PEDRO PAÚL BELLO |
Después
de concluido el siglo XVIII y una vez finalizado el gobierno de Juan Vicente
Gómez, a partir del mandato presidencial del designado por éste, el Gral.
Eleazar López Contreras, el país comenzó a acceder al progreso y a la
modernidad, pero no tuvieron loa
venezolanos que pagar la cuota de sudor y sacrificios que todo pueblo, que aspire
a entrar con plenitud en un proceso de creación, debe pagar. Después del año
1920, en tiempos del gobierno de Juan Vicente Gómez, había ya apareció el “maná
petrolero”, cuya presencia histórica no ha servido sino para aprovechar ese
pago, y nos enajenó el arresto para levantar al país con esfuerzos propios,
permitiendo así que fracasaran esos esfuerzos,
lo que nos llenó de falsas apariencias, de exotismos y mistificaciones
que, a muchos, significó eludir o minimizar las necesarias faenas de la vida cotidiana
que, precisamente, conducen a los
pueblos que las realizan al alcance de su propio desarrollo.
PEDRO RAÚL VILLASMIL |
No
ignoramos los venezolanos que, desde la conquista española y hasta hoy, nuestra
historia ha sido una secuencia de actos menguados; un permanente viacrucis,
para intentar superar la aberrante dicotomía, siempre establecida, entre
quienes fueron propiciadores y alentadores de un futuro digno y con profundas
transformaciones, y quienes se dedicaron y contentaron sólo a mirar hacia
atrás; entre quienes pretendieron cumplir acciones de estabilidad y de
permanencia, y aquellos aconteceres que, por propias instancias o por
deliberados procederes han sido máscaras de indeseables crisis y fracasos;
entre los cambios que ocurren en la estructura social y los que pertenecen a la
pobreza con menoscabo de las necesidades y aspiraciones humanas; entre la
creación y la entelequia; entre la máscara de la mentira y la realidad de la
verdad; entre la explotación y la opresión o entre la libertad de la paz y el temor hacia el opresor.
Sabemos
que nuestra realidad política ha estado siempre condicionada por algunos
parámetros, en especial tres:
1º
Desde antes de la aparición y explotación del petróleo: por una estructura
económica que, en razón de ser de carácter dependiente, nos puso a figurar, por
la anterior división internacional del trabajo, como país proveedor de materias
primas a los países más industrializados: trátese de cacao, café, y otros como
ejemplos de productos en tal sentido principales.
2º
El petróleo: al principio de su
explotación formal en Venezuela, se le consideró como una renta: en el presente
que vivimos, pareciera irse convirtiendo en un bien que, en Venezuela, puede
ahora agotarse en un tiempo determinado y tal vez corto, en razón del mal uso
del mismo, por haberlo despilfarrado en los largos y últimos tiempos. Durante
el gobierno de Gómez, el Dr. Vicente Lecuna, en contradicción con la tesis de
Alberto Adriani,,quien proponía que los propietarios de las tierras bajo las
cuales se encontraba, petróleo pudieran
recibir la renta derivada de este producto, consideraba que esa renta debía
ingresarla el Estado, quedando así en manos del gobierno nacional sin tener
presente que, en los Estados Unidos, aquellos propietarios de tierras bajo las
cuales se encerraba el llamado “oro negro”, lo utilizaban como renta que les
permitía desarrollar tierras e industrias que les generaban, además de
riquezas, posibilidades de realizar diversos desarrollos en beneficio del país.
3º
Nuestros particulares rasgos antropológicos:
éstos han hecho que una importante mayoría de venezolanos tengamos un
espíritu individualista, que en nuestra historia posterior a la Independencia,
hizo germinar --a lo largo del
tiempo-- un caudillismo incontrolado, a
cuya vera, sea por mezquinos intereses de un grupo en gobiernos autocráticos o
totalitarios; o por políticos en gobiernos supuestamente democráticos (aunque
no todos), no se han preocupado por atender las necesidades fundamentales que
la Patria, en cada etapa, siempre ha reclamado. Esta realidad, por cierto bien
contraria para lograr una verdadera solidaridad colectiva, ha siempre impedido
que nuestra marcha sea hacia adelante contribuyendo –en buena parte-- para que no sea un bien derivado de la
entrega y del desprendimiento común, sino de intereses y de injerencias de
factores extranjeros de decisión y explotación realizadas a espaldas de los
ciudadanos. De ello ha derivado la fatal
y pésima costumbre según la cual cada uno piensa en lo suyo y no en su país, y
ello, en nuestra Venezuela, ha esterilizado las ideas y, al propio tiempo, ha
desarrollado la imposibilidad de despertar una mística de trabajo, de luchas y
de entregas, en virtud de las cuales cada venezolano, por pequeño que fuere su
aporte, sintiera que lo que da es la suma del todo, y que ello resulta lo
indispensablemente necesario para impulsar su propio e independiente
desarrollo, así como el de nuestra Patria.
