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miércoles, 22 de septiembre de 2010

TRIBUNA LIBERTARIA. COMPENDIO OPINÁTICO. 22/09/10 RAUL AMIEL. CON PONENCIAS DE ALONSO MOLEIRO, MACKY ARENAS, HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, ALBERTO PINEDA


¿Triunfará la oposición?

Alonso Moleiro

¿Podría la oposición obtener un triunfo en estas elecciones parlamentarias? No es nada sencillo responder esta pregunta. La dificultad en la respuesta, sin embargo, plantea en sí misma la posibilidad de una respuesta afirmativa.

Se ha dicho muchas veces que la disposición de los circuitos electorales le regala al Psuv, de forma natural, unos cuantos palmos de ventaja cuando toca evaluar los escaños parlamentarios. Se sabe que la unidad democrática concentra de forma clara su fuerza en los núcleos urbanos poblados y en los estados grandes, espacios en los cuales la obtención de un parlamentario es sensiblemente más “cara” que la que se puede producir en un estado llanero o un municipio apartado del país. Los estados pequeños y medianos del país, se sabe, son dominados ampliamente por las fuerzas del gobierno.

Hay que anotar que, hasta la fecha, con todas las fallas inventariadas, las fuerzas de la oposición han hecho su trabajo. Cumplieron con la encomienda: es la Mud una estructura unitaria perfectible, pero está edificada; su secretario ejecutivo, Ramón Guillermo Aveledo, es un inmejorable vocero; la unidad anhelada se ha consolidado con éxito y es total, y el desarrollo de la campaña, aun cuando no ha tenido nada de espectacular, al menos ha puesto el dedo en los temas fundamentales.

Se enfrenta la Mesa a un adversario que sigue siendo temible. Un partido estructurado en todo el país, que es irrigado desde la estructura misma del millonario estado venezolano, que tiene un líder con un arrastre que sigue siendo apreciable y que está muy organizado.

Es cierto que su pegada no es la de antes. Y que el país no es, ni siquiera, el de hace dos años. En febrero de 2009, fecha de las últimas elecciones, las de la enmienda, no se había consolidado la recesión, no había crisis eléctrica, no sabíamos nada de los containers de Pdval y no estaba el hampa disparada con los alarmantes dígitos de hoy. Es la realidad sola la que ha arrinconado a un gobierno extremadamente ineficiente, que siempre quiere dar la sensación de que sabe lo que hace y tiene el control de la situación.

En fin. Queda claro que, si comparamos la situación con la de 2004 o 2006, las fuerzas se han venido equilibrando inocultablemente. No hay motivos para pensar que, con lo que ha llovido en el país, el retrato final no quede, al menos, alterada. Las condiciones parecen dadas para, al menos, tomarse una fotografía muy cerca del gobierno en la llegada a la meta. En materia de votos totales, no hay encuestadora que descarte un triunfo en las urnas de las fuerzas democráticas. Ese triunfo tendrá su correlato en diputados. El objetivo deberá ser romper la mayoría absoluta.

¡A botar!

Macky Arenas

Los electorados pueden ir jubilosos a votar por… pero también indignados a pasar factura, o lo que es lo mismo, a votar contra… Ambas cosas están pasando en Venezuela. Hay gente que está sinceramente entusiasmada con sus candidatos y las hay muy interesadas en que sus respectivas organizaciones políticas tomen posiciones en el Parlamento. Hay gente que desea votar por cumplir una obligación democrática y otras que claramente se proponen drenar su indignación de una manera legítima, como lo es ejercer el voto-castigo. En esta última categoría encontramos tanto a oposicionistas como a ciudadanos confundidos por el régimen. Estos últimos no alcanzan a entender cómo es que apoyaron y aún deben trabajar para un gobierno que les prometió el fulgurante Socialismo del siglo XXI, procedente del “mar de la felicidad”, con la sorpresa de que ahora es el mismísimo Fidel Castro el que confiesa que eso no sirve para nada. Nuestra vitrina es la más elocuente: en 11 años nos han caído las siete plagas y no hay un solo problema que se haya solucionado. La interesante es que la gente quiere votar y va a votar.

