgresión que atraviesa todas sus esferas y dimensiones. Mientras que en otros países se tienen gobiernos que exhortan el esfuerzo humano en aras del mayor bienestar posible, acá las tendencias apuntan a revertir situaciones y condiciones logradas luego de muchos sacrificios, emprendimientos y advenimientos de procesos públicos de depuración administrativa.
De ahí que resulte grotesco aceptar una orden presidencial dirigida a acabar con la riqueza bajo el entendido de que “ser rico es malo”. Es decir, que ser pobre es lo correcto. Ó sea, exaltar la pobreza como proyecto de nación lo que en medio del socialismo pretendido pareciera ser la excusa innegable para acometer las series de barbaridades que el alto gobierno ha venido determinando a través de locuaces pronunciamientos realizados sin la menor formalidad ni el aval de análisis politológicos o sociológicos. Mucho menos, respetando la teoría económica.
Frente a lo vivido y a lo que pareciera por vivirse de no salir del marasmo al cual está llevando este gobierno al país, la situación nacional pudiera entrar en franco deterioro toda vez que las altas decisiones forjan a ello. En otras palabras de no evitarse lo contrario, Venezuela estaría (o ya está) en la vía de convertirse en un país de pobretones.
VENTANA DE PAPEL
Ante un futuro incierto
¿Por qué tanto misterio acerca de la condición de salud del presidente Chávez? O acaso que cualquier información que pueda bajar a nivel de la población venezolana atenta contra su recuperación? No es correcto que se limite el derecho de la nación a ser informada, y tenga que andarse a la deriva. Sin embargo, en medio de la incertidumbre que viene viviéndose desde la última gira de Chávez, en Junio pasado, que tocaba a Brasil, Ecuador y Cuba, los problemas nacionales se ha empeorado. Las señales de gobierno en el país son precarias. Muy a pesar del esfuerzo por exaltar los altos cuadros militares mediante ejercicios que lucen casi como ridículas pantomimas. O sea, como para dejar ver que el poder reside en la fuerza militar. Aún así, es innegable observar que cuando Chávez se ausenta por motivo de sus cacareadas curaciones realizadas en Cuba, el desorden gubernativo es superlativo. Al vicepresidente Jaua, lo bailan los factores políticos allegados al gobierno central lo cual es indicativo de que las luchas al interior del partido de gobierno, son espantosamente viscerales. Cada uno halando de la cuerda con la mayor fuerza posible para ver cuál se queda con la mejor tajada. De ese tamaño es también la divergencia que está produciéndose entre el estamento militar y el sector civil al tiempo que la situación política sigue deteriorándose. Más aún, mientras dure el difícil proceso curativo del presidente que viene realizándose en Cuba. Como si allá la medicina estuviera más adelantada que en Venezuela o Brasil. Contradicciones veredes, Sancho.
¿Se acrecienta la pobreza?
La pobreza continua siendo un tema tabú o vedado por limitaciones no más de conocimientos que por causa del interés politiquero para así sacarle provecho a su incidencia. Las ciudades siguen poblándose de exiguas comunidades sin que la mano del gobierno central se vea por algún lado. Sólo en momentos de comicios. Salvo la gestión de la Iglesia Católica y de organizaciones no gubernamentales. Pero sucede que la pobreza no se combate con discursos politiqueros ni con paliativos. Menos, regalando combos de electrodomésticos sin siquiera contar con la fuente de energía eléctrica que garantice su utilización de forma debida. O con la cultura operativa necesaria para su óptimo provecho. Indiscutiblemente, la pobreza es un fenómeno sumamente complejo, con múltiples causas y manifestaciones. Aunque por tremendismo proselitista, se enfatiza en la privación o insatisfacción de necesidades básicas materiales que presentan las personas que la padecen lo que tergiversa el sentido del concepto. Y justamente, es lo que rinde frutos a la inmoralidad de la política criolla y de ciertos dirigentes políticos para hacer alarde de fatuas declaraciones cuyos anuncios y discursos no tienen sustento alguno. Sobre todo, en este país en el que una figurada revolución, refiere la “construcción de un hombre nuevo” Sólo que no dice “nuevo pero con hambre”. Entonces, ¿cómo no ha de acentuarse la pobreza si el país está siendo dirigido para sucumbir y de sus cenizas armar una nación consumida por la desidia aclamada desde el enclave ideológico de una patria socialista?
Sueldos de hambre
Las decisiones del alto gobierno en materia de economía, están llevando al país a un profundo caos. Con los elevados ingresos petroleros obtenidos, el Ejecutivo Nacional ha tomado medidas tan desacertadas como desastrosas con una serie de descomunales préstamos solicitados a cambio de petróleo y pagaderos en cuotas sorprendentemente inverosímiles. No se conformó con quitarle dinero a China. Ahora lo hace con Rusia para compra de armamento de guerra. Mientras tanto, la inflación golpea con mayor crudeza el bolsillo de los venezolanos. Razón tienen los magistrados para determinar que el monto de sus tickets de alimentación sea de diez mil bolívares. Pero los maestros y profesores universitarios no tienen ese poder para decidir el monto justo de sus ingresos. Los aumentos aprobados unilateralmente por el presidente de la República, son menesterosos. Se vive una Venezuela donde las realidades son contradictorias. No sorprendería que Haití, con todas sus penurias, supere a Venezuela en cualquier momento. Las decepciones de quienes egresan de una Universidad pública, son de terror. Por ejemplo, un amigo que hace estudios doctorales en Alemania, dice “yo siendo profesor Universitario, a dedicación exclusiva y con un Master, gano 2000 bolívares... 200 más que un maestro de Escuela. 400 menos que un policía. 500 menos que un médico. Y no me comparo con un diputado cuyo escaño no requiere más que lo que estudié para ser profesor de una Universidad autónoma nacional. O sea, para no dar más pena ni lástima pues me aventaja en demasía........ Gracias, La Gerencia...”
¡Tanto para nada!
El régimen, en su empeño por venderse como el mejor, vive embarrándose hasta los tuétanos. No sólo sucede así cuando pavonea con lo que solamente promete. Son también, los yerros que pretende acometer por el sólo hecho de estar en el poder. La metida de pata de la ministro de Asuntos Penitenciarios, al prohibir que las policías apresaran delincuentes, quedó demostrada gracias a la sensatez de unos pocos magistrados que supieron darle la vuelta al problema. Los medios de comunicación oficiales, los utiliza el régimen para envalentonarse, amenazar, humillar u ofender sin derecho alguno. Igualmente, para mostrar como mucho lo poco que ha realizado en casi doce años de futilidades. En fin, se regodea de artilugios para mostrar (como gran cosota) lo que por deber constitucional debe realizar. Pero no a modo de migaja. Lamentablemente, no pudo. Menos podrá ahora cuando se le acaba el tiempo. Es la verdad. ¡Tanto para nada!
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