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jueves, 15 de noviembre de 2012

OVIDIO PEREZ MORALES, ¿A TIEMPO TODAVÍA DE EVITAR LA TRAGEDIA?


Estas líneas quisieran ser un grito-llamada como los que se suelen lanzar ante la proximidad de una catástrofe, que oscila entre lo casi-fatal y lo todavía-evitable.

En diciembre 1973 pasé la Navidad en Santiago de Chile. A escasos meses del golpe militar de Pinochet y en medio de los nubarrones de la represión. Como Secretario General del Episcopado Venezolano quería tener información de primera mano y elementos indispensables para un juicio ponderado de una situación que interesaba e interpelaba más allá de sus fronteras. Entre mis entrevistados figuró el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago, quien habría de jugar un papel muy importante en la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura militar El colapso y posterior eliminación del régimen de Allende no fueron nada sorpresivos. Factor decisivo en ello lo constituyeron también sus contradicciones internas y las patentes conspiraciones ad intra de radicales socialistas. Se alimentó así una intolerante política de extrema confrontación. El Arzobispo –me lo dijo con tristeza- trató de mediar en medio de la tormenta para impedir el derrumbe, esperando contra toda esperanza. Pero fue un predicar en el desierto. Las pasiones terminaron en trágica ruptura. Lo demás es historia conocida.

En julio del ’79 estuve en Nicaragua, también como Secretario de la CEV – signo reiterado, desde aquel entonces, del interés solidario de nuestra Iglesia por la libertad y desarrollo de pueblos hermanos- para observar la implantación oficial del sandinismo a raíz de la caída de Somoza. Entusiasmo popular, enormes ilusiones en la gran mayoría, sólido apoyo nacional. Sólo la incautación de los bienes de los Somoza (un 40% de la economía) podía desde ya proveer de muy buenos recursos al nuevo régimen. Pensé, como muchos, que el gobierno emergente tenía en las manos, desde el inicio, lo suficiente para un resurgimiento del país, en paz y unidad. ¿Qué pasó? La estrecha ideología privó sobre la realidad, la secta sobre la reconciliación, la exclusión sobre la unidad. Tiempo y recursos se comenzaron a malbaratar en beligerancia. Lo demás es historia conocida.

Diciembre 1998 fue para Venezuela conjugación de esperanzas. Todo estaba dado para escribir una nueva etapa del país en pluralismo armónico, que permitiese una alta puntuación en la solución de los problemas, llevando adelante una robusta construcción del país en justicia y libertad. Lo demás es historia conocida.

Ante los resultados del 7-0 y la proclamada decisión de profundizar en el socialismo (a la marxista, tipo castrocubano) en un país que se desbarata física y socialmente por los cuatro costados y al cual se le quiere aplicar ortodoxamente un anacrónico proyecto ideológico-político, cabe preguntar: ¿Es aún posible evitar la confrontación que lleve a la tragedia, no propiamente de índole bélica, pero sí de postración material y espiritual del país?

¿Predico en el desierto cuando digo: hay tiempo todavía para evitar una radicalización que impida la re-unión nacional y empuje a los venezolanos a una “guerra fría” interna de terribles consecuencias?

La historia es desgraciadamente rica en ejemplos de lo que se hubiese podido y debido hacer y no se hizo. ¿Hay todavía tiempo, en medio de la natural conflictividad del disenso, para la sensatez, el diálogo, la búsqueda de acuerdos, que beneficien a todos y permitan al país crecer como un pueblo pacífico, solidario, fraterno?

Yo ruego a Dios por un futuro justo, luminoso, feliz, para Venezuela. Pero con el mazo dando, grito un SOS. El Gobierno, el PSUV y su Líder tienen una fundamental decisión sobre ese futuro de Venezuela; no malgasten esta oportunidad histórica. Y ya que se habla tanto de Bolívar, recuérdese su Ultima Proclama en favor de la unión.

