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sábado, 1 de agosto de 2015

LAUREANO MÁRQUEZ, RESISTIR, EDITORIAL TAL CUAL

Quien escribe siempre fue bruto en materia de economía. No entiendo la naturaleza de los procesos macroeconómicos, ni eso que llaman los equilibrios de las cuentas nacionales. Sin embargo, no hace falta ser un Nobel de economía para darse cuenta de que al país no le espera otra cosa sino hundimiento para los próximos tiempos.

Hasta ahora la destrucción de Venezuela ha sido un magnífico negocio para muchos. Para los que ya eran multimillonarios, porque han sacado excelentes dividendos. Para los que no tenían dinero pero consiguieron poder, también. Estos últimos han amasado nuevas espectaculares fortunas mal habidas que retumban en Andorra, Suiza y otros paraísos fiscales. Los sectores medios han contado con ventajas como el cupo de CADIVI, uno de los mejores negocios improductivos de la historia, porque te permite ganar dinero al tiempo que viajas (algo que para el resto de la humanidad supone un gasto inevitable). También para los menos favorecidos han surgido originales oportunidades de lucrar, como el “bachaqueo”, por ejemplo, que produce ingresos que nunca se podrían conseguir con un salario, por muy decente que este sea.

Hay cosas en Venezuela que si se arreglaran -como el tema de la producción y suministro de alimentos sin regulaciones absurdas- ello significaría la quiebra de mucha gente que ya vive de eso. Una administración pública honesta destruiría demasiados negocios. Una economía que dependa de la eficiencia productiva y no del beneficio extraordinario que produce el desbarajuste cambiario, sería una calamidad para algunos que ya no saben trabajar decentemente.

Sin embargo, al margen de lo señalado, la Venezuela de este tiempo, como suele acontecer en los periodos de anarquía y caos, se acerca a un momento en el cual la situación no será conveniente para nadie. Los dólares se acabaran, la presión de la deuda nos llegará, no habrá productos que bachaquear, ni combustible que vender al otro lado de la frontera.

Cuando ese momento llegue, el país sin duda cambiará, no nos quedará otro camino que el trabajo, en todos los sentidos de la palabra: trabajar y pasar trabajo, que parece que es la única manera que tienen las naciones de progresar y entender. Pasaremos trabajo porque las medidas que se tendrán que tomar serán necesariamente muy duras, como consecuencia de tantos años de desidia, pero aprenderemos la lección de los antiguos griegos: solo se progresa de verdad cuando la polis es floreciente.

Entonces, como diría Lenin, “¿qué hacer?” frente a lo que viene. Lo primero meter la cabeza entre las piernas y colocarse en posición de impacto para capear el temporal de calamidades que se avecinan.

Es esencial tratar de sobrevivir, al hampa, a la cárcel, a la escasez a las inhabilitaciones y al sinnúmero de dificultades que ya los expertos vislumbran. Frente a esto, los venezolanos de bien, es decir, la mayoría, solo tienen las dos opciones que son las que en la práctica han venido tomando en los últimos tiempos: emigrar o tratar de resistir desde la certeza de que es inevitable que esto cambie cuando las contradicciones sean insalvables.

El país está lleno de gente que resiste: empresarios que producen a pérdida para no cerrar sus industrias, agricultores que insisten en sembrar arroz en Portuguesa, profesores universitarios que continúan dando clases con un sueldo de menos de 50 dólares, periodistas que dan la cara por la libertad de expresión, médicos que salvan vidas con las uñas, estudiantes que se forman en la excelencia y una infinidad de etcéteras tan diversos como la complejidad del país.
Irse también es una manera de resistir, sobrevivir y preparase es también hacer patria. Vivir fuera, en la hostilidad del mundo desarrollado, en esa selva que es para uno el imperio de la ley, no es nada sencillo.

La resistencia tiene que ser activa, cada uno de nosotros tiene que contribuir con su talento, inteligencia e integridad a que una Venezuela como la que imaginamos y soñamos se haga realidad algún día.

Este tiempo nos convoca de manera personal, nuestra responsabilidad es impostergable, individual e intransferible, como el voto. Con lo único con lo que contamos para edificar el país que merecemos es nuestra materia gris, por eso aún hay esperanza, porque la inteligencia abunda en Venezuela, aunque esté en este tiempo acorralada, agazapada, subestimada.

