En
la campaña electoral que actualmente sufrimos se ha incrementado una tendencia que desde hace tiempo se ha venido
manifestando dentro del chavismo, consistente en librar al presidente de toda
responsabilidad en el desastre que hoy padece el país, y en atribuir todo lo
malo del actual gobierno, que es abrumadoramente bastante, a quienes lo
acompañan en el equipo de gobierno.
Al principio se decía que el presidente
ignoraba lo que ocurría a sus espaldas, pero ya ni eso se argumenta, sino que
simplemente se alega la inocencia del jefe del gobierno, y se culpa de todo a
ministros, gobernadores, alcaldes y demás funcionarios chavistas, que no han
sabido o querido ejercer sus funciones debidamente. A muchos hasta se acusa de
infiltrados de la oligarquía, en la aviesa tarea de boicotear la labor
gubernamental.
No
sabe uno si atribuir tal posición a ingenuidad de quienes la ostentan, o
si obedece a otros motivos, como
pudieran ser intereses personales o sectoriales.
En el Estado Trujillo un grupo
muy aguerrido y persistente ha llegado al extremo de declarar su propósito de
votar por el candidato a la reelección, y de llamar a los demás a hacerlo,
porque su permanencia en la jefatura del gobierno la consideran imprescindible
para la continuidad de la "revolución" y para su necesaria
radicalización, pero al mismo tiempo arremeten contra el gobernador de dicha
entidad, y en general contra el PSUV y sus dirigentes, a los que acusan de
sostener políticas opuestas a los verdaderos principios revolucionarios. No
son, pues, disidentes, y, al contrario,
se consideran los auténticos chavistas. Lo curioso es que se mantienen en lo
suyo a pesar de que el presidente por ellos defendido no les hace el menor
caso.
¿Cómo
se explica semejante superchería? ¿En qué cabeza cabe, a estas alturas, la idea de que los disparates que se
cometen cada día en todas las esferas y dependencias gubernamentales –¿sin
excepción?–, puedan ser la obra devastadora de los colaboradores del presidente
candidato a la reelección, sin que este
se dé cuenta de lo que ocurre a su alrededor?
Este
absurdo criterio es tanto más falaz cuanto que el presidente candidato es de los que acostumbran entrometerse en todo,
y prácticamente no deja que sus
ministros y demás colaboradores hagan algo sin que él lo sepa o lo
autorice. De modo que hoy nada puede
ocurrir en los medios gubernamentales sin que el presidente esté enterado,
cuando no sea él mismo –lo más frecuente– el que lo hace.
grealemar@cantv.net
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