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lunes, 10 de marzo de 2014

JOAQUÍN VILLALOBOS, CÓMO ENFRENTARSE AL CHAVISMO (PUBLICADO EL DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA)

“La oposición no debe inventarse una insurrección, sino llegar a ser mayoría”

Es en realidad posible que a corto plazo se derrumbe el Gobierno chavista?; ¿puede ocurrir en Venezuela lo que acaba de ocurrir en Ucrania o lo que pasó recientemente en el mundo árabe?; ¿está el modelo bolivariano social y políticamente agotado?; ¿son similares las condiciones que vive Maduro con las que tumbaron a Fujimori en Perú y a otros Gobiernos del continente? Las informaciones que llegan de Venezuela, sobre todo de los opositores, dejan la impresión de que el gobierno de Maduro está a punto de caer fruto de las protestas callejeras. Sin embargo, derrocar Gobiernos a partir de movimientos civiles no es fácil.

La polarización que domina Venezuela ha contaminado los análisis políticos con una lógica de buenos o malos, empobreciendo el debate intelectual sobre lo que está pasando en ese país. Luego de una década, denunciar las maldades antidemocráticas del chavismo se ha vuelto repetitivo e irrelevante. 
Es público que en las actuales protestas callejeras no solo están presentes descontentos sociales, sino una lucha entre las estrategias de los dos principales líderes opositores sobre cómo enfrentarse al chavismo. La estrategia de Leopoldo López se inclina por provocar la caída a corto plazo del gobierno de Maduro y la de Henrique Capriles se orienta a acumular fuerzas para enfrentarse al chavismo y derrotarle en futuros procesos electorales. ¿Cuál de estos líderes tiene la razón?
Toda protesta rompe la normalidad de quienes participan y de quienes no participan; esto vuelve imposible mantener de forma indefinida a miles de personas movilizadas permanentemente. La lucha de calle tiene por ello un periodo de ascenso y un periodo de descenso que ocurre por agotamiento natural. Una protesta social solo puede sostenerse de forma prolongada si hay un motivo de gran potencia que sea retroalimentado por una represión tan brutal como la de Ucrania. La crisis económica y la inseguridad son factores potentes para motivar una protesta social normal, pero no para tumbar un Gobierno. Las elecciones son el mecanismo más efectivo para descargar descontentos sociales y Venezuela ha tenido casi una elección anual durante los últimos 15 años.
López intenta provocar la caída rápida de Maduro y Capriles prefiere agrupar  fuerzas para las elecciones
La oposición ha sobrevalorado el factor externo en su lucha, sin considerar que la presión internacional hace ruido, pero no derrumba Gobiernos, a menos que se trate de una intervención militar, que es impensable en Venezuela. Hay mayoría de gobiernos de izquierda en Latinoamérica y estos seguirán apoyando a Maduro a partir de considerar que si este llegó por los votos, solo por los votos debe salir del poder. Este argumento no tiene nada que ver con solidaridad izquierdista, sino con defender la propia estabilidad de sus gobiernos.
Los gobiernos bolivarianos manipulan las instituciones, aplican la justicia a su antojo, coartan la libertad de expresión, pero no matan y usan la represión de forma moderada. Cuando una represión es brutal, ni se puede ocultar, ni es necesario exagerarla. Teniendo a cuenta los quince años de polarización extrema que tiene Venezuela, la violencia política sigue siendo poco relevante. Ni el Gobierno quiere matar, ni los opositores están dispuestos a provocar que les maten. La realización sucesiva de eventos electorales ha impedido que la violencia se generalice.
Si López persiste en su estrategia de revuelta popular para que “Maduro se vaya ya”, las protestas tenderán a ser cada vez menos masivas, menos pacíficas, más violentas y más impopulares. 
Los grupos de choque de López se enfrentarán a los grupos de choque de Maduro por el control de la calle, hasta volverse una situación cotidiana desgastante que producirá muertos por goteo de lado y lado, tal como ya está empezando a ocurrir. 
Las protestas pueden servir para acumular fuerzas, denunciar y debilitar al chavismo, pero no podrán por sí solas derrocar al Gobierno de Maduro. La oposición no cuenta con ningún instrumento de poder para generar un desenlace y esto solo sería posible si se produjera una división en el Ejército o en las filas chavistas.
Sin embargo, la estrategia “insurreccional” de López genera miedo al revanchismo en las filas chavistas y el miedo es un factor de unidad y no de división. Por lo tanto, López está cohesionando más al chavismo en vez de dividirlo.
Capriles tiene razón: la estrategia de López divide a la oposición venezolana
Las crisis económicas hacen perder elecciones, pero no derrumban gobiernos automáticamente. El chavismo como fenómeno político ha sido un proceso de inclusión social y de construcción de nuevas élites. Ambas cosas han ocurrido mediante una reorientación desordenada de la renta petrolera con mecanismos que pueden ser considerados corruptos, ineficientes y populistas, pero este tipo de mecanismos son históricamente similares a los que dieron base a muchas otras élites y fuerzas políticas en el pasado en todo el continente. Se trata de una fuerza social que nació políticamente con Chávez, y esto genera unas lealtades que no se degradan tan rápidamente por efecto de la crisis económica o porque se violen libertades.
La oposición venezolana cometió graves errores en el pasado, siguieron una estrategia invertida que se inició con un golpe de Estado y continuó con huelga, protestas callejeras, elecciones, denuncia de fraude y retiro de las elecciones hasta fragmentarse en decenas de pequeños grupos. Ese error implicó que los opositores le regalaran a Chávez el control total del Ejército, del petróleo, del Parlamento, de la justicia y del poder electoral. Luego corrigieron, se unieron, regresaron a las elecciones, ascendieron en resultados y cometieron un nuevo error al convertir en derrota su excelente resultado frente a Maduro. Su obsesión por denunciar “fraudes” electorales inciertos termina en deslegitimación de las elecciones, que son el único instrumento que tienen para llegar al gobierno. No es lo mismo enfrentarse a un fraude que competir en desventaja.
Sin duda Maduro es un pésimo gobernante, Venezuela vive una terrible crisis y el chavismo se está agotando, pero su fuerza social es suficiente para mantenerlo en pie. El problema central de la oposición venezolana no es inventarse una insurrección, sino convertirse en mayoría superando las arbitrariedades antidemocráticas, dar seguridades al chavismo de que no habrá revancha, ganar elecciones y reunificar a Venezuela con chavistas incluidos. 
El medio siglo de castrismo habría sido imposible sin la cooperación de la oposición recalcitrante del anticastrismo de Miami y el bloqueo de Estados Unidos. Capriles tiene razón: hay que acumular fuerzas. La estrategia de López paradójicamente puede dividir a la oposición y darle fuerza a Maduro. El debate principal no es sobre la maldad del chavismo, sino sobre la estrategia de la oposición, porque la suerte de Venezuela, solo los venezolanos pueden decidirla.
Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
http://elpais.com/elpais/2014/03/02/opinion/1393795243_401646.html