Con esa inteligencia debemos afrontar lo que nos viene cuando la factura de la historia nos alcance, porque como dirá Luis Vicente León en su artículo del próximo domingo, es preciso “entender que no habrá salida fácil y que independientemente de quien sea el culpable, todos sin excepción vamos a pagar por él”

Laureano Márquez
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miércoles, 26 de noviembre de 2014

LAUREANO MARQUEZ, LEY ANTIDECENCIA, EDITORIAL TAL CUAL,

LAUREANO MARQUEZ
Considerandos:

Que sale más fácil y barato sancionar a los pocos decentes que a los muchos corruptos.
Que las personas decentes avergüenzan a los corruptos haciéndoles sentir moralmente mal.
Que este es el país de Jauja, donde todo va al revés,
Decretamos la presenta ley antidecencia que se regirá por los siguientes artículos:

Art.1. Se considera persona decente todo aquel que no haya participado de actos deshonestos en la administración pública o privada, no haya sobornado ni se haya dejado sobornar y cumpla con las leyes existentes.

Art.2. Toda persona decente será sancionada con la afectación del objeto de su decencia. Si se trata de un productor, será expropiado; si se trata de un funcionario decente, será inhabilitado; si se trata de un docente universitario y/o investigador científico, será acorralado salarialmente hasta que se rinda o se vaya al exterior.

Art.3. Todo aquel que nunca haya pedido el cupo de CADIVI será considerado automáticamente sospechoso de delito de honestidad, salvo prueba en contrario. Deberá ser sometido a cuarentena y examinado rigurosamente con psiquiatras y se le harán pruebas de laboratorios cada 15 días hasta encontrar la causa de su deterioro mental.

Art.4. En la frontera, todo el que no comercie con la gasolina y/o no use su cupo de combustible racionalmente de forma que denote que no lo está vendiendo, será condenado a arresto domiciliario, es decir, le será recortado el número de litros hasta que materialmente no pueda salir de su casa.

Art.5. Todo aquel funcionario que no haya prevaricado o negociado comisiones, ni practicado nepotismo, ni usado bienes públicos en beneficio propio, será objeto de sanción moral y será tenido hasta el fin de sus días como un rolitranco e pendejo.

Art. 6. Ponemos a disposición ciudadana la línea telefónica 800- decente para que sean denunciados todo aquellos contrarrevolucionarios que se las dan de tramparentes e incluso aquellos que efectivamente lo sean, que los hay porque se han visto casos.

En este mismo acto decretamos la creación del monumento al corrupto desconocido. Allí se realizará una ofrenda floral cada vez se celebre un nuevo aniversario de la aprobación de la presente ley. Dicha ofrenda será facturada al ministerio respectivo y también, paralelamente al que no lo es, pero nunca colocada.

Dado y firmado, pero no sellado, puesto que el sello se lo llevo un funcionario para expedir unos certificados falsos a nombre de esta asamblea.

Dios y federación, pero más que todo federación.

Laureano Márquez
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viernes, 7 de noviembre de 2014

LAUREANO MÁRQUEZ, LOS GUARDIANES DE LA ESPERANZA, EDITORIAL TAL CUAL

LAUREANO MÁRQUEZ
En el aeropuerto, en uno de esos días en los que el abuso te rebasa, en los que te apetece abandonar tus convicciones y lanzarte al estercolero nacional de la viveza, al estilo de las colitas de PDVSA tan cuestionadas en otros tiempos; cuando los que saben moverse como pez carroñero en el agua turbia se te colean sin pudor alguno y toman el vuelo en el que tú tendrías que estar, las colas se convierten en terapia colectiva donde se organiza la resistencia de la honestidad, cada vez más acorralada en la tierra de Bolívar.

Hablamos de todo: de los negocios milmillonarios que se hacen con la reventa de cemento, a pesar de que el Banco Mundial dice que este no es un país para hacer negocios; hablamos de los raspacupos, no ya individuales, sino de las grandes corporaciones de raspacupos (mayoristas del raspado, pues); hablamos de que en Venezuela cada descalabro, cada metida de pata oficial genera un negocio floreciente que se nutre de la incompetencia; de que es muy complicado adecentar el país, porque ya es demasiada la gente que vive de la indecencia y que perdería su chamba de dinero fácil y no trabajado a la que se ha venido acostumbrando durante todo este tiempo; nos reconfortamos en hacer lo correcto, pero con la inevitable sensación de sentirnos profundamente pendejos, al ver al vivo exitoso y triunfante y en algunos casos, incluso, haciendo mofa de tu compromiso con lo que es justo y bueno.

Hablamos de la gente que se va. Me encuentro en inmigración (¡nunca tan bien dicho!) a un querido amigo, una eminencia médica venezolana que se irá el año próximo. Lo llaman de Estados Unidos, quieren su talento allá, le facilitan la vida para que se vaya, le garantizan hasta la universidad de sus hijos. Este gobierno que tanto critica al imperio le ha entregado en bandeja de plata la flor y nata de nuestra formación profesional. La UCV llena de médicos al mundo desarrollado y, la USB, de ingenieros petroleros a Noruega, Canadá y Escocia. La UC le da un rector al MIT. Nuestro país está exportando su inteligencia.

