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sábado, 19 de mayo de 2012

VLADIMIRO MUJICA, ¿ÚNICA O UNITARIA?

El dilema es usar, o no, una sola tarjeta para todos los grupos y partidos que apoyan a Capriles Radonski. El debate sobre la decisión inicial de la MUD se ha reabierto. Esta es una discusión que nos concierne a todos

La diferencia entre las palabras "única" y "unitaria" podría parecer un asunto puramente semántico, pero en el caso de la oposición venezolana el tema tiene una variedad de implicaciones.

Puesto en términos simples el dilema tiene que ver con la propuesta de usar, o no, una tarjeta única para todos los grupos y partidos políticos que apoyan a Henrique Capriles Radonski. Esto significaría que los símbolos y tarjetas de las distintas organizaciones le cederían su lugar a un distintivo electoral único.

La alternativa a la tarjeta única, que cuenta con la aprobación de la MUD, consiste en mantener abierta la posibilidad de que las distintas organizaciones sigan usando sus tarjetas individuales u optar voluntariamente por el uso de una tarjeta unitaria.

El debate sobre la decisión inicial de la MUD se ha reabierto y a pesar de que la última palabra la tendrán las organizaciones acreditadas ante la mesa, esta es una discusión que nos concierne a todos y sobre la cual tenemos la obligación de opinar.

Los defensores de la tarjeta unitaria, entre quienes aparentemente se cuenta, a juzgar por el tono implícito de sus declaraciones, el propio candidato HCR, arguyen que la diversidad democrática se ve mejor representada por la opción de la tarjeta unitaria. Otros argumentos tienen que ver con conveniencias logísticas dadas por el hecho de que solamente una tarjeta de la unidad opositora aparecerá en el tarjetón electoral versus la multiplicidad de símbolos de las organizaciones que apoyan a Chávez.

Por último, se ha indicado que culturalmente la gente no está acostumbrada a la tarjeta única y que ello puede repercutir negativamente en el resultado electoral.

Sin restarle valor a los respetables argumentos de los defensores de la tarjeta unitaria, creo que hay razones de mayor entidad que aconsejan la otra opción.

En primer lugar está el hecho incontestable de que esta no es una circunstancia convencional de la vida democrática venezolana. Antes al contrario, se trata de una coyuntura sumamente riesgosa, marcada por el autoritarismo y el ventajismo del gobierno y sus aliados, que demanda conductas excepcionales. La acción de asumir una tarjeta única puede convertirse en un gesto comunicacional importante que transmita la idea de que verdaderamente se está apoyando un proyecto de reunificación nacional.

Por otro lado está el asunto de no intentar aprovechar este momento para exhibir fortalezas individuales sino colectivas. La fortaleza esencial de la candidatura de HCR es la unidad. Sin embargo, el hecho de que el candidato sea miembro de PJ determina que en la percepción colectiva este partido tenga una ventaja importante sobre los otros.

Pero estos no son los tiempos de dirimir el liderazgo opositor sino de desplazar a la oligarquía chavista del poder. De modo que todo lo que contribuya a alcanzar este objetivo superior democráticamente define la estrategia correcta.

Por ultimo, el elemento sicológico del mensaje de HCR: "Hay un camino" y "Mi partido es Venezuela" encuentran una traducción simbólica natural en una tarjeta única que encarne esas ideas. No menos despreciable es que esta convocatoria al chavismo descontento que hay que ganar a la causa democrática puede ser mucho más aceptable que una convocatoria a votar por partidos.

El asunto de la tarjeta es una prueba importante para el liderazgo opositor. De su resolución adecuada depende que se envíe al país un mensaje que refleje que nos creemos en serio que estamos en una situación de riesgo real para la democracia.

