Aquí es donde los venezolanos demostramos por qué somos
considerados ampulosos; en este caso, henchidos de corazón. Ahora es cuando
hemos visto correr la tinta pareja por esos pasquines del oficialismo con mucha
vena antiimperialista; que decir imperialismo para esta gente es hablar de los
EEUU; aquí no hay, para ellos, imperialismo rastacuero como el cubano o el
chino: hasta Chávez ya tenía pegado el acento cubiche, por su demasiada
cercanía con Fidel Castro, y por donde comienza la malformación de la
conciencia de esta gente; pero decía que ha llovido la tinta pareja de vena
antiimperialista; donde no dejan de haber sus chantajes, por lo demás, hacia nosotros,
los que no comulgamos con sus ideas, emplazándonos a que nos pronunciemos, en
relación a esta amenaza, que se cierne sobre el país, y la que no pasa de ser
una medida de confiscación de bienes y dinero de un grupo de altos oficiales,
así como altos funcionarios del poder ejecutivo y legislativo arbitrarios y de
conducta muy inescrupulosa; que habían venido invirtiendo parte de su fortuna
en los EEUU, y a quienes se les considera que han violado los derechos humanos
en nuestro país, por lo cual se ha deducido que por prestarse a hacer semejante
papel han tenido que haber recibido soborno, y parte de los dividendos de ese
soborno son esas inversiones que han hecho en suelo estadounidense, y que ahora
se les retiene; mientras venga un gobierno que reclame por ellas: he allí lo
que constituye, supuestamente, una arremetida de Barack Obama contra el pueblo
de Venezuela, y su muy “envidiada revolución”.
Esto es para coger palco: se declaró otra octavita de
carnaval, tan pronto apareció el famoso decreto de Obama; desde el viernes de
la semana anterior esta gente comenzó a sacar manifestaciones a la calle:
Caracas toda se llenó de autobuses, y luego los franela roja marchando por la
ciudad. Los cien mil trabajadores de Pdvsa fueron traídos a la capital, y a los
que se les unían los empleados de la administración central; de modo que hubo
abundante masa de gente pidiéndole respeto a esos gringos; como se leyó en las
paredes con los grafitis que dejaba la marea roja a su paso: agua durante el
día, que se repartía en cada esquina, para que los marchantes se refrescaran
del inclemente sol, que ha estado más bravo que nunca durante estos días, y
caña durante la noche con templetes de orquestas y de conjuntos de todo tipo:
un gasto dispendioso. ¿Cuánto vale mover a esa gente; repartirle comida y
viáticos? Pero, para nada, para darle sustento a una mentira; que, como dice
Octavio Paz, su práctica está instituida entre nosotros de una manera
constitucional, y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser. ¿Quién se ganó unos
reales aquí? Primero, el que vendió las franelas; luego, el que las tiñó, y les
colocó una consigna que decía: Obama deroga decreto ya, y que a Delcy Eloína le
quedaba de lo más bien.
He allí lo que se conoce como un imposible, y es por esto el
carácter bufo de toda esta opereta, que no nos lleva a nada, y que no justifica
semejante gasto. Firmas: ¿para qué? Esto tiene mucho de aquel gesto de Chávez,
cuando le sacó a Obama el libro de Eduardo Galeano, “Las Venas Abiertas de la
América Latina”; que se tomó más como una payasería, que como una expresión de
resistencia latinoamericanista de parte de un revolucionario de este
continente; porque primero, y principal, el autor de la obra ya incluso ha
confesado que no está de acuerdo con algunos puntos de vista, de los que él
maneja allí, luego porque Obama no lo iba a leer.
Sobre todo porque frases, como esa del Libertador, de que
los EEUU están llamados a plagar de miseria a los pueblos del sur de su
territorio, y que en estos días se ha citado hasta el hartazgo, en la
actualidad están en discusión; partiendo del hecho mismo de que Bolívar cuando
dice estas cosas, está pensando en la posibilidad de asumir un protectorado
inglés, y que es lo que lleva a muchos historiadores a explicar el por qué no
se declaran bolivarianos; y esto porque éste partía de la idea de que: “la
América es ingobernable para nosotros”, tal como se lo expresa en la famosa
carta que le escribe a Juan José Flores poco antes de su muerte; pero, además,
porque, aun cuando, un nacionalismo decimonónico hizo gala de su don de
visionario a partir de la misma, para elaborar libros, precisamente, como ese
de Galeano, a Bolívar la historia no le dio la razón, y en eso estoy de acuerdo
con un hombre como Carlos Rangel, quien considera en su libro Del Buen Salvaje
al Buen Revolucionario que, sin la presencia del capital de las transnacionales
petroleras en nuestro territorio, nosotros no hubiéramos podido pasar de ser
otro país bananero, teniendo presente que, cuando arranca la fiebre petrolera,
estimulada por la industria automotriz, nosotros no teníamos ni el capital ni
la tecnología y mucho menos la inventiva de esta gente.
Claro, también es explicable el nacionalismo de nuestros
abuelos, y es por esto que califico al de nuestros días de decimonónico, habida
cuenta de la existencia de un Teodoro Roosvelt, y quien justificaba la
intervención estadounidense en casos como el de Panamá, una vez que EEUU decide
construir el canal en el istmo: “Habla suavemente con un garrote debajo del
brazo, y llegarás muy lejos”. Así mismo había que inventariar aquí las veces
que EEUU estimuló la llegada de dictaduras militares al poder en nuestros
países, cuando estaba el macartismo en su pleno apogeo, y el temor a la
influencia del internacionalismo proletario era muy grande, y entonces así se
hablaba de que nosotros no constituíamos sino el patio trasero de estos
señores; lo que fue caldo de cultivo para que se acendrara aún más en nuestra
conciencia ese complejo de carácter cultural, que sentimos por el hermano del
Norte; cuyo desarrollo en ciencia, tecnología y armamento lo vemos con mucha
envidia.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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