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martes, 24 de febrero de 2015

ALBERTO JORDÁN HERNÁNDEZ, CARACAZO DE LA REVOLUCIÓN, CON VOZ PROPIA

Cuando sucedió el denominado Caracazo, que el próximo 27 cumplirá 26 años de haber estallado,  fresca estaba aún la “coronación”, tal calificaban  la Juramentación del adeco Carlos Andrés Pérez (CAP) como Presidente.  

Era la primera crisis de lo que sería su complejo segundo período para el cual fue electo con 3.868.843 votos (52,89), entre 24 candidatos, de quienes el segundo lugar lo ocupó el copeyano Eduardo Fernández con 2.955.061 (40,40%). A la toma de posesión realizada 25 días antes, asistieron 20 jefes de Estado entre quienes sobresalió Fidel Castro. Para el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, General Carlos Julio Peñaloza, el dictador no solo preparó lo que sería rebelión popular, sino que entregó armas que trajo en aviones propios.

Para apaciguar grave situación económica CAP presentó programa de ajustes llamado el Paquete, atribuido a Miguel Rodríguez, ministro de Cordiplan, con el fin de obtener 4.700 millones de US$ en los próximos 3 años y refinanciar la deuda externa.

Comprendía decisiones sobre política cambiaria, comercio exterior, liberación de las tasas de interés hasta un tope temporal fijado en el 30%;  determinación de tasa de cambio en  mercado libre de divisas y realización de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante; liberación de precios de todos los productos a excepción de 18  de la cesta básica; incremento gradual de tarifas de servicios públicos: teléfono, agua potable, electricidad y gas.

El 26 de febrero el titular de Energía y Minas, Celestino Armas,  anunció alza en 30% de precios de la gasolina e incremento de tarifas del transporte público urbano e inter-urbano, también en un 30%, válido para 3 meses siguientes, después de los cuales podrían aumentarse hasta el 100%.

Igual  se contemplaba aumento del salario mínimo a Bs. 4 mil en el área urbana y a Bs. 2 mil 500 en la rural.

Al amanecer del 27 se manifestó el descontento con protesta en Guarenas. El pasaje a Caracas pasaba de Bs 6 a 18. La disconformidad no tardó en extenderse con disturbios en Caracas, La Guaira, Maracay, Valencia, Barquisimeto, Mérida, Maracaibo, San Cristóbal, Puerto La Cruz, Cumaná, Anaco, Barinas, Ciudad Guayana, Los Andes.
Hubo saqueos en los establecimientos  para aprovisionarse de productos que escaseaban: leche, azúcar, café, harina pan, aceite, entre otros.

Policía, Ejército y Guardia Nacional, tenían órdenes de reprimir. Con el Plan Ávila se puso a la Capital bajo ley marcial y se habilitó a militares a disparar a manifestantes. Se suspendidas las Garantías.

La revuelta se prolongaría hasta el 8 de marzo con el trágico saldo de 300 muertes, 2 mil desaparecidos y miles de heridos. Pérdidas materiales sobrepasaron los 5 mil millones de bolívares.

Militares que ejercen mando reivindican la rebelión que se dice promovida por el Castrocomunismo, pero actuaron como represores.

Uno de los juramentados para el golpismo, Mayor Felipe Antonio Acosta Carlez, murió cuando combatía los disturbios en El Valle. CAP lo ascendió Post-Mortem a Teniente Coronel. Quien los lideraba, Mayor Hugo Chávez dijo estar de reposo por Lechina. Para más extrañeza no terminan de indemnizar a víctimas.

Vergüenza da que las causas del Caracazo, no superan a las de hoy.

AL MARGEN. Después de sentenciar al narcotraficante Walid Makled, la Fiscalía ordenó detener al Juez Alí Fabricio Paredes, el ensañado contra su colega Maria Lourdes Afiuni.

Alberto Jordan Hernandez
Jordanalberto18@yahoo.com
@albertojordanh

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miércoles, 27 de agosto de 2014

NELSON ACOSTA ESPINOZA, ¿SALTO ATRÁS POLÍTICO?

Bien pudiera decirse que el país ha dado un salto atrás. No en el sentido explicito como es abordado en el sainete criollo escrito por Leoncio Martínez, uno de nuestros insignes humoristas. 

Por el contrario, el salto del cual estamos hablando es de otra naturaleza. Su ámbito es el histórico. En otros términos, lo que pretendemos subrayar es que la dinámica política, económica, social y cultural del país en estos últimos 25 años ha ido a contracorriente en relación con la que ha prevalecido a escala global. Desde luego, esta es una afirmación un tanto fuerte y, es posible, que algunos de nuestros lectores la encuentren desmesurada. Después de todo, haber permanecido dos décadas y media transitando una vía contraria a la que ha predominado en el ámbito global es una "hazaña" digna de explicación.

Intententemos, entonces, proporcionar una respuesta. El punto de ruptura lo ubicamos en el año 1989. Esta fecha posee una doble significación. Una de carácter universal y, otra, de naturaleza particular. La primera, se refiere al efecto simbólico y político que tuvo la caída del muro de Berlín. Sin lugar a dudas, ese día se recordará como la fecha simbólica del final de una época. 

Hoy en día, estamos conscientes de que 1989 fue el año en que el mundo comunista, en forma inesperada, se vino abajo. La segunda connotación se encuentra más cercana a nosotros. Desde luego, me refiero el sacudón político, económico y cultural conocido con el nombre de "el caracazo" ocurrido, igualmente, en el año de 1989. Más allá de las explicaciones puntuales, como por ejemplo, que fue una "rebelión popular" contra medidas de carácter neoliberal implantadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez o, "una revuelta consumista", que expresaba una agresiva respuesta de grupos sociales que actuaban sin responder a líneas políticas y carecían de liderazgo, el caracazo, al igual que la caída del muro de Berlín significó el fin de una época histórica.

