El siguiente gobierno no debe ser antimilitar
por el hecho de que el actual es militarista. Todo lo contrario, son los
militares los que deben demostrar su civilidad democrática en correspondencia a
una sociedad que les confía en exclusividad las armas para ser guardianes del
bien común. Armas que no son de ellos, ni de los policías, como las de
cualquier matón que abusa del vecino desarmado, sino de la sociedad cuya vida
garantizan y cuya confianza y gratitud ganan por sentirse seguros y liberados
del asalto traidor.
Los militares no son extraterrestres, sus
esposas e hijos sufren las mismas penurias del venezolano cuyo bolívar de ayer
hoy vale menos de un real, con la locura de que un cartón de huevos o una lata
de atún -cuando se consigue- cuesta más que 10.000 litros de gasolina. Serán
unos centenares los altos militares que disfrutan de modo privilegiado y
escandaloso de la apropiación privada del bien público de todos los
venezolanos. Por las manos de una minoría corrupta han pasado más de un millón
de millones de dólares, sin recibo ni obra realizada: enormes recursos públicos
de pertenencia común, apropiados por unos pocos, en un “socialismo” al revés,
que convierte lo público de todos en botín privado de unos pocos. Mientras
decenas de miles de familias de militares honestos pasan penurias, por ejemplo,
con un seguro de salud de pobre
cobertura y con ingresos, que no alcanzan para las necesidades básicas de su
vida.
Todo venezolano -también los militares- tiene
derecho a soñar con una Venezuela mejor y a haberse ilusionado con un cambio
que prometía el paraíso. Lo imperdonable sería
aferrarse al error evidente y no querer contribuir a enderezar el disparate
actual que tanto sufrimiento está produciendo a treinta millones de
venezolanos, con excepción de una “cúpula podrida” en el privilegio mal habido.
Está clara la falsedad de la propaganda oficial que contradice a la dura y
evidente realidad cotidiana. Causas del desastre: el estatismo en economía y la
concentración anticonstitucional del poder, que ha fracasado aquí y en todos
los países donde se ha intentado. En Cuba, luego de 65 años de dominio total,
es evidente la incapacidad de producir prosperidad económica y vida civil digna
en libertad con pluralidad de opiniones y de iniciativas. Décadas antes en
decenas de países de otros continentes, el partido único convertido en
“dictadura del proletariado” mostró su verdadera naturaleza de dictadura sobre
la sociedad sometida a la penuria y al terror policial. Hoy es necesario hablar
- también en los cuarteles- con plena libertad de ese hecho evidente, con ánimo
de liberación, de superación y de unión.
Tenemos en nuestra América ejemplos de
salidas razonables y pacíficas de dictaduras diversas. En Brasil luego de 20
años de dictadura (1964-1984); en Perú cuando Fujimori o años antes cuando Velasco Alvarado - luego
de haber creído que la vía militarista era el camino para superar exclusiones
seculares y agravios históricos contra el mundo indígena; en Chile y Uruguay…
Fueron los propios militares que obedeciendo a la población abrieron la
transición hacia la democracia, sin enfrentamientos armados.
Hoy está claro lo que para muchos no lo era
hace 5 años y no hay que recurrir a aventuras golpistas que siempre terminan
mal, solo hay que defender la Constitución vigente y la voluntad de la inmensa
mayoría de los venezolanos. Coincide el clamor del país por un cambio con la
próxima elección democrática (aunque amenazada) y con el papel no partidista exigido
a los militares en nuestra Constitución.
Como pocas veces antes, la República exige que se restablezca el
monopolio legítimo de las armas, hoy violado por los grupos fuertemente armados
que se hacen llamar “colectivos” y fueron indebidamente fomentados y protegidos
desde el poder. Una República no es solo de civiles, sino que necesita de los
militares civilistas garantes de la justicia, de las fronteras y de la paz
desarmada de la población; sus armas nos permiten, a todos menos a los
delincuentes, andar desarmados y tranquilos.
¿Qué pueden hacer los militares? Simplemente
sacar las conclusiones de lo que ven sus ojos y su conciencia y defender
decididamente el tránsito pacífico hacia la democracia social. Recordar su
deber establecido en la Constitución: “La Fuerza Armada Nacional constituye una
institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por
el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación (…)En el
cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en
ningún caso al de persona o parcialidad política alguna” (art. 328).
Las elecciones venideras son una gran
oportunidad para iniciar un cambio a fondo de esta locura suicida.
Luis
Ugalde S.J.
lugalde@ucab.edu.ve
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Este sabio análisis del padre Luis Ugalde, es una exigencia a la preocupación que todos debemos tener para asegurar el mejor porvenir posible para todos los venezolanos,desde luego al calibrar la lacerante realidad de la miseria y escasez que vivimos,inmediatamente la mente interior nos dice,tu tienes que hacer algo,y ese hacer algo te lleva a preguntarte,y,es que acaso el sector militar venezolano,va a permanecer siempre: indiferentes ante el sufrimiento y el llanto de familias que están muriendo de hambre,indiferentes ante la creciente miseria y escasez de comida y medicinas,es que acaso permaneceran indiferentes ante la suerte de sus propias familias, en los términos de la amplia parentela que sufre y también padece por ser parte de este pueblo.El padre L.Ugalde llama a la conciencia de los hombres de uniforme,y,les dice:Reflexionen es el momento en que Venezuela exige que hagan oir su voz.
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