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miércoles, 22 de agosto de 2012

PASCUAL ALBANESE, REALINEAMIENTOS EN AMÉRICA DEL SUR

Por cuerda separada, pero en una harto llamativa coincidencia en los tiempos, Uruguay y Paraguay iniciaron los trámites para su incorporación, en carácter de observadores, a la flamante Alianza del Pacífico, pujante asociación comercial que integran Chile, Perú, Colombia y México.
Esta simultaneidad, que no implica una coordinación entre las iniciativas del presidente uruguayo, José Mujica, y de su colega paraguayo, Federico Franco, está obviamente vinculada con la incorporación al Mercosur de Venezuela, un país de la costa,  una decisión de índole más política que económica, pero que modifica las características estructurales del bloque regional.
Mujica alertó sobre la enorme significación de ese cambio cualitativo en el Mercosur. Según el mandatario uruguayo, el bloque regional “cambió en relación a sus orígenes en los 90”. Advirtió que “hoy tenemos una crisis institucional y tendrá que haber cambios en el orden de la flexibilidad”.
Mujica no hizo una afirmación extemporánea. En términos institucionales, el Mercosur está integrado por dos elementos. El primero es una zona de libre comercio, que permite que los países miembros puedan ingresar libremente sus productos a los otros con arancel cero. El segundo elemento es una unión aduanera con un arancel externo común hacia terceros países. Ambos elementos dejaron de tener vigencia en los hechos a raíz de iniciativas asumidas por la Argentina a fines de 2011.
En primer lugar, las sucesivas medidas de limitación a las importaciones dispuestas unilateralmente desde fines de 2011 por el gobierno argentino frenaron la compra de productos de los países del Mercosur, en primer lugar de Brasil. Además, la adopción discrecional de mayores protecciones aduaneras y la imposición de restricciones al acceso de productos extranjeros quebraron la uniformidad del arancel externo común.
Lo único que queda en pie del Mercosur originario es la vinculación estratégica entre Brasil y la Argentina, transformada profundamente por el rápido ascenso de Brasil a la condición de actor de relevancia global y su asunción de un rol de liderazgo regional.
LAS PRIORIDADES BRASILEÑAS
Brasil ya dejó de tener un interés especial en los aspectos comerciales del Mercosur. Sus ventas a la Argentina constituyen apenas el 8% del total de sus exportaciones. Le importa sí mantener su asociación política con la Argentina por el valor agregado que ella representa para su proyección en el escenario mundial.
Los reclamos brasileños frente a las medidas argentinas de restricción de sus exportaciones se circunscriben al empresariado paulista, representado por la FIESP, y a los ministerios directamente ligados al lobby industrial. En cambio, el Palacio de Planalto e Itamaraty optaron por la “paciencia estratégica”, un eufemismo que encubre la prioridad del vínculo político por sobre los diferendos comerciales.
Para Brasil, la incorporación de Venezuela al bloque regional constituye una victoria diplomática. Itamaraty, que apuesta siempre al largo plazo, aprecia que el régimen de Caracas está en vísperas de una etapa de transición forzosa, derivada de la evolución de la salud de Hugo Chávez y de su condición irremplazable en el actual sistema de poder venezolano.
Venezuela tampoco tiene un interés prioritario en incrementar sus vínculos comerciales bilaterales con las naciones del Mercosur. La política exterior de Caracas, hasta ahora centrada en la construcción de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos (ALBA), con Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua, puede haber girado levemente hacia el sur, pero, retórica aparte, su inserción económica tiene como eje a Estados Unidos: el 90% de las exportaciones venezolanas son petroleras y las tres cuartas partes de las mismas tiene su destino obvio en el gigantesco mercado norteamericano.
LOS TERCEROS EN DISCORDIA
Históricamente, Paraguay y Uruguay se consideraron a sí mismos como las parientes pobres del bloque regional. En ambos casos, solían reclamar por la tendencia de Brasil y la Argentina a imponer sus acuerdos como hechos consumados. Empresarios de ambos países sugirieron más de una vez la necesidad de reformular la alianza o, en caso de no lograrlo, abandonarla.
La crisis institucional que desembocó en la destitución de Fernando Lugo y el encumbramiento de Franco, y la posterior suspensión de la participación de Paraguay en los órganos del Mercosur y de la Unasur, fueron un acicate para esas tendencias rupturistas.
Las sanciones que los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay aplicaron contra Franco incentivó el nacionalismo paraguayo. El nuevo mandatario planteó entones su determinación de impulsar una revisión de los tratados energéticos con Brasil y la Argentina sobre las represas hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá. Para Franco, Paraguay debe dejar de exportar energía a sus vecinos para volcarla hacia su propia industrialización.
En este convulsionado escenario, fue que el canciller paraguayo, José Luis Fernández Estigarribia, proclamó la intención de propiciar el ingreso de su país a la Alianza del Pacífico “no por revancha contra el Mercosur, sino porque el Pacífico es económico y no político”.
A su vez, Uruguay se ve amenazado por el hecho de que la suspensión de la membresía de Paraguay en el Mercosur y la simultánea incorporación de Venezuela acentuarán su aislamiento dentro de esa estructura regional.
Los uruguayos temen que en estas condiciones Montevideo puede resultar un convidado de piedra en el juego triangular entre Brasilia, Buenos Aires y Caracas. Por esas prevenciones, aumentadas por los litigios bilaterales con la Argentina, Mujica señaló que “Uruguay no debe poner todos los huevos en la misma canasta”.
Todo indica entonces que Paraguay y Uruguay coincidirían en alentar una reformulación del Mercosur que permita a sus integrantes una mayor autonomía para negociar acuerdos comerciales por fuera del bloque.
Si bien el producto bruto interno el Mercosur, que asciende al 52% del producto bruto latinoamericano, es más importante que el de la Alianza del Pacífico, que aporta el 35% de ese total, este segundo bloque comercial tiene una superior capacidad exportadora, ya que representa el 55% de todas las exportaciones del subcontinente,
Dicha superioridad nace de dos factores. El primero es el mayor grado de apertura externa de los países de la Alianza del Pacífico. Todos ellos tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, México, Chile y Perú también con la Unión Europea y Chile y Perú incluso con China. El segundo factor que el Océano Pacífico ha sustituido al Océano Atlántico como epicentro de la economía global.
Para enfrentar esas disparidades estructurales, Brasil acaba de poner en marcha un ambicioso programa de inversiones en infraestructura de 65.000 millones de dólares, orientado precisamente a mejorar los niveles de competitividad internacional de su economía, y de autorizar la instalación en su territorio del principal banco estatal chino, focalizado en la financiación de estos emprendimientos.
Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"
http://www.eltribuno.info/salta/191651-Realineamientos-en-America-del-Sur.note.aspx
tabano.informa@gmail.com
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martes, 29 de abril de 2008