Vamos a concentrarnos, brevemente, en el significado y consecuencias de esta ruptura o cancelación epocal. ¿Qué se interrumpió? Y, si esta interpretación es correcta, ¿con qué nuevo modelo se sustituyó lo ya caducado? Veamos. En relación a la primera interrogante, el caracazo marcó el agotamiento de nuestra primera modernidad iniciada en las primeras décadas del siglo veinte e impulsada por el control de la renta petrolera por parte del estado central. Este modelo hizo aguas y la dirigencia política no tuvo conciencia plena de esta realidad. Nuestras élites, construidas en esta primera modernidad democrática, no pudieron ejercitar el rol dirigencial que se supone que estos grupos deberían asumir. En otros términos, esta intelectualidad política, también, estaba exhausta.

¿Por qué el uso de la expresión salto atrás? Porque a diferencia de los procesos políticos y culturales que se iniciaron con la caída del muro de Berlín (liberización política y económica; forjamientos de nuevos espacios para la expresión y ejercicio de la libertad; apertura hacia inéditos temas y opciones sociales y culturales) en Venezuela se inició un camino hacia la restauración de lo ya agotado. Las políticas diseñadas a lo largo de estos años no apuntaban hacia adelante; carecían de futuro y les sobraba pasado. En otras palabras, hacia atrás fue el salto llevado a cabo por la dirigencia que se apoderó del aparato gubernamental.

Disculpe el lector lo sucinto de la explicación. El espacio concedido no me permite extenderme. Mi propósito es llamar la atención sobre el "agujero negro" en el cual nos encontramos y la necesidad de que nuestra dirigencia democrática se deslastre del pasado.

Los restauradores, saltan hacia atrás. La intelectualidad democrática debe generar y comprometerse con una nueva visión del país que apunte agresivamente hacia el futuro.

Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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sábado, 26 de abril de 2014

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, ¿ORDENÓ CAP MASACRAR AL PUEBLO?, ALDABONAZOS


 “A los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde” Lucio Anneo Séneca (4 a.C – 65 d.C). Filósofo, político, orador y escritor romano.

Los nuevos textos de primaria, incluyen una reseña histórica de los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989, que culmina con la afirmación siguiente: “El día que Carlos Andrés Pérez ordenó masacrar al pueblo”. Llama la atención, que los historiadores oficiales, no se hayan percatado de la gravedad de tal falsificación histórica, la cual,  más que desprestigiar al ex presidente, coloca en tela de juicio la formación e integridad de las Fuerzas Armadas Nacionales. Las cuales, según esa “verdad oficial”, sin cuestionamiento alguno acataron y cumplieron la criminal orden. Las carambolas también salen por banda.

La verdad sea dicha. Hubo un estallido social, el Presidente Pérez, se vio obligado a activar el llamado Plan Ávila, para restituir el orden público y algunos miembros de las Fuerzas Armadas Nacionales, en medio del desorden público y los saqueos, cometieron excesos, violaron derechos humanos y otros más inhumanos masacraron a mucha gente. Eso verdad histórica es innegable. Ese Plan Ávila, también lo intentó activar el ex presidente Chávez con motivo de los hechos de abril del 2002 y, gracias a Dios, la cúpula militar de esa época, se opuso y salvó al pueblo de otra masacre. Las grabaciones son reveladoras. El que tiene rabo e’ paja no se acerca a la candela.

Nadie en su sano juicio, puede imaginar, que un Presidente constitucional, en una sociedad democrática y civilizada, electo por el pueblo, ordene por gusto, impulso o instinto criminal, ordenar que se utilicen las armas de la República, para masacrar al pueblo. Mucho menos se pudiese sospechar, que los hombres y mujeres de uniforme, que son gente de pueblo y de honor, se presten con saña para una operación criminal a esa escala. Las generalizaciones son injustas. Una cosa es que las cosas se salgan de cauce y algunos militares cometan excesos criminales y otra, que se concluya, que los militares se prestaron solícitos y sin protesto, para cumplir la orden de masacrar al pueblo. ¿Obediencia debida? No me defienda compadre.

Hay que tener cuidado con los juicios históricos y más aún, evitar afirmaciones peregrinas que pueden ser utilizadas, a posteriori en contra de quienes las sostienen. El 12F hubo manifestaciones pacíficas en Caracas y luego que los líderes y participantes se retiraron en santa paz, algunos exaltados crearon desordenes, que hicieron necesario la utilización de la GNB, para restituir el orden público y en medio de la innecesaria represión, hubo 2 lamentables muertes, que luego se demostró, fueron ocasionadas por exceso de funcionarios del DIBISE. ¿Alguien puede inferir que el Presidente Maduro ordenó esas muertes? ¿O la responsabilidad es de los autores materiales ¿Es una acusación errónea? Lo que es igual no es trampa.

La historia es muy difícil de falsificar, distorsionar y modificar, sobre todo la más reciente, cuyos sucesos están frescos en la memoria de los venezolanos. En esos laberintos históricos, la velocidad de esas alegres  afirmaciones,  puede confundir a quienes,  hoy las sostienen y después, como dicen los jurisconsultos, “No podrán alegar en su defensa sus propias torpezas. ¡Cuidado con alegres juicios históricos! No olvidéis la célebre frase de CAP: “Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario” ¡Vale!

José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
@Cheotigre

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jueves, 27 de febrero de 2014

CARLOS PENALOZA, LA TRAICIÓN DE “EL CARACAZO”

El estallido de cólera popular el 27 de febrero de 1989 era algo esperado por los servicios de inteligencia. El petróleo había bajado de 40 a 7 dólares y en Cuba se habían entrenado los francotiradores que ese día dispararon contra el Ejército para desatar el caos propicio a la toma de Miraflores. Todos lo sabíamos, menos el presidente Pérez, aislado por un círculo de traidores.  

El pasado viernes 30 de Septiembre, el presidente Chávez se presentó “de punta en rojo” ante los medios, con una pelota de beisbol en una mano y un guante Wilson de grande liga en la otra. Detrás de él, hieráticos, dos generales hacían de escuderos. Al pie de las escalinatas de Miraflores sacó el pecho ante la horda de periodistas y proclamó que su estado de salud era excelente.