El Presidente de la República, Primer Magistrado Nacional, definirá el próximo 10 de enero el fin y sentido de su gestión, en la Asamblea Nacional, ante el país. Sólo me atrevo responsablemente a decirle: todos ganaremos con una paz verdadera, digna; todos perderíamos con la división irreconciliable.

coroconcert@hotmail.com

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lunes, 11 de junio de 2012

OVIDIO PEREZ MORALES: COMUNISMO SIN COMUNIDAD

Comunidad, en el sentido genuino de la palabra, significa, encuentro, compartir, comunión, de personas.  
Sin personas presentes y participantes no puede hablarse, por tanto, de comunidad. Se tendría sólo una yuxtaposición, agrupación, conglomerado de seres humanos. Un grupo de éstos, simplemente esperando el metro o asistiendo a un juego de fútbol,  no constituye una comunidad.
En política es común el término “masa” para denominar una multitud manifestando su adhesión partidista. Así se habla también de “partido de masas” y cosas por el estilo. En realidad, “masa” es aquí un término impropio, pues devalúa una congregación de seres humanos.
Decir que comunidad implica personas  subraya su importancia como encuentro de sujetos conscientes, libres y relacionados, y, al mismo tiempo, la necesidad de que aquélla promueva el crecimiento de sus integrantes en una dinámica  ad intra y ad extra (hacia adentro y hacia afuera), en interioridad-y-comunicación, como polos complementarios e inseparables . Autores como Emmanuel Mounier ya lo señalaron oportunamente.
Una comunidad  es, por consiguiente, una asamblea con rostros. Conjunción de personas, que se relacionan entre sí con sus propias identidades psicosomáticas, huellas digitales, códigos genéticos, gustos, carismas y carencias, cualidades y defectos, virtudes y vicios. En fin, con personalidades diversas, formando una unidad  polícroma, polifónica, plural. Cada una con el protagonismo que le compete y el sentido crítico que  está llamada a ejercer.
No podrá hablarse de una “nueva sociedad”, como futuro deseable, sin comunidades en solidaria interacción.
En nuestro país, el proyecto político-ideológico oficial se autocomprende y ofrece como “socialista”, con la especificación “del Siglo XXI”. Por la cédula de identidad que presenta, entra en la categoría de “socialismo marxista”, el cual en el siglo XX se concretó en el  llamado “socialismo real”, de triste recuerdo y una de cuyas reliquias se conserva en la isla de Cuba. Ese socialismo se autoentiende como  proceso hacia una plenitud de abundancia y  felicidad en la  etapa definitiva de la Historia: el “Comunismo”.
Más allá, sin embargo, de expectativas mesiánicas y de mistificaciones sistemáticamente mantenidas, un tal tipo de socialismo y  comunismo  contradice, no sólo en base a los principios, criterios y procedimientos que  lo acompañan, sino también  a la experiencia histórica, lo que sería dable esperar de un verdadero socialismo o comunismo.
¿Cuál es, en efecto la dinámica del socialismo a la marxista? No otra cosa sino un proceso de estatización, de concentración de poder, de uniformismo, contrario a lo que sugiere el términosocialización  comunización, a saber, poder efectivo de los seres humanos que componen el pueblo, desde las comunidades  mismas;  real protagonismo compartido en de solidaria corresponsabilidad. En el “socialismo a la marxista” (como es el caso del SSXXI), todo esto se falsea en la jerga de  “dictadura del proletariado”, “vanguardias” iluminadas, “líderes” encarnatorios del  pueblo. Especie de “religión” con dogmas y jerarquía de origen superior. Todo ello termina en conformaciones totalitarias de la sociedad, superconcentraciones del poder, hegemonía económico-político-cultural, impuestas desde el Partido y su “Líder-Padre bondadoso”. ¿Resultado? Los grupos y asociaciones de base son asfixiados por la maquinaria del poder. Al movimiento de  los trabajadores y a las asociaciones profesionales o de variados intereses societarios se los convierte en correas de transmisión de un comando ideológico-político homogeneizante. Producto final: totalitarismo puro y simple
Cuando exigimos cosas como la libertad de comunicación y asociación, no lo hacemos en aras de un formalismo democrático, sino como requisito y consecuencia de una genuina sociedad comunitaria, la cual, porque compuesta de personas, se manifiesta necesariamente en  pluralidad de formas, tanto en lo económico, como en lo político y ético-cultural.
El Socialismo del Siglo XXI va, así,  en la línea del “unicismo”. Pensamiento único, partido único, comunicación “única” (hegemonía comunicacional), economía única (estatizada) etcétera. Todo ello contraría la auténtica promoción de las personas y sus comunidades, favoreciendo o imponiendo una masificación (colectivización) despersonalizadora.  
Un socialismo y un comunismo verdaderos tendrían que ser animadores y constructores de socialidad y de comunión, de conjunción de personas en interrelación y compartir solidarios.
Lo que está en juego el 7-O es, por tanto, mucho más que un cambio de gobierno o aún de régimen.         