Ya son dos horas de cola; estoy desde las dos de la mañana para el vuelo de las seis. Se me ocurre que podríamos fundar la Universidad de la Cola. Aprovechar las colas cotidianas para formar gente. Todos estamos en alguna cola en este momento. Sería una extraordinaria oportunidad de llevar cultura a la gente. Teoría política en la cola del supermercado; introducción a la economía en Farmatodo; principios básicos de derecho en el aeropuerto. El dilema de la perfectibilidad de la democracia solo tiene una salida: compartir cultura, elevar la inteligencia de nuestros hermanos, salvarlos del que los quiere embrutecidos para dominarlos.

Un compañero de infortunio me pregunta: ¿y usted tiene alguna esperanza? Sí, le respondo: el otro día fui a San Cristóbal y el señor que me hizo el servicio de transporte me contó que le regaló un carro a su hijo, estudiante universitario y le dijo: “Hijo, si yo me llego a entrar de que usted está vendiendo su cupo de gasolina yo le quito el carro ¿oyó? Porque si usted quiere ganar dinero, hágalo decentemente, trabajando, pero nunca de manera deshonesta”.

Ese hombre modesto, solitario y anónimo se rebela contra la mediocridad imperante. Cuando todos a su alrededor se corrompen, él le dice a su hijo, como el evangelio de Mateo: Etiam si omnes, ego non: aunque todos lo hagan yo no y tú tampoco, hijo mío. Son este hombre y muchos como él los que, quizá sin saberlo, le dan forma a la Venezuela que va a venir (porque va a venir). Son los guardianes de la esperanza.

Laureano Márquez
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jueves, 30 de octubre de 2014

LAUREANO MÁRQUEZ / EDITORIAL TAL CUAL / 67,5%

Según la última encuesta de Datanálisis, la desaprobación al desaprobado alcanza la cifra que da título a este escrito (superando incluso a la de la supuesta inflación).

LAUREANO MÁRQUEZ
La verdad es que el dato no deja de ser sorprendente, no por el 67,5%, sino por ese 32,5% que, frente a la debacle que se vive, todavía tiene coraje y guáramo no solo para apoyarlo, sino incluso para decírselo a Luis Vicente León en esos fuckings groups que realiza para obtener eso que él llama irreverentemente “la data”, ignorando la fórmula oficial que establece que debe decirse “el dato y la data”.

Hay gente que duerme en las colas de las farmacias y las madrugadas venezolanas están plagadas de largas filas en los centros de su ministro. La inseguridad llega a unas cotas tan elevadas que, a la hora de las mediciones, sale más barato colocar mejor la tasa de gente que ha salido ilesa. La salud no se queda atrás: las clínicas se parecen a los hospitales cuando funcionaban bien y los hospitales ya no se parecen a nada que el entendimiento humano pueda procesar asociado al concepto de “salud”.

El Banco Central, para evitarse problemas, cortó por lo sano: no se publican las cifras del deterioro económico. Parece más razonable registrar 30 millones de huellas que fomentar una economía productiva. Se robaron 42 armas de fuego en la Policía de Guarenas. Ya está en camino el segundo cargamento de crudo argelino para Venezuela. Tenemos la gasolina más barata del planeta, pero no hay. Algunos sectores del oficialismo quieren fundar partidos y ahora se consiguen con que Frankenstein no se lo permite. Los colectivos quieren marchar, pero la famosa guardia del casco no sabe si debe usarlo esta vez. En medio de esta Chikungunya política que atravesamos, al 32,5% de los encuestados les parece que está bien, que avanzamos rumbo al progreso a paso de vencedores. La verdad es que a uno lo que verdaderamente le indigna de la encuesta es el tipo ese 0,5 que todavía está indeciso, que medio cree y medio no cree. Porque un 33/67, incluso un 32/68, se acepta, pero ese 0,5 yo quisiera saber quién es, a qué se dedica, donde hace mercado y si se ha planteado irse del país, porque la cosa está tan peluda, que hasta los partidarios del gobierno están explorando el plan B.

En relación con la oposición, los números son más o menos así: Capriles 42,1% / 46,4% y Leopoldo López 45,6% / 40,0% (evaluación positiva y negativa). Es decir, que si sumamos nuevamente a Capriles y a Leopoldo tenemos un 87,7% (Sí, ya sé, Luis Vicente, que es una suma incorrecta, pero déjame soñar).

Mientras escribo estas líneas, llegan a mis oídos los gritos de los niños de un kínder cercano al edificio donde vivo. Están aprendiendo a contar. ¿Cuándo aprenderemos nosotros?

Laureano Márquez
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