La noche anterior se habían corrido rumores sobre una recaída en su enfermedad. Para desmentirlos presumió capacidad atlética. Hizo el aguaje con lanzamientos suaves para luego exclamar: ¡"Tribilin" está muy bien! Ese fue su más reciente parte médico oficial. De allí bajó al ruedo con los periodistas de la prensa internacional y medios oficialistas. Se batió con la corresponsal Andreína Flores, tras lo cual, visiblemente alterado, divagó sobre varios temas. Fue entonces cuando cometió un desliz que pasó desapercibido.

Chávez fue  infiltrado

El día siguiente, sábado, la prensa anunció que general Ítalo del Valle Alliegro sería sometido a juicio por su actuación durante El Caracazo. ¿Qué tuvo que ver la "aparición" de Chávez el día anterior, con el juicio al general Alliegro? Pues…Mucho. En un instante de su cháchara el día anterior, el Presidente miró hacia atrás señalando a Miraflores y dijo: "Esto era antes una casa de festejos. Yo lo sé porque estuve infiltrado aquí en 1989. De aquí me sacaron preso a finales de ese año". Una sorprendente confesión que confirmó con más amplitud lo que ya había mencionado en en el Programa Aló Presidente No. 289 del 5 de Agosto de 2007 donde manifestó que su estadía en Miraflores fue una "buena operación de infiltración."  Dado que había terminado la sesión de preguntas, el enfermo se retiró a su lecho. Como ningún periodista pudo repreguntar sobre esta revelación creo conveniente a relatar la siguiente historia porque Fidel es un experto en infiltraciones.

 Chávez llegó al palacio presidencial en 1988, al final del gobierno de Lusinchi, como ayudante del general Arnoldo Rodríguez Ochoa, oficial de limpia trayectoria. Como su ayudante tenía acceso a información clasificada. Fue infiltrado, junto con otros militares y políticos, por la organización que Fidel Castro montó en Venezuela para apoderarse de nuestros recursos petroleros  y con ellos financiar su proyecto imperial.

A pesar de que Pérez tenía profundas diferencias políticas con Fidel,  sentía por el cubano una admiración que lindaba con atracción fatal. Su relación comenzó con un encuentre superficial en 1948 en Caracas y se fortaleció en La Habana entre 1949 y 1952, cuando CAP estuvo allí exiliado. Fidel cultivó la amistad con CAP y aprovecho para infiltrarle a Orlando García, un miembro de su banda de matones en la universidad de La Habana. Orlando García era agente doble de Fidel y la CIA. Desde que Fidel lo asigno a CAP no se separó de su lado jugando un rol de agente triple, al añadir a Carlos Andrés entre sus clientes.

El agente de Fidel

En diciembre del 88 CAP fue electo presidente por segunda vez. Una de sus primeras acciones fue enviar a Orlando García a La Habana a coordinar la venida de Fidel como gran estrella de su “coronación”. Para ese entonces Venezuela no tenía relaciones diplomáticas con Cuba. García coordinó y dirigió la entrada a Venezuela  de 300 personas que venían en la comitiva del cubano. Esta partida entró por la rampa 4 de Maiquetía. Llegaron en 3 aviones Ilyushin II-76. Traían pesadas cajas de madera del tipo utilizado para transporte de armas y municiones. Por orden de Orlando García, quien hablaba a nombre del presidente Pérez, en esta operación sólo intervinieron cubanos. El personal y su material salieron hacia Caracas en un convoy de autobuses y camiones manejados por cubanos, en dirección al hotel Eurobuilding, vacío porque todavía estaba en la etapa final de su construcción. El Eurobuilding fue entregado al G2 cubano. Se habilitaron 200 habitaciones y se prohibió la entrada de personal venezolano.  Pese a las medidas de seguridad, las armas fueron vistas fuera de las cajas por personal venezolano de mantenimiento llamado para corregir fallas en el edificio. Terminada la toma de posesión, parte del contingente cubano salió del país, pero otros permanecieron en Caracas con las armas. La operación era controlada por Orlando García y ni siquiera CAP se enteró. Fuentes de inteligencia me informaron que desde Maiquetía habían salido menos "cubanos" que los que habían ingresado. Nada quedó registrado.

Todo se sabía

En las semanas anteriores a El Caracazo (27 de febrero de 1989), los servicios de inteligencia del Estado venezolano registraron un ambiente pre revolucionario en las calles, y que un numeroso grupo de jóvenes comunistas venezolanos se estaba entrenando en Cuba. El pueblo empobrecido por la caída del petróleo de $40 a $7 por barril, estaba “de a toque”.

 Las medidas neoliberales para estimular la economía prendieron la mecha lenta que el G2 cubano esperaba. Fidel había entrenado francotiradores venezolanos  en Cuba. Esto era conocido por los servicios de inteligencia venezolanos antes del triunfo de CAP, pero ese conocimiento no pudo ser utilizado porque, por gestión de Orlando García,  se decapitó a la DISIP y a la DIM para permitir trabajar libremente al G2 cubano y a los golpistas. Cuando el 27 de febrero estalló el descontento popular, los francotiradores estaban listos para incendiar la pradera. Ellos dispararon contra los soldados del ejército venezolano que habían salido a patrullar. Las FAN reaccionaron como soldados. En el intercambio de fuego se produjeron víctimas cuyo número oscila, según quien los cuente, entre 276 y 3000 muertos.

La parte más dura de la batalla pude verla a través de un larga vista desde el Circulo Militar. Desde allí vi en acción a un disciplinado grupo de francotiradores dotados con radios portátiles. Estos paramilitares tomaron las azoteas de los edificios más altos de la Calle Real de El Valle, frente al Fuerte Tiuna, causando estragos entre nuestras tropas en la calle y disparando contra el Fuerte. Era el mismo tipo de operación que como subteniente yo había combatido en el Oeste de Caracas, en los años 60. 

Traición en Miraflores

Cuando ocurre El Caracazo, el ministro de la Defensa era Ítalo del Valle Allegro. Me consta que envió las tropas a la calle pensando que era un problema de orden público, fácil de dominar, pero Fidel le tenía una sorpresa. 

