Hace un año, la principal calificadora de riesgo
en China, Dagong Global Credit Rating Co, emitió un informe en el que degradó
la calificación del riesgo soberano de Venezuela. Decía el reporte que las
inversiones en papeles de Venezuela ya no merecen un rango BB+, sino que, a
causa del panorama negativo del país, apenas podía acordársele un BB-.
Los expertos financieros aseguraban que tales
inversiones estaban perversamente sujetas a los “cambios económicos” del emisor
venezolano.
Sorprende, pues, que en lo que va de año, el
presidente Nicolas Maduro dos veces ha anunciado frescos empréstitos de
Beijing. Sorprende no por el lado de Venezuela, quien no encuentra como
rellenar el monumental hueco que la caída de los precios del petróleo ha estado
dejando en las enclenques finanzas nacionales.
La generosidad de los chinos no podrá saciar
la sed de recursos venezolanos. De los 10.000 millones de dólares que el
gobierno revolucionario ha anunciado como convenidos para este año 2015, con
suerte conseguirá que se materialice la mitad, por la lentitud de los procesos
en los dos extremos de la operación. Poco alivio será éste para que la balanza
de pagos venezolana no se descalabre aún más, ya que el país debería contar no
con 10.000 sino con 20.000 millones antes de fin de año y, la triste realidad
es que apenas recibirá 5 antes de las 12 campanadas del 2016.
La crisis para los venezolanos es de
pronóstico reservado y ello es lo que explica que en pleno conflicto fronterizo
con Colombia, Nicolás Maduro haya armado sus bártulos y acompañado de su
canciller, su esposa y un numeroso séquito de asesores, se haya dado una
vueltica por Beijing para ponerle velocidad al tema.
Lo que es inaudito es que la gravedad de la
crisis venezolana no se perciba en los círculos gubernamentales del Dragón de
Asia y que la fragilidad del presupuesto venezolano y, por igual, la del
gobierno actual, no sean estímulos suficientes para que se le coloque una lupa
a estos nuevos financiamientos. Más aun
cuando la agencia calificadora de riesgo que pone un colosal interrogante sobre
el futuro del país venezolano es una subsidiaria del Banco del Pueblo, órgano
que funge de Banco Central para los fines chinos.
Cuando a Venezuela le toque honrar estos
empréstitos, las finanzas nacionales impactadas frontalmente por los aún más
bajos precios del barril petrolero, tendrán fuegos prendidos con varios
préstamos externos que enfrentar, además de que
existen altas probabilidades que sea un Congreso Nacional con una
composición política diferente quien deba decidir sobre estas contingencias
financieras.
Fueron los propios expertos chinos quienes
dieron desde hace doce meses el alerta. Sus textuales palabras fueron: “Se
estima que la deuda pública venezolana alcanzará el 52,2% del PIB, y
posiblemente supere el 60% en el año 2018. Dados los profundos problemas
estructurales de la economía y de las finanzas del gobierno, es difícil alguna
mejora fundamental de la situación fiscal en el mediano plazo, y por ello la
solvencia del gobierno se verá afectada de forma significativa”.
Frente a tanta anticipación no caben muchos comentarios. Dice el sabio refrán que viene a la mente, pero que los chinos no parecen conocer que “cuando veas las barbas del vecino arder, pon las tuyas en remojo”.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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