*FUERZAS NAVALES DE LA ARMADA DE ESTADOS UNIDOS. RESTABLECE LA 4TA. FLOTA PARA EL CARIBE, CENTROAMÉRICA Y AMÉRICA DEL SUR.


*FUERZAS NAVALES DE LA ARMADA DE ESTADOS UNIDOS. RESTABLECE LA 4TA. FLOTA PARA EL CARIBE, CENTROAMÉRICA Y AMÉRICA DEL SUR.

DE NUEVO LAS CAÑONERAS YANQUIS AMENAZAN EL CONTINENTE AMERICANO.
LA ARMADA DE EE.UU. RESTABLECE LA 4TA. FLOTA PARA EL CARIBE, CENTROAMÉRICA Y AMÉRICA DEL SUR. EL RETORNO DE LA CUARTA FLOTA, REPRESENTA UNA AMENAZA PARA LA REGIÓN

Diario de la Juventud Cubana
29 de abril de 2008 00:34:33 GMT
Por: Juana Carrasco Martín
Correo: internac@jrebelde.cip.cu
Fuerzas navales de la Armada de Estados Unidos.

Por supuesto utilizan el subterfugio de la defensa y el interés colectivo, que el almirante Gary Roughead, jefe de las operaciones navales de la Armada de Estados Unidos, describió así: «Este cambio refuerza nuestro énfasis en la región, empleando fuerzas navales para construir confianza entre las naciones a través de esfuerzos de seguridad marítima colectivos que se concentren en amenazas e intereses comunes».

Pero un siglo después están repitiendo la historia de Theodore Roosevelt con su «Gran Garrote» y sus cañoneras yanquis apoderándose del Caribe; solo que ahora el de la Casa Blanca se llama George W. Bush e intenta recomponer el orden imperial en un continente que parece estar yéndosele de las manos, cuando los pueblos a través de las urnas van escogiendo presidentes más en su tono.

Resulta que la US Navy anunció el jueves 24 de abril de 2008, que restablece su Cuarta Flota, para dirigir una mayor presencia naval estadounidense en el Caribe y América Latina.

Los reportes de prensa indican que a partir del 1ro. de julio, esa unidad tendrá la responsabilidad operacional sobre los barcos de la marina enviados a la región desde las flotas del Atlántico y el Pacífico porque reconocen «la gran importancia de la seguridad marítima en el sur del Hemisferio Occidental».

Como para «asustarnos», ya vienen diciendo ¡Abran paso!, que allá vamos, a un entorno donde actuarían para frenar a la Venezuela bolivariana; y aunque no exista mar por medio, proseguir el intento de dividir a Bolivia, para evitar el ejercicio del poder de los pueblos originarios; o detener a como sea una situación política que le es adversa en no pocos países de América Latina, donde no acatan a pie juntillas sus deseos o están mirando hacia los de abajo, y esa lista les preocupa, porque crece.

Y que conste, este retorno de la Cuarta Flota, luego de haber sido desactivada en 1950, no significa que hubieran abandonado al que han considerado siempre como su mare nostrum en el patio trasero.