 El plan de Fidel era muy simple. Una vez que las tropas nacionales estuviesen en las calles, los oficiales de la logia chavista con sus tropas y el apoyo de los francotiradores tomarían Miraflores. Ese día Hugo Chávez, el infiltrado en Miraflores, desapareció de palacio  apenas comenzó la batalla, pretextando estar enfermo. La ferocidad del ataque organizado por el G2 cubano hizo imposible que el plan se realizase, porque obligó a las tropas a defenderse con todo. En medio de ese fuego cruzado la operación golpista sobre Miraflores no pudo ejecutarse.

Pocos días después las tropas leales habían controlado el campo de batalla y los francotiradores se esfumaron. Chávez reapareció en Miraflores. El plan de Fidel había fracasado y había que proceder a un plan B: convertir la masacre provocada por los francotiradores en una operación ordenada por el Presidente Pérez y ejecutada por el ministro Alliegro.

 En julio de ese año, Alliegro pasó al retiro y le sucedió el general Filmo López. Yo fui nombrado Comandante General de Ejército. En ese cargo pude  ponerme tras la pista de los golpistas. A fines de noviembre detectamos un golpe que se ejecutaría  aprovechando la visita de CAP a Davos. El 5 de diciembre de 1989 ordené la detención de Hugo Chávez junto con 18 oficiales de su logia. Los acusé de preparar una conspiración para asesinar al presidente cuando éste regresara de viaje.

 Al llegar CAP a Caracas, un grupo de funcionarios ex miristas, ahora adecos, encabezado por Jesús Carmona –quien había accedido a la intimidad con el presidente-, actuando en acuerdo con Orlando García, convencieron a CAP que yo estaba equivocado. CAP ordenó liberar a los golpistas encabezados por Chávez y no revelar sus nombres a la prensa. Esto le permitió a Chávez mantener la integridad del grupo que actuó el 4F. Fue lo que Chávez reveló con orgullo en su presentación ante los periodistas el viernes pasado, demostrando que yo no estaba equivocado cuando ordené su detención en diciembre de 1989.

Lo que falta por saber

Hay preguntas que aun giran en mi cabeza. ¿Quién manipuló los nombramientos en la carrera de Chávez desde que salió de la Academia Militar hasta infiltrarlo en Miraflores? ¿Era Jesús Carmona el principal infiltrado (era Ministro de Secretaría de la Presidencia), o había peces más gordos en ese entorno? ¿Quién era el venezolano en la cúpula, el contacto directo con Fidel Castro? ¿Quién asumiría el poder si el golpe del 4F hubiese tenido éxito, cuando Chávez no estaba aún en la cúpula de la conspiración?

La tragedia no ha terminado. El general Alliegro, jefe de las fuerzas leales que frustraron el golpe fidelista, ahora  anciano y enfermo, será sometido a juicio, con los culpables convertidos en fiscales. Falta mucho por investigar y también por suceder.

Carlos Penaloza
genpenaloza@gmail.com
@GenPenaloza

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martes, 25 de febrero de 2014