coroconcert@hotmail.com
ovidioperezmorales@gmail.com

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sábado, 24 de diciembre de 2011

OVIDIO PÉREZ MORALES: NAVIDAD Y DERECHOS HUMANOS

El próximo 21 de diciembre se cumplen quinientos años de un sermón profético en defensa de los derechos humanos de los indígenas americanos. Se trata de la homilía predicada por Fray Antonio de Montesinos, dominico, en Santo Domingo, a 19 años de la llegada de Cristóbal Colón.
El “Sermón” de Montesinos es una fuerte denuncia hecha en los albores del dramático y complejo proceso que conjugó: conquista e integración, encuentro y dominación, vasallaje  y evangelización. Un acontecimiento que, por tato, ha recibido diversas identificaciones correspondientes a distintos criterios de juicio o ideologías: “descubrimiento”, “encuentro de dos mundos”, “resistencia indígena” y otras. De allí los varios modos de conmemorarlo. La Iglesia católica, inmersa en la historia y en cuyo claroscuro busca siempre ser fiel a la  misión recibida del Señor, celebra dicho momento en la perspectiva del  inicio de la evangelización del Nuevo Mundo.
En los navíos de una misma proveniencia y enmarcados en un mismo imperio  venían  conquistadores y  misioneros, unidos en aventura y riesgos,  pero animados por distintos propósitos. Una diversidad de fines, que  se manifestó muy pronto  en enfrentamientos como el emblemático del Sermón de Montesinos.
La predicación del 21 de diciembre de 1511, IV Domingo del tiempo de Adviento y, por tanto, en vísperas de la Navidad,  fue obra de un profeta. Pero también fruto de un trabajo conjunto: la reflexión y el coraje de la comunidad de los frailes dominicos  presidida por Pedro de Córdoba. Se asumió sin edulcorantes la defensa de los indígenas, hecha con plena conciencia de responsabilidad pastoral, ante una feligresía que se identificaba como católica, pero no pocos de cuyos miembros contradecían  serias exigencias humanas y evangélicas.
“Estos indios ¿no son acaso hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No estamos obligados a amarlos como a vosotros mismos? … ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?”
La denuncia es clara. Y la acusación es tajante:
“… todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”. 
 A Fray Antonio de Montesinos le tocó asumir un papel semejante al de san Juan Bautista, a quien la liturgia de la Iglesia recuerda en el Adviento. Él denunció situaciones de pecado y llamó a la conversión  a sus contemporáneos judíos, en las riberas del río Jordán, ante la proximidad del Mesías.
El Sermón  de aquel 11 de diciembre no quedó sin consecuencias. Protestas de los opresores. Pero también progresivos cambios de signo positivo, no sólo en el trato a las indígenas, sino igualmente en el campo de la legislación.
Desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, durante el tiempo litúrgico del Adviento se celebra felizmente el aniversario de dicha Declaración. Pudiéramos decir que no se  trata de algo simplemente casual; es una sincronía providencial. Porque lo relativo a los Derechos Humanos entra muy hondamente en el misterio de la Navidad. El Hijo de Dios al asumir nuestra naturaleza humana, menos en el pecado, la ha dignificado y elevado todavía más. La persona humana, en especial la más necesitada  y vulnerable, es presencialización del mismo Jesús, si es cierto lo que el evangelista Mateo refiere en su narración del Juicio Final (cap. 25, vv. 31-46).
La causa de los Derechos Humanos se enraíza profundamente en el misterio de la Navidad, inefable y bella manifestación del amor de Dios hacia nosotros, todos-sin- excepción, los seres humanos. Hijos de Dios, hermanados en Cristo Jesús    