Lo
frecuente es que, por tales faltas o carencias, muchos piensen y actúen en
favor de sus intereses y no de Venezuela, por lo que prevalecen apetencias de
personas y grupos, lo que ha impedido la posibilidad de despertar una verdadera
mística del trabajo, de lucha y de entrega, por las cuales muchos venezolanos,
por pequeños que fuesen sus aportes, sintieran que lo poco que puedan dar se
suma con lo que dan todos y, así, se convierte en una gran suma indispensable
para impulsar un desarrollo nacional propio e independiente.
Pero
el telurismo, es decir, la influencia del suelo de una comarca sobre sus
integrantes, lo aldeano, la ambición primitiva que se convierte en componenda,
el halago y la ganancia como razón prioritaria de vida, se han erigido como
factor indispensable de muchos gobernados y gobernantes a lo largo de nuestra
historia.
LOS
INSTINTOS ORGIÁSTICOS DEL PETROLEO.
El
sistema que hoy nos rige, como más arriba se dijo, nació bajo “los instintos
orgiásticos del petróleo”, como dijera Mario Briceño Iragorry, del viscoso
vellocino que la astuta inteligencia del Jasón montañéz llamó a domesticar para
convertirlo en un suculento maná de identidad nacional. En una auténtica
riqueza adventicia que, por tal, convirtió a Venezuela en un “país portátil”,
en un territorio vago de una vaporosa ilusión, en una sombra, con la cual
devino realidad –por la magia y el sortilegio--
el mito del dorado. La presencia de este “excremento del diablo”, hizo
que a partir del momento en que el Zumaque tiñó de negro las tierras ardientes
del Zulia, Venezuela quedara estigmatizada como país petrolero.
Fue
entonces, cuando los sistemas económicos internacionales comenzaron a
interesarse en Venezuela, a suscitar una dinámica agresiva de inversiones y de
colocación de capitales para derivar pingües ganancias de tan “valioso
talismán”. Circunstancia cuando a Venezuela se le abrió, con los Estados Unidos
y otros países del mundo, la posibilidad de alcanzar una pujante sacudida de
sus estructuras económicas que presagiaba un despegue sostenido y elevado
desarrollo bajo la influencia de esos grandes inversionistas. Esa cotizada
materia prima, salvó al país de la baja que sufrieron los precios de los
productos agrícolas como el café y el cacao, que hasta entonces venían
nutriendo las arcas del fisco nacional. En este sentido, fue compensada esa
baja de las materias primas por el elevado valor que alcanzó el petróleo en el
comercio internacional, por la necesidad que de él requerían los países
avanzados para poder mover los engranajes de sus grandes industrias. Esto
permitió, entonces, que Venezuela alcanzara un crecimiento como nunca otros
países en desarrollo lo conocieran.
El
23 de enero de 1958 marcó, dentro de esa sucesión cíclica en la que ha discurrido nuestra historia -entre posturas monocráticas y democráticas-- lo que pareció que una nueva era llegaba para
la democracia venezolana. Aquel movimiento de entonces, cargado de fe y de
entusiasmo popular, esencialmente respondía a la evidente necesidad, que tenía
entonces el país, de consolidar un clima de libertades al socaire del cual se
realizaran reformas sociales y económicas para favorecer los numerosos sectores
de población indigente que, entonces, vivían a las ancas de una dictadura en la
cual sólo los gobernantes y sus favorecidos mandaban.
A
partir de entonces, y habiendo adquirido importancia numerosas organizaciones,
muchas de las cuales aparecieron por vez primera, se agruparon sectores
diversos de la población del país, como los obreros, campesinos, empleados,
estudiantes, etc., con lo que apareció y cobró sentido una nueva forma de
participación política y de presión social, que, con sus presencias y
actuaciones despertaron una conciencia reivindicativa, pero no demagógica, sino
ajustada a las necesidades de las personas, lo que condujo a un más justo
reparto de las riquezas, así como mayor impulso respecto al trabajo.