JOSE MARTINEZ, 27 DE FEBRERO DE 1989, EL CARACAZO

LOS HECHOS

     El día 26 de febrero de 1989, el Presidente de la República Carlos Andrés Pérez, recién tomado posesión del ejecutivo nacional el 2 de febrero, implementa aumento de la gasolina e independientemente del análisis sobre las causas económicas y políticas que adujo el gobierno comenzó un malestar de la población y protestas de pueblo y estudiantes en la plaza “Tres Gracias” por la entrada norte de la Universidad Central de Venezuela. Los ánimos se fueron caldeando y el 27 de febrero se recrudeció las protestas con saqueos de abastos, supermercados y tiendas en general, las cuales fueron rebasando a las autoridades policiales civiles con quemas de cauchos y vehículos.
    Dadas tales hechos incontrorables  por la policía metropolitana y dada la gravedad de los mismos que indudablemente rompía con el orden público y la seguridad ciudadana, el Presidente de la República, ordena la movilización de la Guardia Nacional para coadyuvar en restablecer la paz y tranquilidad por medios disuasivos.
   La situación  del país y especialmente en la ciudad de Caracas y en Guarenas como Guatire del Estado Miranda, arreciaba en el saqueo, el tumulto y la estampida sin líderes conductores, es decir, en estado de total anarquía ocasionando atropellos, lesiones y muerte a  comerciantes y empleados víctimas de los desafueros, así como pugnas y rivalidades  entre las mismas personas que saqueaban y quemaban vehículos y establecimientos comerciales, así como a ciudadanos ajenos a los acontecimientos.
    El 28 de febrero de 1989, el Presidente Carlos Andrés Pérez, en Consejo de Ministros conforme lo establecía la Constitución de la República de Venezuela ( 1961), dicta el Decreto No. 49, en la cual suspende las siguientes garantías: libertad individual; inviolabilidad de domicilio; libertad de tránsito; libertad de expresión; derecho a reunión y derecho a la manifestación pacífica.
  Estos lamentables hechos se produjeron los días 27 y 28 de febrero y 01 y 02 de marzo de 1989. El 22 de marzo fueron reestablecidas las garantías y derechos constitucionales suspendidos.
  Como consecuencia y en ejecución del Decreto 49 del 28 de febrero de 1989, el Presidente de la República, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales, ordenó el toque de queda y la ejecución llamado “Plan Avila”.
PLAN  AVILA
      En el mundo castrense se denomina  “Plan Avila”  como una estructura orgánica militar integrado por soldados del Ejército fundamentalmente con el fin de restablecer el orden público en situaciones muy difíciles y apremiantes en la que manifestaciones anárquicas y en estampidas de ciudadanos sin conductores o líderes están ocasionando daños materiales y personales  con saqueos, quemas de vehículos, riñas, atracos a mano armada, lesiones y muertes entre los mismos actuantes y a sus víctimas, rebasaron la autoridad civil.
   El Plan Avila es una consecuencia de la suspensión de las garantías y derechos constitucionales, es decir, el Presidente de la República no puede activar el “Plan Avila” sin que previamente haya dictado en Consejo de Ministros la suspensión de las garantías y derechos consagrados en la Constitución Nacional.
   De tal modo, el Presidente de la República, sino cumple con la convocatoria del Consejo de Ministro, no podrá ordenar la ejecución del “Plan Avila”; en este sentido, la responsabilidad directa y personal es indubitable que le atañe exclusivamente al jefe del gobierno avalado por todos los integrantes del Consejo de Ministros.
  Ahora bien, el Plan Avila, tiene dos (2) fases: disuasivo y represivo, pero en ninguna de estas fases llevan los soldados y oficiales que los comanda en su ejecución una “orden expresa o tácita de matar, de asesinar o de fusilar”. Nadie puede imaginar en sus cabales que tanto el Presidente de la República, como los Ministros que suscribieron el Decreto 49 y los Oficiales y soldados, dirigían, llevaban o ejecutaban sus acciones bajo el esquema jurídico-penal de “iter criminis”, es decir, “licencia para matar”.
     Los lamentables hechos tanto de las personas en sus conductas anárquicas como de los militares en cumplimiento del deber para restablecer el orden público y la seguridad ciudadana, no se percataron del factor multiplicador de delitos y de sangre sin no se detiene a la mayor brevedad la estampida. En estos casos, es factible que se comentan excesos de una parte o de la otra, porque tanto unos como los otros son del mismo pueblo, son los mismos ciudadanos de un mismo país y con guerra civil o guerrilla ya tenemos historia del dolor entre hermanos con la de los cinco años fraticida de la Federación.
   Nadie podrá aplaudir lo ocurrido en esos días comenzando con el 27 de febrero ni nadie, aún el Presidente de la República y sus inmediatos colaboradores pueden festejar lo dolores y las angustias que vivió la Nación.
EL DERECHO
    Habiendo sido suspendidas las garantías y derechos constitucionales mediante el referido Decreto 49, dictado por el Presidente de la República en Consejo de Ministro, es indudable que el jefe del gobierno actuó conforme a lo dispuesto en la Constitución Nacional, ello sin entrar en consideraciones sobre si fue prudente o no la toma de decisión y por ende, ordenar el toque de queda y el llamado “Plan Avila”.
    Ahora bien, analizando la responsabilidad de la ejecución de las referidas medidas, debemos observar que si bien los Ministros que suscribieron el Decreto 49, no ejecutaron las acciones derivadas del mismo y por ende, no puede responsabilizarse e imputárseles a todos las consecuencias de los hechos con la ejecución del “Plan Avila”, por cuanto evidentemente no fueron “ejecutores” sin el hecho cierto de avalar el Decreto, no podrían considerarse como cómplices necesarios en homicidio calificado y quebrantamientos de pactos y convenios internacionales. Aún, en el mas alto estrato del gobierno, no cabría la imputabilidad al Presidente de la República, si bien, las medidas económicas pudieron ser la causa de la “estampida”, no es menos cierto, que en el intelecto del jefe de gobierno, no fraguó la intencionalidad de que ésta se produjera para “matar”, en todo caso, se debería solicitar sea practicada un test mental y examen psiquiátrico para comprobar su pranoia o esquizofrenia.
EL MINISTRO DE LA DEFENSA.
        El General de División Italo del Valle Alliegro, Ministro de la Defensa para el momento de tan tristes hechos, suscribió como los demás Ministros el Decreto 49, por lo tanto en primera fase, no le es imputable como a los demás miembros del Consejo de Ministros la autoría en la ejecución de las muertes y heridos ocurridas como consecuencias de la suspensión de garantías y derechos constitucionales.
      Pero asimismo, es determinante a la luz meridiana, que el Ministro de la Defensa ni en la Constitución de 1961 ni la vigente de 1999, tiene facultades y atribuciones operativas, es decir, no comanda tropas ni ejecuta procedimientos bélicos ni contra soldados extranjeros en resguardo de nuestra soberanía ni contra civiles en situaciones como las vividas en el 27 de febrero y siguientes del 1989, su competencia, es de interlocutor del Presidente de la República quien es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y el funcionario administrativo del despacho castrense.
    Siendo la responsabilidad penal objetiva y personalísima, no puede subsumirse al Ministro de la Defensa imputable en la comisión de homicidio calificado en grado de complicidad necesaria y además, en quebrantamientos de pactos y convenios internacionales.
   El delito de homicidio impone la comprobación en primer lugar del cuerpo del delito en forma precisa, indubitable y determinante, lo que conlleva inexorablemente, las probanzas necesarias del “iter criminis”, es decir, como ya se expuso, la maquinación intencional de cometer el delito, por ello, la complicidad es coadyuvar en la perpetración del crimen, y en ese caso, se deberá demostrar como condición “sine quanon”, quién es el autor para que exista la complicidad, de lo contrario caeríamos en la sentencia del eximio jurista Carnelutti sobre “Las Miserias del Proceso Penal y la aseveración del profesor Joaquín Costa “La ignorancia del Derecho”.
    Lo ocurrido en esos días de febrero y marzo de 1989, no puede verse como “actos políticos”, si así se considerase no tendría razón alguna para consignar alegatos jurídicos en un Estado que se precie de Derecho Justo, de lo contrario, la administración de justicia estaría escapando por los ventanales del templo de la ley. Sería la razón de la sin razón para inculpar a un inocente del hecho cuestionado.
   El Plan República, el Plan Soberanía y el Plan Avila, no son instrumentos y organizaciones militares para matar con alevosía y ensañamiento; su naturaleza castrense es defensiva y persuasiva con las circunstancias de repeler agresiones o ataques si hubiere lugar a ello.
Definitivamente, el Ministro de la Defensa para ese entonces, el General de División Italo del Valle Alliegro, jurídicamente, en real y verdadero estado de Derecho Justo, no podrá ser imputado de ningún delito, de ese lamentable hecho, como se ha expuesto, salvo que sea por una justicia de retaliación política. Hechos que en su exhaustivo examen fue causa de una estampida sin ninguna conducción política; estampida donde algunas personas sin escrúpulos se valieron de la situación para provocar asaltos a negocios utilizando armas de fuego y ocasionando muertes entre ellos mismos, como así, fue captado en videos y fotos. El objeto de esa estampida fue aprovechada para el pillaje y el robo con violencia.
   El Ministro de la Defensa nunca dio órdenes para matar por cuanto sus atribuciones no eran militarmente operativas, en todo caso, el Presidente de la República y todos sus  Ministros debería ser imputados en las mismas condiciones del Ministro de la Defensa.
  En ninguna legislación penal puede ser sometido a juicio el Ministro de la Defensa, por causa de lo ocurrido en esos hechos.
@josemartinez

