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jueves, 6 de noviembre de 2014

PAULINA GAMUS UN PAÍS PARA ENTENDER, NUNCA SUPIMOS CUÁNTO QUERÍAMOS A NUESTRO PAÍS HASTA QUE LA CATÁSTROFE DEL CHAVISMO

PAULINA GAMUS 
Hace muchos años el ministerio de Turismo de Venezuela utilizaba el eslogan o lema Un país para querer. El mensaje estaba dirigido a los extranjeros porque si de los venezolanos se trataba, nunca supimos entonces cuánto queríamos a nuestro país hasta que nos ocurrió la catástrofe del chavismo. Aquellos que, venidos de otros lares, nos visitaban, quedaban encantados por muchas razones: el clima, las playas, las bellezas naturales, los excelentes restaurantes y, sobre todo, la simpatía y calidez de la gente.

Un país que fue de los primeros exportadores de petróleo ahora importa gasolina.

Hoy no somos un país para querer sino para entender y no solo para que nos entiendan los extranjeros, sino para entenderlo nosotros mismos. Cada día suceden tantas cosas que impiden el aburrimiento y nos mantienen en ascuas a la espera de lo que vendrá, que indefectiblemente es algo peor.

Imposible incluir en esta nota, por razones de espacio y de paciencia de los lectores, todo lo que nos viene a la mente para contar. Elegiré algunos sucederes que jamás creería quien no esté padeciendo en carne propia la revolución bolivariana, mezclada en una licuadora diabólica con el socialismo del siglo XXI:

Champú. Caracas es una ciudad construida sobre riachuelos y quebradas y el país entero tiene agua a montones, menos en la mayoría de los grifos. Quizá por esa razón, heredada según se dice de los ancestros aborígenes, el venezolano de cualquier clase social —hasta el que vive hacinado en el rancho más primitivo— se las ingenia para bañarse a diario y nunca despedir olores desagradables como ocurre en otras latitudes. Como ejemplo cito que hace años, en una pensión de Paris, mi hermano debía pagar dos francos cada vez que utilizaba la ducha. Como era verano y se bañaba hasta tres veces al día, la dueña le preguntó si estaba enfermo. Aquello se transformó en un evento que convocaba asamblea de camareras con el murmullo: ¡el venezolano se va a bañar!

En Venezuela, las policías abundan casi tanto como los delincuentes
Así fue hasta que por efectos de la revolución que ha creado un viceministerio de la Suprema Felicidad Social y, más recientemente, los Círculos del Buen Vivir, el país sufre carencia de casi todo lo que permita la higiene personal. Ante la desesperante escasez de champú, un ministro que no es cualquiera sino el del Hábitat y Ecosocialismo, ha proclamado: "Pues si por la revolución tenemos que dejar de lavarnos el pelo, lo haremos". Basta con dejar volar apenas un poco la imaginación para suponer que la misma recomendación se extiende a otras carencias como la de papel higiénico.

Niñeras. Son un lujo que solo pueden permitirse quienes pertenecen a esa categoría socio-económica que es la burguesía, detestada y anatematizada cada día por los socialistas revolucionarios que llevan tres lustros desplumando a Venezuela. Pero niñeras que viajen en aviones privados y cuelguen en su muro de Facebook fotos de sus visitas a Paris, los Alpes suizos, las pirámides mexicanas y otras maravillas del globo terráqueo, solo las de Bill Gates, Carlos Slim, Amancio Ortega o las de la familia Mendoza de las Empresas Polar de Venezuela, tan hostigada y acosada por el chavismo. ¿Puede entenderse que el funcionario más marxista leninista del régimen, desde que encapuchado quemaba autobuses hasta ahora que es ministro nada menos que de las Comunas —es decir ¡comunismo!— tenga a una niñera que viaja por el mundo con la familia ministerial, incluida la suegra, en aviones oficiales y además con armas de fuego en su equipaje?

El socialismo se construye sin champú pero con mucha ignorancia
Fascismo. Busco en Wikipedia la definición que me parece más ligera: “El fascismo se basa en un Estado todopoderoso que dice encarnar el espíritu del pueblo y que está en manos de un partido único. El Estado fascista ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda, incluyendo la manipulación del sistema educativo”. Caramba, ni que los señores de Wikipedia estuviesen instalados en Venezuela presenciando los desafueros del régimen chavomadurista. Un día cualquiera mi automóvil se detiene en un semáforo justo detrás de un autobús absolutamente pintado de rojo y con el siguiente letrero en el vidrio trasero: "Destruido por el fascismo y recuperado por la revolución”. El letrero no cumpliría su cometido si no tuviese a la derecha una imagen de Bolívar y a la izquierda la del difunto Hugo Chávez. ¿Conoce alguien otro país en el cual el fascismo se dedique a destruir autobuses en vez de hacer lo suyo que es destruir a la gente?