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martes, 11 de diciembre de 2007

*JOAQUÍN VILLALOBOS ESCRIBE PARA SEMANA: “A CHÁVEZ SE LE SUBIÓ EL PETRÓLEO A LA CABEZA”


Política internacional
“A Chávez se le subió el petróleo a la cabeza”
El ex comandante del Fmln (la guerrilla salvadoreña), Joaquín Villalobos, analiza para SEMANA las últimas acciones del Presidente venezolano. Según Villalobos, fracasó 'la radicalización revolucionaria artificial pagada'.
Fecha: 12/01/2007 -1335
Los insultos de Hugo Chávez no parecen ser una política pensada, sino acciones compulsivas para ser noticia. El coronel gobierna su país usando mucho la radio y la televisión para denunciar supuestas conspiraciones y asesinatos en su contra; pero también para cantar, recitar poemas, insultar, contar chistes, regañar e incluso, en una ocasión, hasta hizo cantar el "happy birthday" a Fidel Castro. Sin embargo, todo esto contrasta cuando en su intento de golpe de Estado en febrero de 1992, se rindió después de 12 horas de combate, y luego, cuando en abril de 2002 firmó su renuncia sin presentar resistencia. Fidel Castro, en un artículo publicado recientemente en el Granma. justifica la debilidad del coronel al decir que en abril de 2002 fue él (Castro) quien le pidió que "no se inmolara", es decir, que fue una rendición autorizada. Considerando el valor de los soportes venezolanos hacia Cuba, se entiende la necesidad que tiene Castro de absolver a Chávez de aquel "pecado revolucionario".

Sin duda las mejores habilidades sicológicas para manejar al coronel las había mostrado el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, quien por cierto ha sobrevivido a varios atentados reales. Pero eso terminó cuando debió pedirle que dejara de ser mediador con las Farc. Luego de la Cumbre Iberoamericana también salió dañada la relación con España y el presidente Zapatero, quien era para Chávez el interlocutor más tolerante en Europa. Las relaciones con Lula se complicaron cuando el coronel insultó al Congreso brasileño, y con Chile cuando llamó "pendejo" al socialista José Miguel Insulza, secretario general de la OEA. Incluso en Cuba, estando con Fidel Castro, habló de dos presidentes y dos países, olvidándose de Raúl Castro. Su política exterior es perder amigos y provocar a sus enemigos.