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viernes, 15 de noviembre de 2013

JOSE EDUARDO GUZMAN PEREZ, UN NUEVO MADURADO CARACAZO

Sobre el primer  Caracazo ocurrido  27 y 28 de febrero  1989 todo ya está esclarecido, veamos:  
Fue  el resultado de un cronometrado  contubernio falaz  montado contra CAP por la trilogía del mal de aquella época: Fidel  que  vino a la 2da coronación (La vedette del show)  de CAP en el Teresa Carreño,  aprovechando de paso  para dejar en el país su gente del G2  para  abonar el terreno  y en medio el descontento por el paquetazo de medidas económicas aplicadas, dispararon los sucesos.  Y  Lusinchi que era el portador  de viejas heridas no sanadas  contra CAP  arrastradas desde el golpe militar del 45 y el dado contra Gallegos en 1948, y, Alfaro Ucero a quien CAP despectivamente llamaba ”El caporal de AD” que dio el apoyo de su cúpula adeca. (E tu brute). 
Esta trilogía en su agonía final,  logro  consumar  el 21 de mayo de 1992, pero  ahora bajo la coordinación  magistral de  Rafael Caldera, el fusilamiento  político de CAP, su destitución y prisión como históricamente estaba previsto, Caldera  se coronaria por segunda vez, y haría su destrozo gobierno bajo la ejida de Petkof  para ser  el  enterrador de la podrida IV, y Chávez , seria el nuevo  Tamacun el vengador errante de todo  lio, y vean  camaradas donde estamos.
Pero  este nuevo  2do, madurado  Caracazo ahora  controlado, luego de haberse impuesto  vía decreto la suprema felicidad  a un pueblo espoliado y a hambreado por los 14 años del atroz, corrupto e ignominioso régimen comunista  del déspota difunto y la ineptitud del plurinacido Maduro,  es un  certero show político montado  fríamente desde Cuba. 
Veamos: 4 meses atrás se restringió   la entrega de dólares a los importadores, y forzaron  así a elevar la inflación y la especulación  hasta el 78% y a  100 %  en alimentos básicos los que escasamente hay.  De tal manera que inflación y dólar paralelo  iban simultáneos como sucedió  y como era lo esperado. Para ello, se prestaron una vez acordado la falacia,  las grandes importadoras a quien el gobierno le había  acordado previamente  los dólares para importar.  Más de la mitad  de ellas vinculadas al gobierno que son propiedad de musulmanes  muy relacionadas con el difunto y con el primer yerno de la patria. Y todo funciono a la perfección, y como un  Robín Hood  bolivariano, apareció Maduro, involucrando en la patraña a los hombres de las escopetas que no tenían otra salida,  ordenar la entrega, controlada  de los peroles en medio de un festín, de un circo pero sin pan: Licuadoras, radio reproductores, neveras, hornitos  y cocinas a un pueblo hambreado, y  lo más solicitado, TV  tipo plasmas. Gente llevada en buses del gobierno, por supuesto, y tarifados  de ellos en las colas los que decían que eso era lo que el pueblo esperaba. Y dijo Maduro: el que saquee va preso, ganas las hay y muchas y susto también.
El resultado  del show  fue fabuloso, por ahora: Capriles y Aveledito de la MUD, C.A, se fueron a casa de Francisco I al vaticano a confesarse.     
Maduro medio levanto la picada y apareció vestido con guachamarra  a la usanza de MAO  SE DONG y con gorra militar a lo Blanca Ibáñez, y como Chávez  acusando  a    la trilogía del mal, o sea, a las  franquicias  de Fedecamaras, lo que queda de ella; a Consecomercio que ya no existe, y a Venancham  otra entelequia, y por supuesto a la Embajada del imperio  que paga de contado el petróleo para sostenerlos en el poder, de todos los males de la república. 
Lograron   desviaron momentáneamente  por unos días que el pueblo se olvide de que NO  HAY NI HABRA: Harina para hacer  arepas, azúcar, aceite, queso, mantequilla, café, ni medicinas,  no hay repuesto para los carros y línea blanca, que tampoco hay carros, los hospitales están desmantelados, el país a medio oscuras, las carreteras destrozadas y que la cesta básica está en  Bs. 12. 900  sin comida y el suelo básico en 2.970, ¿qué tal?  Y la otra trilogía del PSUV, C. A de  Ramírez, Merentes y Giordani  ¿qué?  Alea jacta est 
guzmanperez@gmail.com

