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lunes, 2 de marzo de 2015

CARLOS BLANCO, MODELOS DE GOLPES DE ESTADO,AQUI Y AHORA,

Designaré estos modelos de modo enigmático, para después explicar. Los que detecto son los siguientes: “JV, el amigo”, “Augusto institucional”, “Calibre 45”, “Ch” y “W”.
El modelo “JV, el amigo”. El amigo, subordinado, segundo hombre del poder y compadre de Cipriano Castro, incontables veces juró lealtad a su jefe desde que emprendieron la marcha hacia la gloria en 1899. Poco a poco, a Juan Vicente Gómez le fueron calentando la oreja, mientras los compadres se juraban afecto y lealtad el uno al otro. Hasta el día que “el mejor amigo” de Castro, a pocas semanas de la ausencia de éste, tomó el poder rodeado del afecto de sus amigos y… de los amigos de Cipriano. Este modelo indica que el segundo más poderoso puede dar el zarpazo.

El modelo “Augusto institucional” es el que trágicamente vivió Salvador Allende. Éste tuvo a Augusto Pinochet como el militar más leal, tanto que la preocupación de Allende una vez desencadenado el golpe de 1973 era saber si Augusto estaba a salvo. No sabía el Presidente que su más leal jefe militar era jefe de la insurrección que acabaría con su gobierno y su vida. Este modelo aconseja cuidarse del jefe militar más poderoso y cercano.

El modelo “Calibre 45” es el de la unión de militares jóvenes y el partido del pueblo como ocurrió en Venezuela en 1945. Es un golpe clásico, pero su alianza con un partido de avanzada lo muta en un movimiento de cambio. Hasta se le denomina revolución. Este modelo evidencia que los jóvenes militares suelen ser más decididos que los viejos y que al aliarse con civiles poseedores de ideas y ambiciones pueden generar cambios reales.

El modelo “Ch” es el de Chávez en 1992. Un grupo de oficiales jóvenes, sin hacerle mucho caso a los civiles, se alzan porque consideran que hay mucha corrupción, que el Estado está confiscado por cúpulas podridas, y que los ricos amparados por el régimen son insaciables. Este modelo presenta el encanto de que sus motivos pueden compartirse fácilmente, pero tiene el inconveniente de que así como sirvió en 1992 puede hacerlo en 2015, según el cristal con que se mire. Chávez no admitió que ese alzamiento era un golpe sino una rebelión justa, ¿no habrá imitadores tardíos?

El modelo “W” es el de Wolfgang Larrazábal. Es una protesta nacional que conduce a un golpe militar y que por sus objetivos –establecimiento de la democracia y de la libertad- nadie considera un golpe. Es un evento cívico-militar que termina siendo cívico e institucionaliza a las Fuerzas Armadas.
¿A cuál de estos golpes teme el Nicolás Maduro?

@carlosblancog

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jueves, 11 de diciembre de 2014

CARLOS BLANCO, LA PREGUNTA


CARLOS BLANCO
Una pregunta recorre Venezuela. Anda envuelta en una túnica color furia, ronda por campos y pueblos, con el quejido del desamparo y la aflicción. 

Ululante se escucha: “¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?”. Esa y no otra es la pregunta, y su misma formulación anuncia un principio de respuesta.

En la calle va y viene. No se interroga mucho sobre el cómo, los métodos y maneras, sino sobre los tiempos. Por los estudios de opinión se puede convenir que la mayoría apuesta por una salida pacífica. No se quiere una salida violenta aunque hay quienes la consideran inevitable; pero se puede afirmar que en general se desea una solución ajena a traumatismos.

En el gobierno de Carlos Andrés Pérez, de la mano de notabilidades y de Chávez, la mayoría llegó a concentrar su demanda en la salida del presidente. Se querían más cosas, pero esta llegó a aglutinar la demanda de la mayoría del país. Hoy sucede igual. La salida de Maduro condensa demandas de chavistas y antichavistas, salvo el grupo del alto gobierno y algunos opositores que consideran que Maduro debe continuar hasta 2019. La sociedad demanda la salida del desvalido sucesor.

Los chavistas de izquierda desean un sustituto del “proceso”; los militares rojos tal vez oteen algún camarada de charretera; algunos opochavistas –de los que se alejaron de Chávez y volvieron furtivamente– seguramente tienen su candidato; los opositores tendrán los suyos, blandos o radicales, según los gustos. Pero lo cierto es que el relevo está a la orden del día, como aspiración y exigencia.

La ausencia de respuesta a esa pregunta ha dado lugar a una nueva geografía política. La división que ha existido entre chavistas y antichavistas, aunque no ha desaparecido, se ha desdibujado ante una nueva: los de abajo y los de arriba.

Los de abajo reúnen a chavistas y opositores. Asediados por la inflación, la escasez y la inseguridad, demandan un cambio aquí y ahora, al cual los de arriba no han respondido y parecen no responder. Por esta razón se ha creado la idea, expresada en el crecimiento de “los independientes”, según la cual los de arriba –del gobierno, salvo su disidencia, y de la oposición, salvo su disidencia– deben irse. Es una idea retadora y riesgosa porque de no emerger una política que responda hasta cuándo y cómo, el descreimiento puede llevar a la furia generalizada y la furia a una nueva dimensión del caos. Y el caos puede llevar a los militares. Cuando se juega con el diablo, aunque no se crea en su existencia, siempre aparece.

Carlos Blanco G.
carlos.blanco@comcast.net.
@carlosblancog

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