Al coronel lo han sostenido tres pilares: el petróleo, la popularidad y una compleja red de alianzas internas hacia la izquierda y hacia la derecha. De estos tres soportes, lo principal han sido las alianzas. Mientras la oposición intentó derrocarlo por la fuerza, la posición de víctima le produjo votos, popularidad y poder real; así ganó elecciones, controló la justicia, las Fuerzas Armadas, el Consejo Electoral y el petróleo. Sin embargo, al concentrar poder, asumió la posición de victimario, se propuso radicalizar artificialmente su 'revolución' y comenzó a actuar en contra de la mayoría de la opinión pública, incluso de sus seguidores, así cerró un canal de televisión y abrió conflictos en sus propias filas al imponer la unidad de toda la izquierda en el Partido Socialista Unificado de Venezuela (Psuv). Esto fue rechazado por tres partidos de su alianza.

Para Villabos, Chávez se está debilitando por pelear en demasiados frentes.La reñida campaña por el referendo es una prueba de ello

Comenzó a cuestionar la propiedad privada y los lujos, cuando en realidad muchos de sus seguidores entienden la Revolución Bolivariana como la mejor oportunidad para comprar propiedades y tener lujos. Venezuela es un país consumista donde la austeridad es subversiva hasta en la izquierda. Es el tercer importador de whisky del mundo y hay que esperar dos meses para poder comprar un auto de lujo. Por otro lado, el coronel ha mantenido dividido al sector privado al dar oportunidades de negocios a unos empresarios mientras se las cerraba a otros, pero con sus ataques a la propiedad se está convirtiendo en enemigo de todos.

Chávez quiere imponer la reelección indefinida y aplastar a toda la clase política venezolana, incluida la que está emergiendo entre sus propios seguidores. Venezuela ha vivido en democracia por muchos años, no importa si ésta ha sido imperfecta, su historia y cultura política no permiten la institucionalización del caudillismo y del autoritarismo como ocurrió en Cuba, que no conocía la democracia. Chávez pretende armar un ejército partidario formando milicias populares para convertirlas en un poder militar paralelo que amenazaría directamente a las Fuerzas Armadas de Venezuela, que han sido uno de sus principales soportes. Se puede deducir de las declaraciones del ex ministro de Defensa general Baduel, que el soporte de las Fuerzas Armadas tiene como frontera las políticas sociales.

El intento de mediación de Chávez no sirvió para liberar a los rehenes colombianos en poder de las Farc, pero evidenció que el Presidente de Venezuela considera que un cartel de narcotraficantes constituye un movimiento insurgente legítimo. Esta ingenuidad ha provocado que en Venezuela crezca el poder del crimen organizado. Las intercepciones de cargamentos de droga que salen de su territorio son cotidianas y ocurren con el apoyo de policías y militares. Chávez le abrió las puertas a un fenómeno que corroe la autoridad de su propio gobierno, porque donde el narcotráfico se instala, crea base social, coopta los poderes locales, domina territorios y multiplica todo tipo de delitos.

La política exterior del gobierno de Chávez de aliarse con Irán es una ingenuidad todavía mayor. Irán no es gobierno de izquierda, sino todo lo contrario, y su conflictividad con Occidente es totalmente distinta de las diferencias que existen y han existido entre las izquierdas y Estados Unidos. Si estalla una guerra de los norteamericanos contra Irán, más allá de que ésta fuera injusta o errada, la política exterior de Chávez arriesga que el territorio venezolano sea utilizado por terroristas, incluso contra su voluntad. El coronel, por ignorancia y fanfarronería, está poniendo en peligro la seguridad estratégica de Venezuela. Todo esto ocurre en un país en el que la ineficiencia del gobierno ha generado escasez de comida a pesar de haber abundancia de dinero. Un país que a pesar de ser gobernado por la fuerza, no tiene fuerza para proteger a los ciudadanos más pobres frente a la delincuencia. Un país donde los estudiantes luchan en contra de una 'revolución', cuando lo normal es que los estudiantes luchen por la revolución.

El resultado del referéndum es incierto a la hora de escribir este artículo, pero para efectos prácticos, se puede decir que Chávez se ha metido en un juego en el que si gana, pierde, y si pierde, también pierde. Una victoria y la implementación de las reformas lo obligarían a romper las alianzas que lo sustentan, y una derrota significaría el fin definitivo de su popularidad. Lo que sigue después del referéndum será sólo cuesta abajo, Chávez se está debilitando por pelear en demasiados frentes. El miedo a la revancha comenzará a convertirse en el instrumento para mantener unidas sus filas, y los llamados a la reconciliación de la oposición, en su peor amenaza. El coronel está despilfarrando el dinero, acabando con su popularidad y destruyendo las alianzas que lo han sostenido. Es difícil saber cuánto más le durará a Chávez su fuerza, quizá meses, quizá años, pero sin duda estamos frente al fracaso de su radicalización revolucionaria artificial pagada, todo porque al coronel se le subió el petróleo a la cabeza.