Gasolina. Desde el llamado Caracazo, aquellas 48 horas de muerte y destrucción en febrero de 1989 que el chavismo celebra como una efemérides, ningún Gobierno se ha atrevido a subir el precio de la gasolina. Mientras la inflación ya va por los tres dígitos y cada vez se hace más difícil alimentar a la familia o adquirir medicinas, el valor de un tanque de gasolina en Europa es lo que gasta un vehículo venezolano en cuatro años. Y para mantenerla en esos niveles de precio, un país que fue de los primeros exportadores de petróleo en el mundo ahora la importa.

Policías. En cualquier país medianamente normal, las policías sirven para guardar el orden público y dar seguridad a la población. En Venezuela, uno de los países con mayor índice de violencia criminal en el mundo, ciertos grupos paramilitares llamados Colectivos y creados para defender la revolución, logran defenestrar al ministro del ramo y descabezar a la principal policía de investigación del país.

Las policías abundan casi tanto como los delincuentes, para lo cual el Gobierno acaba de crear la Misión Guardianes de la Policía de la Patria. Suponemos que son unos policías cuidando a otros.

Un médico con especialización gana 8.000 bolívares, es decir 80 dólares o 70 euros por mes.

Cárceles. En casi 16 años el chavismo no construyó una cárcel y el hacinamiento en las que existen provoca, cada dos por tres, masacres que horrorizan a la nación. Pero hoy surge una gran esperanza para los presos: la muy sui géneris ministra del área ha prometido la libertad a quienes aprendan cuatro idiomas. Suponemos, dado el nivel educativo de la población penal, que el español será uno de ellos.

Salarios. Durante su ejercicio como primer ministro, Itzhak Rabin, militar y héroe de guerra en un país siempre en alerta bélica, redujo dramáticamente el presupuesto militar para aumentar el de educación. En un país como Venezuela, donde los militares no arriesgan un pelo desde los años 60, cuando enfrentaron con valor y derrotaron a la guerrilla castro-comunista, se les acaba de incrementar el salario en un 45%, además de los regalos de vivienda, automóviles y otras prebendas. Mientras tanto un médico con especialización gana 8.000 bolívares que, para que se entienda, son 80 dólares o unos 70 euros por mes. Sumamos los presupuestos miserables de las universidades, los salarios humillantes de maestros y profesores y entendemos al menos algo: el socialismo se construye sin champú pero con mucha ignorancia.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus

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jueves, 24 de julio de 2014

ANDRÉS HOYOS, EL RETORNO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA, DESDE COLOMBIA,

Tengo varios amigos economistas y, aparte del respeto que me inspiran, solía tenerles envidia. Hoy ya no estoy seguro de que quisiera estar en los zapatos de la mayoría de ellos.

La devaluación de mi envidia proviene de que en tiempos recientes la disciplina ha sufrido, con escaso lapso entre uno y otro, tres fuertes golpes que afectan otros tantos pilares de su prestigio. El primer golpe lo dio China, un país que violando la mayor parte de los principios que la ortodoxia (generalizo para saltarme una digresión) había establecido como inviolables logró tasas de crecimiento casi absurdas durante treinta años. No, los grandes gurús no podían explicarlo y pronosticaron sucesivas debacles que nunca llegaron. El segundo golpe lo dio la Gran Recesión de diciembre de 2007, una crisis no ya en China, sino en los países desarrollados, que prácticamente ninguno de esos mismos gurús previó o incluso consideró posible. El tercer golpe fue la reciente publicación en inglés del libro de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, que reabrió por ahí la mitad de las discusiones que la ortodoxia consideraba cerradas, reviviendo la noción de “economía política”, cuyo largo entierro había sido meticulosamente celebrado, sobre todo en Estados Unidos, junto al del cadáver de Marx, que era lo primero que querían enterrar.
Ahora resulta que la economía no es la ciencia casi exacta de la que muchos se jactaban, sino una ciencia social, es decir, una disciplina rigurosa aunque inexacta e impredecible por naturaleza. Lo obvio, antes olvidado, ahora vuelve a ser obvio: no existe ninguna decisión económica de peso que sea exclusivamente técnica o que se vuelva tautológica a causa de unas fórmulas matemáticas brillantes; hay decisiones más o menos afortunadas, más o menos útiles, mejor o peor calculadas, pero todas las de importancia en últimas tienen un componente político que las inscribe en el flujo de la historia.
Ojo que lo anterior no significa que la heterodoxia, ni siquiera la muy sólida de Piketty, ofrezca fórmulas infalibles. Lo que sí quiere decir es que los argumentos de autoridad se debilitaron. Un ejemplo, entre cientos, puede ser: las reservas internacionales de un país como Colombia se invierten en bonos del tesoro americanos, los cuales rinden algo más del uno por ciento anual, mientras que los endowments de Harvard, Yale y Princeton han rendido, con todo y Gran Recesión, 10,2% en promedio y tras descontar la inflación a lo largo de treinta y tantos años. ¿Es obligatorio por razones técnicas tratar las reservas del país como se han venido tratando? No. ¿Hay que invertirlas como los fondos de Harvard? Tampoco. ¿Hay que repensar ese y muchos otros problemas? Desde luego.
Quisiera explicarme mejor diciendo que tengo amplia envidia disponible para aquellos economistas que empiecen a dudar en serio de la ortodoxia, sin por ello pasarse a la contraria. Toda ortodoxia es una heterodoxia que un día se aburrió de pensar. La duda, como ya lo sabía Sócrates, conforma junto con la curiosidad el más potente motor del pensamiento. Porque así como algunos andarán de luto mesándose los cabellos ante las “locuras” que se pueden empezar a cometer en política pública y pasan horas tratando de detectar algún error menor en las cuentas de Piketty, otros dicen: abanicos a la porra, que llegaron las brisas. Levantada la veda de la innovación teórica y práctica, lo que hay es tema.
Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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lunes, 15 de julio de 2013