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domingo, 23 de marzo de 2008

*ENTREVISTA OVIDIO PÉREZ MORALES, PRESIDENTE DEL CONCILIO PLENARIO VENEZOLANO: "DEBEMOS DENUNCIAR LAS OFENSAS CONTRA LA DIGNIDAD"


*ENTREVISTA OVIDIO PÉREZ MORALES, PRESIDENTE DEL CONCILIO PLENARIO VENEZOLANO: "DEBEMOS DENUNCIAR LAS OFENSAS CONTRA LA DIGNIDAD"


Monseñor Pérez Morales advierte que la Iglesia sólo pide que se haga cumplir la Ley de Educación en cuanto a la libertad de enseñanza religiosa (G.Bandres)


"La cultura y los valores del pueblo católico venezolano deben reflejarse en el discurso de los gobernantes"
ROBERTO GIUSTI

EL UNIVERSAL

Si Ovidio Pérez Morales ingresó al Seminario a los veinte años, su carrera dentro de la Iglesia, intensa y compleja, compensó esa vocación un tanto tardía. Tachirense de origen y caraqueño de adopción, doctor en Teología, educador y pastor de almas, a sus 76 años se conserva activo y crítico desde la presidencia del Concilio Plenario de Venezuela, persuadido de que la Iglesia no puede callar cuando lo que está en juego es la dignidad de los venezolanos y su derecho a escoger la educación que quieren para sus hijos.

-¿No se ha producido en los últimos años una suerte de regreso a los orígenes religiosos, no sólo en la Iglesia Católica, que testimonia en la gente la necesidad de creer?

-Con el fenómeno de la globalización también se han acentuado tendencias como las del secularismo. Pero paralelamente se registra una recuperación de la vida espiritual porque, al fin y al cabo, no sólo de pan vive el hombre. Mucha gente ha percibido que con el progreso de la ciencia y la tecnología y la apertura de nuevos frentes en los órdenes económico y social, se resuelven problemas parciales, pero sigue pendiente el tema fundamental, el de la propia existencia y su destino individual y colectivo. El ser humano no sólo está hecho para el espacio y tiempo que ocupa temporalmente, sino para la trascendencia.

-En ese contexto donde ciencia y tecnología han ido desplazando a la fe, a través de sus descubrimientos, ¿no resulta cada vez más difícil creer en la trascendencia, vale decir, en la vida eterna?

-Indudablemente que ese es un problema serio. El Papa actual ha reflexionado mucho sobre el relativismo moral, el secularismo y la marginación de Dios, pero el hombre conserva no sólo su condición de fragilidad y de limitaciones, sino también de lucha interna que lo divide y lo separa de los demás. La respuesta al sentido de la vida no se supera con medios técno-científicos porque se trata de un problema existencial, filosófico y en última instancia teológico de relación con Dios y los demás en un plano distinto.

-Sin embargo, el abate Pierre, fundador en Francia de de la Asociación de Caridad Traperos de Emaús, confesaba, antes de su muerte, que lo asaltaba la angustia ante un Dios que no parece tan misericordioso como lo pregonan lasEscrituras, tomando en cuenta las atrocidades que ocurren en el mundo.

-Ese es un problema secular y milenario. Es el cruce entre las sombras y la luz, entre el bien y el mal, entre el acercamiento a Dios y el pecado. Eso nos ocurre a todos y en el discurrir la luz será definitiva al final de los tiempos. Es decir, cuando el Señor regrese. Mientras tanto, vivimos en este drama y la venida de Cristo, quien aparece como liberador y unificador de la humanidad, dándole una nueva esperanza, no soluciona los problemas y tragedias cotidianas.

-Eso parece evidente.