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viernes, 1 de marzo de 2013

CARLOS JULIO PEÑALOZA, LA VERDAD SOBRE EL CARACAZO, FEB 27


En su visita a Venezuela para la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en 1989, Fidel Castro llegó con 300 hombres y un enorme volumen de armamento. Gente del entorno de Pérez le ayudó a actuar libremente, lo cual Fidel aprovechó para preparar la toma del poder a partir de la insurrección popular que se esperaba y que efectivamente estalló el 27 de febrero.
Durante la segunda mitad de 1988 se comentaba en susurros entre los operadores de inteligencia que algo “serio y grande” iba a pasar en Venezuela debido a la terrible situación económica que atravesaba el país. Los bajos precios del petróleo y las graves acusaciones de corrupción creaban un ambiente pre-insurreccional. Las elecciones presidenciales y las celebraciones navideñas bajaron un poco la tensión en diciembre. Aun así, durante ese mes la DISIP y la DIM alertaron de nuevo al presidente Lusinchi sobre la posibilidad de un estallido social. El incremento del trasiego clandestino de armas por parte de grupos subversivos de extrema izquierda y la detección de comunicaciones en clave por parte de oficiales sospechosos de pertenecer a la logia militar que Fidel había infiltrado eran signos preocupantes. Para Lusinchi fue un alivio entregar la banda presidencial a Carlos Andrés Pérez el 2 de febrero de 1989.
La “coronación”, como se llamó la fastuosa ceremonia de investidura, fue una ofensa para el empobrecido pueblo llano. Pero CAP estaba eufórico y tenía grandes planes. La presencia de importantes líderes internacionales le indicaba que aun tenía peso mundial. Ni la presencia de Fidel Castro le robó el show. Pero Fidel tenía otras preocupaciones. Estaba perdiendo el apoyo soviético y necesitaba ayuda de Venezuela. CAP le dio largas y Fidel no se mostró muy feliz con el trato recibido. Al líder cubano le quedo claro que había que recurrir al plan alterno que implicaba adelantar el golpe cuartelario que venía preparando por varios años, reemplazándolo por una operación cívico militar aprovechando la inminente explosión popular que se vaticinaba.
A fin de apertrechar y fortalecer las fuerzas insurreccionales Fidel vino acompañado por más de 300 personas en tres aviones de la aerolínea cubana. Este excesivo séquito que supuestamente venía a la coronación, en realidad tenía una función de logística militar. Gracias a coordinaciones con agentes en el alto gobierno la comitiva y su carga mortal pasaron sin chequeo por la aduana de Maiquetía con un lote de pesadas cajas. El manifiesto de embarque revelaba que contenían armas para el equipo de seguridad de Fidel. De acuerdo con el volumen el equipo de seguridad debería estar compuesto por más de 280 personas, lo cual pareció excesivo al encargado de la aduana. Al chequear con su supervisor fue informado que había instrucciones de dos ministros de CAP y de su jefe de seguridad civil de no revisar el equipaje.
La comitiva de Fidel se acuarteló en el hotel Eurobuilding. Dos días antes el G2 cubano había tomado el control de la seguridad del edificio. Ese hotel fue por una semana territorio cubano en Venezuela y todos sus accesos eran controlados por fuerzas de seguridad fidelistas. Inclusive el personal de cocina y de limpieza fue traído expresamente de Cuba. El único venezolano en esas instalaciones fue el general Herminio Fuenmayor, quien por propia solicitud había sido nombrado por CAP edecán venezolano del dictador. Fuenmayor fue mantenido bien entretenido por la gente de Fidel y sus informes a CAP nunca revelaron nada irregular en la delegación cubana.
Las informaciones obtenidas a nivel de inteligencia indican que durante su permanencia en Caracas, Fidel sostuvo varias reuniones secretas. Estaba angustiado ante la pérdida del apoyo soviético y necesita urgentemente otra fuente de ingresos. Hasta ahora todos los intentos que había hecho para apoderarse de Venezuela habían fracasado -los alzamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello, la guerrilla urbana, la guerrilla rural. Ante el éxito de la pacificación realizada por Caldera en los años 70, decidió volver al punto de partida penetrando poco a poco al Ejército. Este plan era de largo plazo. Para tomar el gobierno había que esperar que hubiese cierto número de infiltrados en comando de tropas.
El G2 tenía penetrada a la DISIP y a la DIM. Con la información provista por estos agentes y por los líderes locales de la izquierda insurreccional conocieron la inminencia de un estallido social en Venezuela. Antes de salir de Cuba Fidel fue informado que el estallido era inevitable por las medidas económicas neoliberales que pensaba aplicar CAP. La idea alterna de aprovechar la revuelta popular, instigarla, promoverla y apoyarla con armas y otros insumos logísticos, empezó a tomar fuerza. De esa manera no habría que seguir esperando a que la logia estuviera lista para alzarse y los militares golpistas no tendrían demasiado poder.
Cuando el gobierno activara el Plan Ávila y concentrara las tropas en Caracas, los oficiales infiltrados se insubordinarían y se unirían a la protesta popular. El gobierno caería y se formaría una junta compuesta por militares infiltrados y lideres de izquierda radical. Este nuevo gobierno empezaría a trabajar para crear una confederación que uniera inicialmente a Cuba con Venezuela.

