Los economistas liberales nos
dicen que un marco poco regulado, que permite a los individuos buscar su propio
beneficio, acaba repercutiendo en el bien de todos. Las personas trabajadoras y
con talento se enriquecen y enriquecen el mundo, mientras los perezosos tienen
que afrontar las consecuencias de su indolencia.

Hemos podido ver a altos directivos enriquecerse mientras hundían sus
empresas; a malversadores indultados; a grandes compañías, maltratar
sistemáticamente a sus clientes; a políticos que dilapidan ingentes cantidades
de dinero y siguen adelante sin ni tan siquiera una disculpa. Entretanto, hay
muchos trabajadores cuya recompensa a años de esfuerzo es el desempleo.
Si tenemos que vivir en una
sociedad liberal, que así sea, pero entonces la primera reforma y la más
importante de todas sería la de asegurar el correcto funcionamiento de esos
mecanismos de recompensa. Porque, de momento, en lo que vivimos es en una falsa
sociedad liberal, en la que los mismos que exigen flexibilidad en los salarios
blindan sus contratos y los que reclaman sacrificios a los ciudadanos utilizan
los mecanismos del poder para preservar sus privilegios.— Ignacio Boo Puente.