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, ECONOMÍA POLÍTICA Y POLÍTICA ECONÓMICA: ¡OBLIGANTE COMPLEMENTARIEDAD!

Asumimos que las posibilidades de desarrollo económico-social se magnifican ante la presencia de una eficiente gobernabilidad; entendida como las relaciones entre el Estado y la sociedad civil donde cada ente político, económico y social desempeña su rol en un marco de convivencia en aras de elevar los beneficios a la mayor cantidad de población posible, a la luz de tres posibles modelos—o combinación de ellos--, uno que otorga privilegio al mercado y al empresario en torno a la propiedad privada de los medios de producción; otro que confiere mayor relevancia al Estado y a la propiedad pública de los factores de la producción; y un tercer modelo donde el Estado procura la equidad social armonizando el accionar público y privado con el desempeño del mercado y con distintas formas de propiedad colectiva en presencia de un Gobierno socialista sin que ello implique necesariamente la transición hacia un Estado socialista. 

Asumir aisladamente alguno o vinculado con otro, es ya de por sí una altísima dificultad política-ideológica de insospechados efectos sobre la economía, que hace necesaria una obligante complementariedad entre la economía política y la política económica del país. 
A tenor de lo expresado ha de abordarse la economía política como una táctica traducida en teoría (método o sistema) para enseñar a poner las cosas en orden en función de organizar la producción colectiva, y para lo cual estudia y analiza las relaciones que los individuos establecen entre sí, y el comportamiento de cada uno de los factores que afectan a la economía, teniendo como objetivo estudiar el desenvolvimiento de los individuos en colectivo y frente al Estado; o lo que es lo mismo estudia el comportamiento de los ciudadanos, de la sociedad y de los factores que afectan la economía ¡sin aplicar nada!. 
La política económica, por su parte, y observada como una estrategia que vincula variados elementos y establece lineamientos en procura de alcanzar un crecimiento económico con desarrollo sustentable implícito mediante la modificación de comportamientos económicos, basándose en las enseñanzas que emanan de la economía política, y para lo cual debe emplearse—para el caso específico de Venezuela—herramientas relacionadas con política fiscal, cambiaria, monetaria y petrolera (principalmente) habida cuenta de su efecto sobre los precios internos (inflación). 
Estas herramientas han de estructurarse como un conjunto de medidas que adopta el Gobierno con el propósito de establecer un marco de referencia para moldear e impulsar el crecimiento de la actividad económica, poniendo en práctica lo descubierto por la economía política, lo cual facilita la modificación y focalización del comportamiento del individuo y de la sociedad para buscar resultados determinados.
Resulta propicio destacar, que hasta el año 1940 en Venezuela los billetes tenían un respaldo en oro de un 100 %, que luego varió a un respaldo del 50% hasta 1960 para posteriormente en 1974 eliminar el respaldo en oro y asumir una paridad con el dólar USA, que facilitó la conformación de un escenario de creciente endeudamiento, continuas devaluaciones y un persistente déficit fiscal ante una intensa presencia del Gobierno en el área económica en su intento de controlar y corregir las fallas del mercado y apuntalar su acción en lo social que, a nuestro parecer, se apoyó en una pobre política para los pobres que los perpetuaba en tal condición y con pocas oportunidades de empleo decente y por ende de movilidad social—tal como en el presente—ante los deficientes logros económicos del país que a la postre se ha reflejado en una caída de las reservas internacionales, una inflación galopante, una sobrevaluación en el tipo de cambio, un permanente ataque especulativo sobre el bolívar, y la presencia por más de 10 años de un control de cambio que no ha impedido la “fuga de divisas” inducida, por un lado, ante la percepción sobre la debilidad de nuestra moneda que incita a mirar al dólar USA como una real alternativa para la “reserva de valor”—que el bolívar no garantiza—y por otro lado, ante la ausencia de oportunidades de inversión habida cuenta de la presencia de una oferta interna signada por las importaciones. 
En fin, la histórica política macroeconómica incoherente instrumentada en Venezuela,  no deja espacio para dudar sobre la necesaria armonía que debe existir entre la economía política y la política económica como condición de progreso y bienestar.
@jagp611 

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