Esta idea se discutió en el Eurobuilding con algunos de los actores venezolanos en la rebelión. Caso de explotar la revuelta popular, la orden para ejecutar el plan seria dada por Fidel. A los políticos les gustó la idea, a los militares no. Alegaron que aun no tenía el control necesario en sus unidades. Los civiles arguyeron que no hacía falta todo el Ejército porque ellos tenían suficientes armas y podrían ser un freno para la porción del Ejército que se resistiera. A todas estas la visita de Fidel a Venezuela terminó. Nunca se supo si todos los cubanos que ingresaron se fueron ni si se llevaron todas las armas que trajeron.
Tres semanas después de la partida de los cubanos, el 27 de ese mismo mes, ocurrió el estallido. Los oficiales de la logia fueron sorprendidos al punto que no pudieron tomar ninguna acción para impedir que el Plan Ávila se pusiera en práctica. Los jefes civiles de la insurrección sorprendidos al ver la poblada tomar las calles pensaron que la orden de operaciones se había activado y empezaron a distribuir armas y municiones. Un disciplinado grupo de francotiradores, incluyendo cubanos, con armas de largo alcance y miras telescópicas, se apostaron en edificios y lugares elevados frente a Fuerte Tiuna para impedir la salida de unidades del Ejército hasta que les llegaran noticias que el control había pasado a manos de los insurrectos. Esta noticia nunca llegó.
Cuando el Ejército salió a la calle empezó a recibir fuego graneado de francotiradores desde edificios cercanos mientras en la calle se iniciaban anárquicos saqueos. Al llegar las tropas del Ejército a estos lugares fueron recibidos a tiros por infiltrados dentro de los saqueadores. Los soldados que habían salido a controlar una rutinaria misión de control de motines callejeros se encontraron con una operación de combate en localidades de envergadura. La fuerza enemiga era una guerrilla bien armada, organizada y disciplinada que se ocultaba tras los saqueadores y disparaba a matar. Los soldados reaccionaron con aplomo y respondieron como fueron entrenados. Es posible que en medio del combate se haya perdido la disciplina de fuego y se haya usado más violencia de la necesaria. En todo caso la paz fue restablecida, pero ocurrieron muchas bajas. Hubo muertos y heridos entre los guerrilleros y el Ejército, pero lamentablemente también entre los civiles que participaban en los saqueos o que transitaban por los alrededores. Poco a poco se impuso la superioridad de fuego de los militares y la paz fue restablecida.
La fusión de la economía venezolana con la cubana era la única esperanza de Fidel para seguir adelantando su magno proyecto de formar un imperio comunista en Hispanoamérica. La Unión Soviética le estaba retirando el apoyo económico que por décadas había mantenido en pie el régimen castrista y para seguir adelante el apoyo venezolano era indispensable.
Hoy, 22 años después, los derrotados el 27 de febrero detentan el poder en Venezuela. Desde allí promueven acusaciones contra los militares que dirigieron las operaciones en defensa del Estado. Estas acusaciones tienen un blanco equivocado. El promotor del “Plan B” fue Fidel. Los cabecillas de la insurrección popular estaban en alerta desde antes del 27F. Los combatientes estaban armados y sabían cuál era su misión. La orden era “tirar a matar”.
El plan se ejecutó por error de uno de los líderes comunistas quien al ver las manifestaciones de protesta popular pensó que la orden se había impartido iniciando la operación que produjo la masacre. Ante esta orden la guerrilla urbana salió al combate y fue la primera en abrir fuego. Las fuerzas armadas respondieron al ataque. Desde que ocurrió este trágico error los cubanos han tratado de desviar la atención culpando a las Fuerzas Armadas venezolanas del hecho. En esta oportunidad la contrainteligencia del G2 tiene la audacia de promover marchas conmemorativas en Caracas habiendo sido ellos los promotores de la violencia. De no haber salido a la calle las tropas de choque comunistas armadas y con orden de disparar no habría ocurrido la tragedia. La protesta popular habría podido ser canalizada y dominada sin pérdidas de vidas y la sangre no hubiera llegado al rio.
Entre los fallecidos estaba un buen amigo mío, el mayor Luis Felipe Acosta Carles. Sin yo saberlo, este oficial compañero de Chávez era a la vez parte importante de la conspiración. Luego me enteré que Chávez temía el ascendiente de este líder militar que era un guerrero de excepción. El día del Caracazo las unidades del Fuerte Tiuna que vigilaban el perímetro fueron relevados con cadetes de las Escuelas Militares. Los cadetes empezaron a ser hostigados con armas largas por francotiradores. Acosta se ofreció como voluntario para ir a tomar un nido de francotiradores que ponía en peligro a los cadetes. Los guerrilleros se habían instalado en un cerro frente a la alcabala de acceso del fuerte a la Carretera Panamericana. Acosta salió a cumplir su misión acompañado por una escuadra de soldados y dos suboficiales. Todo el personal portaba chalecos antibalas. En este intento Acosta perdió la vida cuando un balazo lo atravesó. Esto indica que el francotirador que lo abaleo usaba munición especial capaz de perforar chalecos antibalas. Chávez especula que el general Heinz lo mandó a matar. Este es un pésimo homenaje a quien fue uno de los mejores oficiales que conspiraron con él. Fueron las fuerzas controladas por Fidel las que asesinaron a Acosta. A todas estas Chávez que laboraba en Miraflores para la fecha dice que él estaba “enfermo” y no se reportó a su oficina.
Al Ejército se le ha acusado de actuar con exceso en el cumplimiento de esta misión. Es muy difícil definir qué pudo ser excesivo bajo el intenso fuego de francotiradores y terroristas armados que acompañaron al saqueo. Los conspiradores dentro del Ejército fueron tomados por sorpresa y no llegaron a actuar. Los civiles comunistas se emplearon a fondo pensando que el día “D” había llegado. Cuando se dieron cuenta que no era el caso ya estaban empeñados en combate y no había marcha atrás. Si hubo exceso, provino de ambos bandos y no puede haber un solo culpable.
Los mandos castrenses responsables por la operación, incluyendo a los generales Ítalo del Valle Alliegro, Manuel Heinz y otros agregados recientemente a esa lista, cumplieron la orden presidencial de aplicar el Plan Ávila. Este plan no preveía intensos combates callejeros contra fuerzas civiles bien armadas y organizadas. La operación asumía la existencia de manifestaciones populares desarmadas o con armas ligeras que habían desbordado a la policía. Estas situaciones son dominadas fácilmente por las fuerzas militares, pero el Caracazo fue un combate en localidades contra un grupo fuertemente armado. La culpa de la violencia fue de los comunistas que para tomar el poder enviaron al combate a ciudadanos entrenados con armas de fuego e instigaron al pueblo desarmado para que los acompañara. Este suceso puede ser calificado de muchas maneras, pero nunca como un acto “espontáneo”. Fue un acto fríamente calculado por Fidel y aceptado por los oficiales guerrilleros que lo pusieron en práctica.
Aunque no tuve mando de tropa en esa operación –era Jefe de Estado Mayor del Ejército-, quienes estaban al frente de las operaciones eran mis compañeros de generación o mis subalternos en alguna ocasión. Entre los combatientes que envió el ejército a las calles estaban los oficiales de la logia conspiradora y algunos de ellos dieron la orden in situ de disparar en defensa propia y para preservar la seguridad del Estado. Luego de los sucesos en el Estado Mayor evaluamos lo que había ocurrido, basándonos en informaciones concretas y llegamos a ciertas conclusiones. En esa experiencia fundamento esta nota escrita para la revista Zeta. Y por ese conocimiento considero que gracias a sus militares ese día Venezuela no perdió la libertad a manos de Fidel.
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