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miércoles, 24 de abril de 2013

ENRIQUE KRAUZE, EL ARDID Y EL VALOR

A la memoria de Simón Alberto Consalvi
En su historia bicentenaria, Venezuela ha padecido la opresión como ningún otro país, y como ningún otro ha valorado la libertad. Fue la primera en decretar la independencia y fue la cuna del libertador. Su himno nacional es quizá el más antiguo de todos. Hace unos días, el venezolano Gilbson P. Beltrán me mandó por Twitter la que (según entiendo) es la versión original, tal como corría —con guitarra barroca y voz— en abril de 1810 en las calles de Caracas. La estrofa de inicio es la misma del himno actual:
Gloria al bravo pueblo
que el yugo lanzó
la ley respetando la
virtud y honor
Pero, por algún motivo, la estrofa siguiente no se canta ahora. Puede escucharse  con emoción contemporánea:
Pensaba en su trono que el ardid ganó
darnos duras leyes el usurpador
previó su cautela nuestro corazón
y a su inicuo fraude opuso el valor
CARACAS EMIGRA AL ORIENTE
Con la sola excepción de Haití, ningún país iberoamericano, ni siquiera México, sufrió una devastación similar a la de Venezuela en las guerras de independencia. No obstante, fueron tropas populares venezolanas las que contribuyeron decisivamente a la liberación de la actual Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. En el camino, Venezuela perdió una cuarta parte de la población y casi toda su riqueza.
Merecía un destino mejor, pero el personalismo político —la herencia oscura del luminoso libertador— marcó su destino. A cada experimento de institucionalidad política (como el que inicialmente encabezó José Antonio Páez) siguió un período de inestabilidad, caudillismo y violencia, y a la postre una larga dictadura, que lo mismo podía ser de oropel y vanagloria (como la de Antonio Guzmán Blanco a fines del siglo XIX) o de hierros, grilletes y sangre (como la de Juan Vicente Gómez, en las primeras décadas del XX).
Frente al régimen de Gómez se alzó la Generación de 1928, que soñó una Venezuela democrática y trabajó por ella. La integraban, entre otros, Rómulo Betancourt, Jóbito Villalba y Miguel Otero Silva. Tras la muerte (en su cama, claro) del dictador en 1935, y luego de dos gobiernos castrenses moderados, una alianza entre civiles y militares propició las primeras elecciones libres en Venezuela, que llevaron al poder a un renombrado escritor, Rómulo Gallegos. Casi de inmediato, el golpe de Marcos Pérez Jiménez acabó con el ensayo. Siguió una dictadura de diez años. Pero los demócratas no cejaron. Y por fin, en 1959, Betancourt, Villalba y Rafael Caldera pactaron el advenimiento de la democracia: la Cuarta República.
Todos sabíamos que el Chavismo sin Chávez tendría fecha de caducidad pero no esperábamos que esa fecha se adelantara. Desde los prolegómenos de su campaña hasta los tiempos postreros de su vida, Hugo Chávez se empeñó en denigrar a la Cuarta República. Llegó al extremo de postular la casi inexistencia histórica de Venezuela entre la muerte de Bolívar (1830) y la llegada al poder del “nuevo Bolívar” (el propio Chávez) y el establecimiento de la Republica Bolivariana en 1999. Pero la verdad es otra. La Cuarta República tuvo tres períodos distintos. Los primeros tres lustros dejaron huella: fueron ejemplares en su pulcritud democrática, su efectiva vocación social y su extraordinario desarrollo económico. Los segundos quince años, marcados por un súbito auge petrolero, tuvieron logros educativos y culturales pero cayeron en el despilfarro y la corrupción, y condujeron a un shock económico que precipitó la violencia (el Caracazo de febrero de 1989) y la deslegitimación generalizada del régimen. Ante el desprestigio de la clase política y del ejercicio mismo de la política, no es casual que resurgieran los viejos instintos personalistas: poner la salvación del país en las manos de un hombre providencial, el Comandante Hugo Chávez.
Algún día, por fortuna no muy lejano, los venezolanos que apoyaron a Chávez tomarán conciencia del enorme costo que tuvo la reiterada decisión de mantenerlo en el poder. Costo, para empezar, económico. ¿Cómo fue posible —se preguntarán, se preguntan ya— que los más de 800,000 millones de dólares de ingresos petroleros —infinitamente superiores a los que nunca soñó la Cuarta República— se esfumaran hasta dejar un país hundido en la escasez y la inflación? ¿Cómo explicar que Venezuela tenga las reservas petroleras más altas del mundo y viva emergencias similares a las de Cuba? Y la explicación la encontrarán precisamente ahí, en Cuba, en la insensata voluntad de emular en Venezuela el modelo cubano, en la infantil dependencia que Chávez desarrolló frente a su astuto padre, Fidel Castro.
Pero si el daño económico ha sido inmenso, más grande ha sido el daño político (la concentración absoluta de poder en manos del endiosado presidente, el acoso a las libertades) y mayor aún el perjuicio moral: la inimaginable corrupción así como la discordia plantada desde el poder en el seno de los hogares venezolanos. Quizá el hipnotismo mediático de Chávez hubiera sostenido por un tiempo la ficción del Socialismo del siglo XXI, pero la naturaleza se opuso. Una rendija de esperanza se abrió recientemente para la democracia, si bien acotada por un marco electoral abusivo e inequitativo. Todos sabíamos que el Chavismo sin Chávez tendría fecha de caducidad pero no esperábamos que esa fecha se adelantara. Y de pronto, como en 1810, “previendo la cautela” de un poder si no “usurpador” sí opresivo, apareció el verdadero protagonista de la historia de Venezuela, el bravo pueblo que nunca olvidó el sentido de la libertad.
No sé si el Gobierno del vociferante Maduro pase la prueba de un recuento de votos. Pero si fuera así, está claro que Venezuela tiene un líder valeroso (Henrique Capriles) y una oposición unida. Al menos la mitad de los votantes sabe ya del ardid al que fue sometida por tantos años y reacciona con valor para restablecer pronto —en el referéndum revocatorio de 2015— la democracia plena, la libertad de expresión y la concordia. Y entonces sí, el siglo XXI será de los venezolanos (de todos los venezolanos), que sabrán emplear con responsabilidad su riqueza petrolera en un marco madurez política, “la ley respetando la virtud y honor”.
@EnriqueKrauze
Artículo publicado en El País el 23 de Abril 2013
http://elpais.com/autor/enrique_krauze/a/
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lunes, 18 de marzo de 2013