Pero todos estos grupos tienen un denominador común: todos quieren botar. Eso significa sacar del gobierno a la corrupción y la ineptitud, sacar del control de los poderes públicos a quienes no nos representan porque están colocando los mezquinos intereses de la revolución por encima del bienestar del pueblo, y sacar del poder a un presidente ofuscado por el comunismo —en la práctica inclemente capitalismo de Estado— que viola la Constitución a cada momento. Botar del país a los extranjeros que exprimen nuestros recursos a cuenta de “servicios prestados al Gobierno bolivariano”. Contra quienes acuden a pactos con las fuerzas del mal y a punta de oscuros rituales siembran de pava al territorio nacional. Botar al estamento de privilegiados, esos que negocian pingües dividendos, sean políticos o comerciantes del oportunismo, para avalar la destrucción de nuestro país.

Esta elección, es verdad, no pone directamente en juego todos estos objetivos; pero los coloca en la mira: como quiera que se trata de medir la voluntad popular, sí que prefigurará lo que los electos deben hacer y lo que el régimen debe leer. Por eso es importante ir a votar, porque dibujará lo que definitivamente queremos botar y, de paso, señalará, desde ya, el camino de salida a quienes reciban votos para este fundamental mandato de botar y se paseen por la posibilidad de desconocerlo en aras de acuerdos parlamentarios para “facilitar la convivencia” u objetivos de “alta política”. Nunca ha sido el voto más útil para decantar, para filtrar, para sanear y para sincerar, de una buena vez, las cosas en este escenario que se llama Venezuela.

Pase lo que pase, un asunto debe quedar claro: que junto con votar queremos botar. ¡Qué vamos a votar para que boten! Que se les entregará confianza y poder para que rescaten el peso del mandato popular. En consecuencia, aquellos que resulten favorecidos y lleguen a ocupar esos curules nunca deben perder de vista la orden que les transmitimos. Bajo un régimen como el que ha reducido al Poder Legislativo a mantener rodilla en tierra frente al Ejecutivo, no se va al Parlamento a “legislar y controlar”, se va a colocar una trinchera de batalla y resistencia para detener un proyecto comunista de caos y miseria, que debemos botar, antes de que bote, primero que nadie, a los investidos con la autoridad popular que elegiremos el 26-S.

Última carta a un abstencionista

Humberto Seijas Pittaluga

Fíjate que te sigo llamando "abstencionista", por respeto a ti, aunque la mayoría de la gente te tilda de "ni-ni". Y quizás tú mismo te designas así, sin darte cuenta que lo que significa ese remoquete es que la gente piensa que tú eres alguien que no es "ni chicha, ni limoná". Lo que nadie sabe es si tu actitud se debe a que en verdad tu posición filosófica te llevó a la conclusión de que es lo que hay que hacer; o si lo haces porque eres alguien meramente indiferente a lo que acontece en la sociedad donde te toca vivir, que todo te resbala; o porque piensas que, de participar, tu esfuerzo sería nugatorio ya sea porque el Estado seguirá con su misma inercia, o porque el gobierno le ordenaría al "árbitro" realizar cualesquiera de las marramuncias que ya llevó a cabo en el pasado; o, finalmente, porque tienes físico culillo. La única de las explicaciones que sería moralmente aceptable sería la primera, aunque sería también incomprendida por el noventa y dele por ciento de los ciudadanos.

Si lo haces porque te tiene sin cuidado lo que acontezca en el país, eres un irresponsable además de un insensible. El país se está cayendo a pedazos en manos de una caterva de ineptos como nunca se había visto en Venezuela. Siempre hubo una cuota de ineficientes portadores de carnés en los gobiernos anteriores, pero también tendrás que admitir que predominaban los que sabían de la materia que tenían que resolver, sea en sanidad, suministros, seguridad o educación. Ahora no, ahora pareciera que el único cartabón para acceder a posiciones públicas es el gritar "¡Uh, ah!" y hacer ver que está embelesado por las palabras de Boves II cuando lo enfocan las cámaras en alguna de las innumerables cadenas con las que abusivamente se mete en tu casa gente a la que tú (no lo niegues) desprecias. Más de un apagón te ha hecho mentar madres porque perdiste un trabajo que tenías en el computador y no habías salvado, o simplemente porque ya el catire de CSI estaba por descubrir quién fue el que cometió el delito; y cuidado si no es que has tenido que sufrir la pérdida de alguno de tus artefactos eléctricos. Más de una vez has mascullado improperios cuando ves los anaqueles vacíos en el supermercado, y lo que encuentras está cada vez más caro. Ojalá no hayas tenido que rumiar tu furia por haber llevado a alguien de tu familia a una dependencia sanitaria y encontrarte que un cubano que dizque es médico no sabe diagnosticar el mal, y receta la misma pastilla sin importar si fuiste por un esguince, por un conato de aborto o por una herida que te causó uno de los muchos malandros que proliferan de un tiempo a acá. ¿Y tú vas a desperdiciar la oportunidad que te presentan para intentar corregir ese estado de cosas? Si lo haces, repito, eres un irresponsable. Con tu país, tu región, tu familia y contigo mismo.