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jueves, 5 de abril de 2012

EMILIO NOUEL V. / FRANCIA, EL DILEMA DE SIEMPRE


El legendario “Danny el Rojo”, aquel joven mercurial que nos convocaba a conquistar el cielo por asalto y que lideró las barricadas del Mayo francés allá por el lejano 1968, hoy, transformado en diputado ecologista, nos dice que el debate electoral en Francia es aburrido y poco han aprendido los franceses de él, si nos atenemos a los temas y/o a la profundidad de la discusión. ¿Dónde está el gran debate?, subraya.
Lo acompaña en esta apreciación crítica The Economist, el cual señala que la campaña electoral es la más frívola de los países occidentales e ignora de manera impresionante los grandes problemas económicos. Una negación de la realidad, en definitiva, según la revista.
Como se sabe,  dentro de 2 semanas tendrá lugar la primera ronda de las elecciones en aquel país. 10 candidatos en liza evidencian hasta qué punto está dividida la opinión en el hexágono galo.
Estas elecciones se producen en un entorno nacional, regional europeo y mundial complicado. Las consecuencias económicas y sociales de la crisis fiscal y financiera ya han derribado a varios gobiernos y liderazgos. Y Francia, obviamente, no escapa a esta ventolera, a pesar de que sus circunstancias particulares no pueden ser comparadas con las de otros países europeos, mucho más débiles.
Este torbellino incluso ha producido desencuentros entre los miembros de la Unión, que han despertado también cuestionamientos a los principios sobre los que se levanta la integración regional.
Aunque pareciera que lo peor ya pasó y que de todos modos se requerirán varios años para la recuperación,  el euroescepticismo ha cobrado cierto impulso, y sobre esta ola se han montado algunos proyectos políticos que, de tener éxito, podrían lesionar a mediano plazo las bases de la gran aventura europeísta. (Esperamos que estas ideas fracasen, por el bien no solo de los europeos) 
No obstante, la madre del cordero son los planes de recorte presupuestario y las reformas laborales que la nueva situación impone. Su capacidad para generar convulsiones sociales no es desdeñable, y ojalá no vaya a mayores.                
Si hacemos una operación de ubicación político-topográfica de los candidatos que se disputan el favor del electorado, en la centro-derecha y derecha estarían Nicolás Sarkozy y Marine Le Pen, en el centro François Bayrou, y en la izquierda, François Hollande, Jean Luc Melenchon, y Eva Joly, principalmente. 
Los problemas más sensibles para los franceses son el desempleo y un mermado poder de compra. En general, la economía, además del problema de la deuda, tiene en la competitividad una asignatura pendiente que viene siendo señalado desde hace años y no se corrige. Incluso, desde las instituciones europeas, se ha planteado pero no se ha hecho mucho al respecto.
Las encuestas otorgan al socialista Hollande 28 % de intención de voto, mientras que a Sarkozy 27.  En una segunda vuelta el primero se impondría a ése animal político que es Sarkozy, 56% vs 44%. Sin embargo, éste en la actualidad, supera al primero en las preferencias del electorado de la Francia profunda. Asimismo, se avizora un porcentaje de abstención alto que afectaría más a Hollande.
Para algunos observadores, Sarkozy habría defraudado las expectativas que generó en las pasadas elecciones; debe recordarse que hasta logró el apoyo de sectores de la centro-izquierda entonces.  Hollande, por su parte, se catapulta con el descontento producido por la situación económica y recoge los apoyos de la sempiterna izquierda nacional.
La extrema derecha representada por Le Pen vuelve por sus fueros y está ubicada en un porcentaje cercano a las elecciones pasadas (14%). En la segunda ronda se decantaría, sobre todo, hacia Sarkozy.
Sobre los votantes del troskista Melenchon (15%), “el pequeño Chávez a la francesa”, y el centrista Bayrou (12%), lo más probable es que en su mayoría se inclinen por Hollande en el ballotage. Es muy probable que el socialista se vea obligado a negociar con Melenchon, cuya votación se encuentra en ascenso a esta fecha.
Pareciera que la suerte está echada, aunque la amenaza abstencionista puede torcer los pronósticos de las encuestas. Derecha o izquierda es el dilema, mientras se mantienen los crónicos problemas de fondo que la sociedad francesa no termina de solventar.
Lo que se presenta claro es que el triunfador deberá tomar medidas económicas y fiscales severas, la tormenta aún no ha pasado y las amenazas están latentes. Obviamente, ninguno de los candidatos con probabilidades de ganar mencionará la soga en la casa del ahorcado. 
The Economist, acertadamente, dice que ninguno de los candidatos propone medidas para reducir los “alucinantes niveles impositivos” o recuperar la competitividad. La propuesta de aumentar impuestos de Hollande (75% a las rentas altas) y su hostilidad hacia la empresa privada y la creación de riqueza mostrarían una visión anacrónica de éste sobre los asuntos económicos. El semanario, igualmente, se lamenta de que Sarkozy haya abandonado su propuesta de reformas “a la alemana”.
A ambos candidatos corresponde preparar al país, de manera responsable, para las medidas duras que habrán de tomarse indefectiblemente si se quiere reactivar la economía.
La experiencia griega y la más reciente española, con el nuevo gobierno de Rajoy, indican que aquellas medidas desencadenarán movimientos de protesta. Es de esperar, tarde o temprano, que en Francia ocurra lo mismo, independientemente del que triunfe en las elecciones y una vez que pasen los cien días del “état de grâce” que todo país da a los candidatos que ganan.
emilio.nouel@gmail.com

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