OBSERVATORIO VENEZOLANO DE LAS AUTONOMÍAS, CONFERENCIA ANIVERSARIO, MIERCOLES 20 DE MARZO, VER VIDEO,

Conferencia - aniversario del Observatorio


El Observatorio Venezolano de las Autonomías nace con el fin de propiciar la implantación en Venezuela de un estado federal y descentralizado, tal como lo indica el artículo 4 de la Constitución.

Los orígenes del Observatorio se remontan a un evento celebrado en 1985 en Valencia. Bajo el título Simposio Nacional la Reforma del estado: la región y los nuevos actores políticos, importantes actores de la vida política nacional debatieron durante varios días las reformas del estado necesarias para alcanzar una nueva estructura de poder. Estas jornadas fueron propiciadas por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), la Universidad de Carabobo y la gobernación del Estado Carabobo. En los años 1990 y 2011, se firmaron, también en Valencia, dos Pronunciamientos de la Casa de la Estrella donde se reafirmaba la voluntad descentralizadora y federalista. Y a partir de ese momento toma impulso y cuerpo la creación del Observatorio.

Llegamos así al segundo año de andaduras, publicando artículos, realizando conferencias, foros y divulgando las ventajas que significan las autonomías, la descentralización y la federación.

Para celebrarlo, contamos con un invitado muy especial: el insigne historiador venezolano, Dr. Germán Carrera Damas, quien dictará una conferencia sobre el presente y futuro de la democracia en Venezuela. Debido al reciente deceso de otro gran venezolano, el Dr. Simón Alberto Consalvi, el destacado profesor Antonio Ecarri nos dará un recuento de este ilustre periodista y político.

A continuación la invitación y el programa del miércoles, 20 de marzo de 2013, a las 7:00 pm en la Galería Braulio Salazar, parque de Prebo, Valencia. Agradecemos muy especialmente al Dr. Ulises Rojas, Vicerrector de la Universidad de Carabobo, el apoyo y aportes necesarios para llevar a cabo este acto.

Haga click sobre la imagen para verla en detalle

El programa del acto es como sigue:

  • Apertura del acto: palabras del Vicerrector Ulises Rojas
  • Breve recuento del Observatorio: Nelson Acosta Espinoza
  • Semblanza del Dr. Simón Alberto Consalvi: Antonio Ecarri
  • Conferencia magistral Presente y futuro de la democracia en Venezuela: Dr. Germán Carrera Damas.
  • Cierre del evento.

Observatorio Venezolano de las Autonomías
autonomiaspoliticas@gmail.com
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domingo, 20 de mayo de 2012

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ, LECCIONES CONTEMPORÁNEAS, DESDE EL PUENTE

En estos días devoré el libro “Contra el olvido. Conversaciones con Simón Alberto Consalvi”. Se trata de un verdadero compendio de historia dialogada con el excelente periodista de El Nacional, Ramón Hernández. Este género es progresivamente más utilizado para pasar revista sobre hechos que tienden a desvanecerse por el transcurso del tiempo. No es una extensa entrevista, aunque de alguna manera guarda esa forma. Se trata de una larga conversación entre un redactor político y una de las personalidades más notables de la vida contemporánea.

Simón Alberto Consalvi ha dedicado su vida a la construcción, desarrollo y mantenimiento de la democracia venezolana. Con más de ochenta años de vida útil, entiendo perfectamente la desolación y angustia que reflejan algunos de sus comentarios sobre la crisis existencial que, como consecuencia del actual régimen, destruye la República y, peor que eso, desmorona los principios y valores de nuestra nacionalidad. También nos ayuda a conocer y entender la evolución política venezolana desde los comienzos del siglo XX, los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, de López Contreras y Medina Angarita. La “Revolución de octubre” y la Junta de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, el breve período de Gallegos, el golpe de estado del 24 de Noviembre, la década de la dictadura y los cuarenta años de democracia y libertad del 58 al 98. Es un libro de obligatoria lectura, especialmente para los más jóvenes, pero también para que quienes como nosotros, menos jóvenes, no seamos víctimas del olvido que Hernández y Consalvi tratan de evitar.

Simón Alberto habla desde una perspectiva muy adeca. Reserva al adequismo el protagonismo casi exclusivo de las luchas del siglo pasado. Olvida o menosprecia los aportes invalorables de otros sectores. Ésta es la única crítica que se me ocurre formular, pero refleja gran autenticidad en su análisis. Eso me gusta. No cultiva el calculado equilibrio de muchos que juegan a una “objetividad” poco pedagógica al hablar de historia contemporánea. Discrepando de algunas reflexiones, recomiendo la lectura del libro. Buen aporte para la mejor comprensión del presente.

oalvarezpaz@gmail.com  

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