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jueves, 17 de septiembre de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, EL QUE SE CANSA PIERDE

Confieso que —melindroso como soy con el empleo del idioma— estuve tentado a quitar el “que” galicado y sustituir titulando: “Quien se cansa pierde”.  Pero me aguanté las ganas por una doble razón: primero, porque esa forma de hablar es muy común entre los venezolanos, quienes compensan con simpatía, vivacidad y hasta retrechería las faltas de purismo en la conversación. Y, segundo, por respeto a quien puso de moda la frase, hoy preso político del régimen y víctima de la venalidad de una sayona que lo condenó sabiendo que ya tenía en su finísima cartera un pasaporte diplomático y, presumiblemente, bastantes billetes verdes acreditados en una cuenta.

Todos los diarios y noticieros radiales y televisivos del mundo decente han informado del hecho de manera prominente.  Porque es abochornante el hecho; pero los medios de otros países menos civilizados, y quizás comprados por testaferros del poder para lograr eso que ellos llaman “hegemonía comunicacional”, prefirieron soslayarlo.  Un ejemplo: “Últimas Noticias” prefirió destacar otras noticias, que, si bien eran medianamente importantes, no eran LA noticia en Caracas, en Venezuela y en todo el mundo.  Que lo hubiesen hecho “Vea” y “El Correo del Orinoco (que lo hicieron) no era de extrañar, pero que “Últimas Noticias la haya esquivado es muy diciente de lo bajo a lo que ha llegado la redacción de ese diario; ctualmente en manos de un periodista muy sagaz y bien formado pero hoy plegado a las huestes de la robolución. 

En todo caso, la aflictiva y vergonzosa noticia se supo por los pocos periódicos que no han caído en manos del régimen —por ahora, como dijo el muerto viviente— y por las redes sociales.  Fue por ellas que supimos cómo la en mala hora jueza desechó evidencias y rechazó testigos que demostraban la inocencia de Leopoldo. Y que, por el contrario, incluyó “evidencias” tan deleznables como las opiniones de unos presuntos especialistas en lingüística que dijeron que en las palabras de Leopoldo había un “mensaje subliminal”.  Por poquito no llamó para que actuara como perita a una de las intérpretes de señas que aparecen en el cuadrito a la derecha de la pantalla en los noticieros.

El nombre de esa “jueza” retumbará por muchos años como el baldón más horrendo en lo judicial y el ejemplo de deshonestidad más absoluta.  No importa cuántos años pase en la sinecura que consiguió en Chile.  Al final de esta, que por lo que presumo será más pronto que tarde, a su regreso a Venezuela —si es que se atreve—más de uno le escupirá (aunque sea en sentido figurado).  Yo sería uno.  Porque no se puede ser tan servil, tan vendida a los deseos del hegemón, tan arrastrada por la mera conveniencia pecuniaria.  Tuvo hasta el tupé de admitir la solicitud de los otros sayones, los de la Fiscalía, por el delito de incendio, cuando este no ocurrió (está demostrado que no hubo daños materiales en el sitio) y cuando, de haber sucedido, ya Leopoldo estaba en su casa, muy lejos del lugar de los presuntos hechos.  Tanto, que se me ocurre exclamar como lo hacía un orate furioso que había en Valencia (si los medios que publican mis escritos y los amigos que reenvían estos consideran inapropiada la oración, tienen mi permiso y hasta mi bendición para editarla), “¡hay que ver que esta hija de puta es bien hijueputa!”

Para protestar por esta injusticia, y muchas otras más, yo voy a marchar el sábado 19.  No importa cuántas amenazas hayan hecho los oficialistas, empeñados en incitar a los suyos a las acciones violentas.  Entre ellos, Jorge Rodríguez, quien por ser psiquiatra y ser alcalde no debiera incitar la división y el odio.  Pero que lo hizo este fin de semana en rueda de prensa, según reportaje que salió el domingo en todos los medios.  Quizás, por eso, es que más me empecino en ir a marchar.  A eso convoco a todos mis lectores, en cualesquiera de las ciudades donde estén.  Porque el que se cansa pierde.  Y a ver si con la fuerza que proviene del número de personas que marchan, los aupados por las incitaciones gobierneras se convencen de que nos asiste la razón.  Muchos de ellos, muy adentro, reconocen que la sentencia fue injusta; que lo que se quiere con ella es amedrentar.  Pero no lo lograrán.

Para finalizar, mis mejores palabras de reconocimiento y encomio para Lilian Tintori; todas sus intervenciones en defensa de su marido y padre de sus hijos —dentro y fuera del país— han sido impecables; no hay una palabra que sobre, ni nada que no sea verdad.  Chapeau para ella.  A su padre, Leopoldo López Gil, mi reminiscencia y aplauso por tantas cosas acertadas como las que ha escrito, más que por su hijo, en defensa de Venezuela.  Y a doña Antonieta, la nunca doblegada madre, los versos que Reiner María Rilke le dedicó a un antepasado suyo, el corneta Christopher Rilke: “Mi buena madre, siéntete orgullosa: yo llevo la bandera…”

Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt

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