Después
de haberse asomado y concretado, en algunos aspectos, la gran importancia que
alcanzaba la diversificación de las exportaciones, cuando Guayana constituyó el
primer foco para que se profundizara la creación de la gran industria pesada,
de la que derivaría esa otra gran materia prima que es el hierro, se cambió lo
que entonces se había programado, para acogerse a la línea programada por la
Cepal, dirigida por Previch, de la sustitución de importaciones a la que, en
mala hora, se sometieron Venezuela y otros muchos países. Lamentablemente y por no haber seguido la
política de las grandes industrias que arrancaron bajo la tutela y el motor de
la Corporación Venezolana de Guayana, con Sidor y demás empresas productivas,
al orientase el desarrollo económico hacia adentro, con un acelerado proceso de
sustitución de importaciones, la política comercial fue dirigida hacia un
proteccionismo exacerbado que culminó en elevadas barreras arancelarias, se
aislaron los mercados y disminuyo sensiblemente, tanto el crecimiento como la
producción industrial, para limitar todo a pequeños y aislados mercados, con
costos elevados y baja productividad, lo que imposibilitó la verdadera
diversificación de exportaciones, que era la única y verdadera salida a largo
plazo. Lamentablemente, la falta de visión para entender esta salida, condujo
hacia el estrangulamiento del sector externo, puesto que la cuenta de la
balanza de pagos se fue haciendo deficitaria, ya que cubría la diferencia que
equilibraba esa balanza.
Por
otra parte, debido al reducido tamaño de las empresas, normalmente medianas y
pequeñas, en vez de grandes como era necesario
puesto que sólo se orientaban hacia el mercado interno, lo cual vino a
contradecir y eliminaba los logros de la industrialización. Grabe fue haber eliminado el fondo de
inversiones, que se alimentaba del remanente que en las épocas de vacas gordas,
cuando el petróleo aumentaba de precio, que hubiera podido perfectamente bien
utilizarse para invertirlo ora en actividades productivas (la industria pesada)
ora para tenerlo como proveedor del país en los tiempos de vacas flacas. La
mentalidad dilapidadora y corrupta, tanto de los partidos políticos como de su
dirigencia –sin ética, sin talento, sin probidad ni patriotismo-- hizo que todo deviniera en un ambiente de
simulación, de astucia, de tapujos y de maulería. En una palabra, para buscar el instalar y
atender los grandes proventos que les daban la ganancia fácil, perversa e
inmoral. De esta manera, todo se transforma en sinecura, carpetazos y, sobre
todo en un “derecho” a la comisión del porcentaje.
LA
CRISIS ACTUAL.
Es
un hecho ”patognomónico” (termino que se aplica a los síntomas, que por ser
exclusivos de una sola enfermedad, sirve para caracterizarla) que Venezuela vive hoy una hora de profunda
decadencia. Hay que convenir, para no engañarse, que la democracia que todos
los venezolanos deseamos no pasa de ser ahora más que una esperanza. Con este
lastre hemos entrado nuevamente en campaña electoral y la única manera de
hacerla realidad es afrontarla asumiendo los valores que la verdadera
democracia encierra, que son: la justicia, el derecho, la verdad y la libertad,
que para lograrlos require de voluntad, perseverancia y coraje, así como un
elevado grado de moralidad, desprendimiento. Ahora bien, si queremos alcanzar
lo que la democracia auténtica exige, tenemos que empezar por darle contenido a
una ética distinta de la que entorno a la fecundidad del dinero ha propiciado
“particularmente” la cultura petrolera. Crear en nuestra población una fuerza
moral del servicio que proscriba la tendencia ya generalizada en el venezolano,
sobre todo, cuando ejerce un cargo público, a comercializar sus relaciones en
provecho personal –mal endémico e
histórico del cual, no nos hemos podido desprender-- y a traficar con el poder exhibiendo, con
ruidosa ostentación, un boato que le niega entregarse, desinteresadamente a los
fines y necesidades colectivas. En otras palabras, sí queremos de verdad salvar
la verdadera democracia hoy en crisis, y convertirla en un verdadero
instrumento de liberación popular, tenemos que elevar a la gente, al pueblo, a
las personas de todo rango, para que se inserten en nuestro proceso histórico,
críticamente. Proponerle, por medio de
una educación profundamente humana, una reflexión formativa sobre sí mismo y
sobre los valores que lo enajenan y lo corrompen, para que conscientemente pueda ir reemplazando los estímulos
materiales por estímulos morales, con los cuales poder desafiar el fetichismo
crematístico, y adquirir confianza en sí mismo bajo la convicción de que, si
conoce su tiempo y sus responsabilidades, llegue a convertirse, como
pueblo, en factor determinante para
alumbrar valores nuevos y crear el auténtico clima cultural y espiritual que
Venezuela necesita, para que esta auténtica democracia no vuelva a fracasar.
DE
LOS PARTIDOS POLÍTICOS.
Insensiblemente,
se fue cayendo en el país en una suerte de inercia social; en una profunda
anarquía que ha arrastrado, a los partidos políticos y a sus dirigencias,
incapacitándolos para servir a las dos dimensiones sustanciales del tiempo: pasado y futuro, limitandolos para
diseñar un proyecto de país a la altura del tiempo en que vivimos. Así,
llegamos a una etapa en que ya no es posible salvar este sistema, porque una
pesada estolidez invadió tanto a las dirigencias, a los partidos y a otras
instituciones apolilladas por la farsa política que instaló el cinismo en la
vida social del país, creando un clima de irrespeto y de ofensa, de menosprecio
y de desdén que flagela las fibras más sensibles de la dignidad humana.
