El
entusiasmo sembrado entre jóvenes de la década de los sesenta para registrarse
en los institutos docentes más prestigiados en áreas técnicas y humanísticas,
certifica el ingente deseo del venezolano de entonces por desarrollarse para
competir lícitamente en un universo que se hacía más exigente. Cabe destacar
las voluntades subyacentes de la época como la abnegación de padres y allegados
de jóvenes de todos los estratos sociales que se sacrificaban para impulsar a
sus hijos hacia el ascenso instintivo y profesional.
La
arremetida revolucionaria camina en sentido contrario. Intenta crear una
borrosa conciencia que divulga por los múltiples medios que controla según la
cual es posible eludir permanentemente la tradicional “naturaleza compulsiva”
del estudio y trabajo implantada por el capitalismo explotador y adherirse al
socialismo complaciente conducente a la paz.
Da
terror observar cómo buena parte de nuestros jóvenes pierde progresivamente,
valga el pleonasmo, su juventud prisionera de un nihilismo hedonista matizado
por violencia e irracionalidad. El grueso de los actos delictivos, incluidos
homicidios, lo ejecutan jóvenes con edades entre 15 y 24 (Diario El Carabobeño,
27-04-15).
Fernando
Pereira, Coordinador General de CECODAP, creado en 1984 en el barrio El Ciprés
(Macarao-Caracas), como experiencia de atención preescolar con participación de
la familia y la comunidad, declara que hay una innegable tendencia a disminuir aún
más el promedio de edad entre nuevos delincuentes. Bajo ese esquema, la
capacidad de usar el don de la intuición con criterio decoroso y humanista, se
pierde para sustituirla por un primitivismo cruel y violento. El degollamiento
de seres humanos, al talante ISIS, era hasta ayer una rareza delincuencial
inédita en nuestra cultura.
El
forajido se asienta no porque los encargados de la toma de decisiones sean
deliberadamente perversos, sino porque la razón de esta extraña revolución ha
sustentado “una lógica” contraria a la armonía urbana. Por ejemplo las
“acreditadas” Zonas de Paz inducen a todo menos a la concordia social. Los
frecuentes choques armados entre forajidos contra la policía en la Cota 905,
por citar un caso entre muchos, evidencian cómo esos grupos se valen del
terrorismo como “contexto necesario” para cambiar nuestra sociedad.
La
experiencia de países exitosos apunta en otra dirección. La economía de
mercado, contrario a la idea chavista, es la única con cabida para albergar a
jóvenes que buscan prosperar. El conjunto de juicios de quienes han sido
educados desde temprano dentro de un sistema retributivo honesto, permite que
sus valores personales sean trasferidos a la nación con ventajas inmediatas en
el ámbito moral, económico y social, sin desconocer los inevitables vicios
propios del individuo en toda sociedad.
Mercales,
Bicentenarios y demás quimeras análogas, son derivaciones de un sistema que no
encuentra el rumbo de producción. Las colas, como inflexión de mendicidad, han
generado desviaciones como el bachaqueo que atenta precisamente contra el más
pobre. Muchos jóvenes, forzosa o buenamente, aislados de los medios educativos
y de producción que aún quedan, se han circunscrito a esta especie de comercio
usurero por el cual el régimen se rasgó las vestiduras para reemplazarlo por
uno más justo. ¿Programas de paz?
Chávez
impuso con cierto éxito una contracultura (término acuñado por Theodore Roszak,
1933-2011) al estilo cubano conducente a la indiferencia y resignación. Colas,
ausentismo escolar, más buhonería, caída de sistemas productivos, desplome
pecuario y agrícola, ruina de comercios y manufacturas, evidencian la inacción
impuesta desde el poder. Sólo faltan trovas cubanas en cada esquina para dejar
instaurado en el país verdaderas “zonas de paz”.
Flaco
favor hicieron al país Maduro y Aristóbulo con sus respectivos discursos del 5
de julio. El primero arremetió contra Fedecámaras y el segundo elogiaba el
control de cambio como avío para preservar el poder. Mientras el país se hunde,
el oficialismo persiste en no separar la retórica política infructuosa de la
prestación de servicios indispensables y de sistemas productivos eficientes. No
es ese el camino que precisamente lleva a la paz.
La
paz sólo puede provenir de un cambio de “filosofía” luego de 16 años de esta
tentativa fracasada. Ello se logra votando masivamente en las legislativas de
diciembre. ¡Todo lo demás es fantasía!
Miguel
Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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