Si lo haces porque sabes, a conciencia, que el régimen no considera al CNE un poder independiente, como reza en la Constitución, sino un mero ministerio más para cumplir órdenes del Ejecutivo —y lo que es peor, varias de sus miembros (miembras dijera una de las muchas feministas ignaras que tiene la robolución) parecieran aceptar que sí son subalternas del Nerón Sabanetero—, tu posición sería comprensible pero no aceptable. Todos, en Venezuela, tirios y troyanos, estamos conscientes de eso. Y de que en el pasado, miembros del CNE han llevado a cabo marramuncias para favorecer al oficialismo (esfuerzos estos que han sido premiados luego con embajadas o magistraturas supremas). Por eso mismo es por lo que hay que ir a votar: porque la diferencia que hay que sacar sobre los rojos ineficientes y corruptos debe ser de tal magnitud que impida la comisión de fraude; que sea a prueba de chanchullos, pues.

Y si lo haces por la última de las razones que di en el primer párrafo, no voy a tratar de convencerte. Sólo te diré que en este país, desde los tiempos mismos de la conquista hubo personas —y hasta en estos días aciagos las sigue habiendo— que se enfrentaron al poder decididamente. ¡Claro que temían por su vida y las de los suyos! Pero lo llevaron y lo llevan a cabo en el entendido de que hay cosas que constituyen un bien superior por el cual se debe sacrificar la comodidad, los bienes y hasta la vida. No hay, entonces, diferencia entre el sacrificio de Alonso Andrea de Ledesma defendiendo a Caracas de Amyas Preston y el de Franklin Brito defendiendo sus tierras contra los que quieren vivir del trabajo y el esfuerzo ajeno. Y si tú no lo entiendes, es porque lo que eres es un pobre diablo a toda vela, que no merece sino vituperio. Chao contigo...

Con todos los demás, ¿quién dijo miedo?, ¡vamos a votar!

Es libertad o comunismo

ALBERTO PINEDA

La responsabilidad que tenemos en el país es inmensa. Debemos cambiar con nuestro voto la orientación comunista que se nos pretende imponer, por un gobierno déspota, forajido y violador de los derechos ciudadanos, por lo cual debe recibir el castigo del pueblo. Debemos ratificar nuestra idiosincrasia y firme propósito de vivir en democracia.

No sólo se trata de elegir diputados para que se acomoden y obtengan privilegios, el reto que tendrán será restituirle el honor a la República, ultrajado por una Asamblea Nacional que con su actuación complaciente, sometió su autonomía e independencia a las órdenes del mandón.

No más leyes arbitrarias y lesivas a la normativa constitucional. Acudamos a los centros de votación con espíritu combativo y claro, convencidos que nada puede doblegar la voluntad ciudadana de vivir en libertad.

Que los candidatos a elegir por el pueblo opositor entiendan que la investidura que tendrán a partir del 26-S, no es una regalía, sino una obligación que se origina en la decisión que tenemos de votar en contra de quien ha engañado, humillado y desprestigiado al país, causando un profundo daño a sus habitantes, a límites nunca antes conocidos.

Lo que está por definirse es que tengamos en la nueva AN una representación que responda a los intereses del pueblo, antes que a los políticos partidistas. La hora que vivimos y los días por venir exigirán muchos sacrificios y entrega y un criterio definido de lo que debe hacerse para detener esta barbarie que ha venido destruyendo todo lo que significa libertad.

Nada de lo que se ha hecho ha sido improvisado, todo ha obedecido a una planificación cuartelaria de unos conspiradores, que se trazaron la meta de adueñarse del país, para saquearlo, lo que ahora llaman socialismo, después de haber manipulado al pueblo con promesas de cambio, que nunca llegaron, que lo han hecho más pobre y miserable, convirtiéndole en limosnero de la riqueza petrolera manejada con impunidad y delictualmente.

Ese socialismo, no es otra cosa que comunismo, al que debemos derrotar. La escogencia no tiene complicaciones: Es democracia o comunismo, es libertad o dictadura, es propiedad privada o confiscaciones. Usted decide.

raulamiel@gmail.com

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