En
este sentido, se impone promover nuevas dirigencias y nuevos partidos
políticos, nuevas instituciones liberadas del dominio del ejecutivo; crear
verdaderas sociedades intermedias que fueran el gozne esencial de Estados
independientes respeto al poder ejecutivo.
Además, es menester que uno de los verdaderos fines propios de una
verdadera democracia, sea la independencia de los Estados Nacionales, así como
que todas las comunidades se reconozcan entre ellas de manera independiente
según la sentencia de Santo Tomas, que llama a que cada persona singular, sea
respecto de la comunidad “como la parte respecto del todo.” Luego lo esencial es que, tanto las
dirigencias como los partidos políticos, hagan posible que se cumpla una
determinada voluntad de las mayorías; lo
esencial es que el Bien Común General de la Nación triunfe.
La
mayoría numérica puede desear la injusticia, la inmoralidad, el fraude, la
mentira; puede incluso hasta querer destruir la historia del país apelando a
una supuesta soberanía, pero entonces, esta soberanía no sería más que una
verdadera aberración.
CREAR
UN NUEVO PAÍS.
A
la luz de estas ideas, se impone con especial urgencia crear un nuevo País,
pero no por pose o conveniencia, sea de un partido, de un grupo o de un
caudillo, sea movido por intereses ideológicos o de otra naturaleza, dañinos y
perversos. Un nuevo país, si, que le devuelva al alma del venezolano su fuego,
su llama y su luz; su corazón caluroso. Un nuevo país con unas dirigencias,
unos partidos y unas instituciones que recobren su talante febril e impetuoso;
que sepan decir con fe lo que sienten, capaces de engrandecerse ellos mismos y
al país. Un nuevo país vivo y consciente de su presente y preparado para su
futuro, que llame a recorrer su órbita impulsado por un movimiento astral. Un
nuevo país cuya gente nunca más se preste a vivir del instinto logrero, que es
vivir de la patraña, del atropello y de la mentira constitucional. Que
aborrezca el oficio de gestor de pre-vendas, canongias y negocios para lucrar
en comanditas con los miembros agazapados de sus intocables cenáculos. Una
nueva y decorosa dirigencia que se entregue con escrupuloso espíritu de
servicio a ser genuinos intermediarios entre el Estado y la Sociedad Civil. Una
nueva y eficiente dirigencia que, en funciones de gobierno, haga que el Estado
cumpla una de sus tareas más importantes como es alcanzar, con la población,
“la unidad superior de lo diferente”, esto es el Bien Común General, programando
e impulsando el desarrollo de todos los venezolanos y de cada venezolano, no
como casi siempre ha sido: dividiendo para reinar y prevaricando y dilapidando
las riquezas a su real saber y entender.
Una dirigencia que lleve a cabo la importante tarea que impone articular
la Nación en unidad política con sus comunidades naturales, a fin de que cada
uno de sus miembros pueda alcanzar, personal y colectivamente, cabal y elevado
perfeccionamiento. En fin, una nueva dirigencia que, por su patriotismo, acuda
a fecundar la simiente de Heráclito. A participar del espíritu del morir y el
renacer. A encontrar una salida dentro de la conciencia activa de la unidad
bajo aquél lema de Montesquieu: “La sociedad no son los hombres: sino la unidad
de los hombres.”
La
hora es angustiosa y sombría, y para afrontarla requerimos de verdaderos
pastores, con una gran fuerza moral y espiritual para levantarle el corazón y
la mente a tantos venezolanos: decepcionados, deprimidos, tristes, angustiados,
airados, coléricos y violentos. Que han perdido el arresto y su timbre de
elevada condición humana. Que han desgastado, en medio de tanta incertidumbre,
las fibras más sensibles de su propia interioridad. Esa energía, de “cristalina esencia”, que
todos guardamos y preservamos, como cendal, porque es el tejido que tramamos
cada día para llegar a ser-persona. “Para construirnos nuestro pequeño mundo,
como dice Huxley, fabricado a partir de un extraño ensamblaje de materiales, de
intereses e ideales, de palabras y tecnologías, de anhelos, de ensoñaciones, de
artefactos e instituciones, dioses y demonios imaginarios. ”Todo este pequeño
mundo personal, que enriquece el alma, pero burlado, mancillado e
irrespetado por un régimen que solo sabe usar la violencia propia de seres poli-fémicos,
para --usando el lenguaje de la libertad de manera típicamente sádica, y
zurcido al fanatismo ideológico “bolivariano” destruir el orden jurídico,
moral, cultural y familiar.
Pedro
Raúl Villasmil Soules.
prvillasmils@hotmail.com
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Pedro
Paúl Bello
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