Citemos solo cuatro desembarcos de marines desde entonces: Guatemala, República Dominicana, Granada y Panamá... Y en los interregnos los polígonos de pruebas en las islas boricuas, los alardeos de naves con proyectiles atómicos hollando la bahía de Guantánamo, las maniobras conjuntas con los gobiernos golpistas que entronizaron el terror de la Operación Cóndor, y con otros de las democracias representativas...

Casi recién, entre abril y mayo de 2006, recordemos que llevaron a cabo aquella operación denominada Partnership of the Américas (Confraternidad de las Américas) donde emplearon un Grupo de Combate o Fuerza de Tarea del portaviones George Washington y su carga de más de 90 cazabombarderos (F-15, F-16, F-18, los aviones Harrier, los Awacs y los socorridos helicópteros, que por igual bombardean, que desembarcan tropas o... rescatan a sus bajas). Y hasta hubo dos submarinos nucleares, con sus proyectiles atómicos y todo, husmeando cerca de las costas venezolanas.

¿Cuántos serán ahora los designados permanentes para custodiar las aguas que consideran suyas?

¿Les apresura acaso el hecho de que Brasil y Venezuela, entre otros, hayan propuesto la creación del Consejo Sudamericano de Defensa, que «no es una OTAN del Sur, ni una alianza militar clásica», como señaló el ministro de Defensa brasileño Nelson Jobim?

Precisamente, la amenaza que la 4ta. Flota representa para los pueblos de la América Nuestra es evidente. El anuncio coincidió con el USS George Washington contemplando nuevamente las costas de Venezuela, lo que provocó una advertencia del presidente Hugo Chávez a tenor con los nuevos vientos que corren en esta parte del hemisferio occidental: «¡No nos asustas, viejo imperio gringo!». Y de inmediato les recordó que «con Brasil estamos avanzando en la creación de un Consejo de Defensa Sudamericano, cuando los gringos vienen por ahí con una flota, con un portaaviones gigante».

La 4ta. Flota, cuya sede estará en la Estación Naval de Mayport, cerca de Jacksonville, en el estado de Florida, será comandada por el vicealmirante Joseph D. Kernan, procedente de los SEAL, el cuerpo elite de operaciones especiales de la Marina estadounidense.

«Esta es una gran noticia para Mayport y para el estado de Florida», dijo el senador de origen anticubano Melquíades —Mel— Martínez, que bien se sabe hacia donde apuntaba la mirilla cuando añadió: «Esta decisión subraya y acrecienta el papel significativo que Mayport juega en la estrategia de seguridad nacional de nuestra nación».

A esta declaración habría que asociar la que hizo en enero pasado otro senador de Florida, el demócrata Bill Nelson, contento porque la presencia de la 4ta. Flota en su estado les permitiría tener en Mayport un nuevo portaviones nuclear y un gran muelle para barcos anfibios.

La decisión de las cañoneras estadounidenses se traduce también en más ganancias para la industria bélica. Northrop Grumman ya recibió un contrato que asegura la importancia del área en la comunidad de vigilancia marítima de la Armada.

Otro legislador, el representante republicano por Jacksonville, Ander Crenshaw, saludaba la expansión militar en su región y se enorgullecía así: «Esta decisión confirma el concepto que estuve planteando desde hace cinco años, América Latina y el Caribe es una región crucial que tiene los puntos calientes que representan una amenaza para nuestra seguridad nacional».

A la lista de los agradecidos por el restablecimiento de la 4ta. Flota se sumaba, como era de suponer, el almirante James Stavridis, jefe del Comando Sur, responsable de las operaciones estadounidenses en el área, que ve reforzar así su poderío militar y, sobre todo, su tajada en el bien abultado presupuesto de guerra.

Una vez más, la administración Bush endurece su política contra América Latina, donde quisieran mantener su poderío económico, político y militar, y la 4ta. Flota implica un posicionamiento que apunta a las soluciones militares, o al menos a la amenaza del uso de la fuerza en una región donde han estado construyendo sistemáticamente una presencia permanente, aunque menos visible, por estar conformada por bases e instalaciones de mucho menor tamaño que aquellas que tuvo en el Canal de Panamá y que todavía posee en Puerto Rico y en el territorio usurpado de Guantánamo aunque transformado en su gran prisión para los sospechosos de terrorismo.

La 4ta. Flota hay que verla vinculada al Plan Colombia, a la Base de Manta aunque esta va ya en camino de zafarse las amarras cuando se apruebe la nueva Constitución ecuatoriana, y al resto de las FOL (Foreign Operating Locations).

No podemos obviar que en la política de seguridad impuesta por Bush, prevalece la estrategia de la guerra preventiva contra todo país que considere peligroso y que muy bien explicó en uno de sus discursos: «No descartamos hacer uso de la fuerza antes de que se produzca un ataque, incluso si aún no está claro el momento y el lugar en el que el enemigo atacará».