A
lo largo de nuestra vida profesional vamos acumulando experiencias
educacionales -grados académicos, posgrados, idiomas, con énfasis en los
honores adquiridos por vía de nuestra seriedad y empeño-; además, un recuento
del fogueo vital dado por participación en congresos, artículos científicos
publicados en revistas reconocidas; adicionalmente, un recuento de nuestro
desempeño y productividad en los cargos que hemos asumido, y vivencias como
reconocimientos, premios, condecoraciones -venidas a menos en nuestro país.
Todo ello construye nuestro currículum vitae (CV), carrera u hoja de vida como
también se le llama.
Los médicos comenzamos a acumular credenciales desde
nuestros tempranos estudios que reseñan la trayectoria de nuestro acontecer. El
CV es una nítida fotografía de nuestra vida y por ello nos empeñamos en
ampliarlo y darle lustre.
En
la antípoda podría encontrarse el prontuario delictivo, un recuento que
recopila los antecedentes penales de una persona por violación a la ley o por
condenas judiciales. Equivale a una persona sin currículum pues en el mundo al
revés que es nuestro país, vale más el prontuario que el CV.
Para alcanzar la
Presidencia de la República, ser ministro, gerente o formar parte del lumpen
que le sigue, es capital tener un abultado prontuario, que incluye haber
mentido, asesinado, robado y regalado la soberanía nacional; todo muy preciado
en tiempos de anomia, amoralidad y desvergüenza. Las asonadas golpistas de
quienes nos gobiernan, bañaron el país de sangre inocente desde el asalto a
Venezolana de Televisión, un billón de dólares esfumados, asaltantes de banco,
secuestradores. Ruletean por los cargos los mismos perdedores de siempre, las
políticas y leyes se diseñan en Cuba, así que no importa el títere que asumirá
el cargo.
rafaelmuci@gmail.com
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