Pero sí llama a superar esos problemas a través de la fe, la esperanza y el compromiso, porque Jesús murió en la cruz por amor a los hombres y llamando a todos a la solidaridad, la compasión, la fraternidad. Jesús, ya resucitado, no muere más, no sufre más. Está en la gloria del Padre. Pero al mismo tiempo del reconocimiento de su Divinidad y del amor de Dios por los hombres, que les dio su hijo, éste vino para que aprendamos en él a asumir el drama de la vida e ir al encuentro de los más necesitados. Jesús es la representación de la tragedia humana.

Por eso el acercamiento al Nazareno es el acercamiento al prójimo en amor, sensibilidad, respeto, fraternidad, perdón y reconciliación para construir una sociedad que no sea una jaula de fieras.

-Ese regreso de Cristo, ¿es una metáfora?

-Es una promesa firme y todas las misas lo recuerdan. Por eso San Pablo escribe a los corintios que la Eucaristía, la cena del Señor, debe celebrarse hasta que él vuelva.

-¿Cómo se imagina usted la llegada de Cristo a la Tierra?

-Sobre eso las escrituras no entran en muchos detalles. Sí habla de la llegada del reino en su plenitud, del cumplimiento de las promesas. Y hay un texto, al final de la escritura, el libro del Apocalipsis, que se refiere a esta Jerusalén celestial que viene del cielo, la ciudad donde no habrá más lágrimas ni dolor ni muerte ni necesidad de lámparas porque será el mismo Dios quien nos alumbre. Es decir, el cielo y la tierra nuevos, la promesa del Señor. Por eso debemos ser discípulos del señor en su entrega a Dios y a los demás, inspiración para un compromiso de solidaridad, amor y respeto, sobre todo con los más necesitados.

-¿Mas allá de la discusión sobre el sentido de la existencia, ¿el retorno a la religión no tiene que ver con la necesidad de reencontrase con unos valores morales y principios de vida que se fueron disipando en eso que usted llama relativismo moral?

-Bolívar dijo que sin la conciencia de la religión, la moral carece de base. Sin un apoyo trascedente con Dios, el hombre se pierde en el subjetivismo, cada quien establece sus propios principios éticos y caemos en la anarquía moral. ¿Qué cree usted que hay luego de que a uno le echen tierra encima? ¿desaparece de la geografía, de la historia y del cosmos? ¿o ahí hay un principio de vida inmortal? Pues tenemos una promesa firme de inmortalidad.

-Y, sin embargo, a nadie le gusta morirse, cuando debería estar feliz de entrar a la felicidad eterna.

-San Pablo dice: "Deseo disolverme para estar con el Señor". Pero al mismo tiempo él sentía la responsabilidad de evangelizar en la tierra, de llevar el mensaje de Dios. vivía esa contradicción. Claro, lo definitivo en él era su aspiración de estar siempre con el Señor.

-Cuando el Concilio Vaticano resuelve que la Iglesia regrese a sus orígenes y se dedique a la lucha por los derechos humanos tanto como por la conquista del reino de los cielos ¿No entra la Iglesia en una fase en la cual resulta imposible definir los límites entre su misión evangelizadora y la política?

-¿Dónde termina lo espiritual y dónde comienza lo material? En la Escritura aparece un cruce donde no se puede cortar entre ambos elementos. Como no se puede separar el amor a Dios del amor al prójimo. San Juan dice que nadie puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama al prójimo, a quien ve. Amar al prójimo es amar a Dios.

-¿Cuando uno odia al prójimo odia a Dios?

-Contemplar en estos días santos el rostro de Jesús, cargando con la tragedia del hombre, es contemplar el rostro del prójimo y sobre todo del más necesitado.

-Siendo un líder espiritual, el Dalai Lama se ha convertido en símbolo de la lucha de los tibetanos por su liberación y por tanto en una referencia política.

-Movimiento político de liberación siempre y cuando no se confunda eso con un partido. Hay principios y valores que deben esgrimirse, como denuncia, en nombre de la dignidad humana porque herirla es herir a Dios. La persona es imagen y semejanza de Dios y atacar esa imagen es atentar contra Dios mismo.

-¿Atenta Chávez contra Dios?

-La relación, la cultura y los valores de este pueblo católico deben reflejarse en el pensamiento y en el proyecto político de los gobernantes.

giustir@cantv.net