Hay tres fuerzas políticas: los títeres de Cuba, los
colaboracionistas que usurpan el rol de la oposición y la verdadera oposición
hasta ahora sin nombre ni rostro a la que aquéllos llaman radical. La
constituye la inmensa mayoría de independientes que estamos contra Cuba, contra
el comunismo y contra la tiranía títere, pero también diferenciados de los
colaboracionistas que les sirven de comparsa electoral. Es fundamental establecer
las diferencias básicas entre las tres fuerzas.
Los títeres, que ejercen el gobierno formal, representan
a Cuba a la cual sirven. Son, pues, traidores a la patria, pura y simplemente.
Los colaboracionistas colaboran con Cuba al no definirse contra ella, ni
convertir la liberación de Venezuela en su objetivo prioritario, por lo cual le
hacen creer al pueblo que la lucha es entre venezolanos ocultando que es de
venezolanos contra Cuba y sus títeres, los traidores a la patria. Los
no-colaboracionistas o radicales fijamos como objetivo prioritario liberar a
Venezuela de Cuba, recuperando la soberanía. Si no nos liberamos de Cuba,
seguiremos siendo la vergüenza de América, el único país sinvergüenza dominado
por otro país sin rebelarse. Sin liberación no seremos soberanos y sin
soberanía no somos nadie, ya que no podemos decidir nuestro destino. La
liberación es, además, una cuestión de dignidad y honor, de autoestima como
Nación. Entonces: primero liberarnos de Cuba y después vendrá todo lo demás.
Los títeres son comunistas que han venido implantando el
modelo cubano, obedeciendo órdenes de sus amos. Los colaboracionistas no son
comunistas ni anticomunistas. Son ideológicamente oportunistas. Critican el
“modelo económico del gobierno” sin calificarlo de comunista, copia del cubano.
No atacan el comunismo, ni se atreven a llamar comunistas a los títeres. Los
llaman populistas, siendo ellos tan populistas como los otros. Los
colaboracionistas se avergüenzan del capitalismo, pero no dicen cuál es su
modelo económico. Los no-colaboracionistas o radicales estamos contra el
comunismo, cuya implantación es la causa del colapso económico y del desastre
general que ha degenerado en el reino del malandraje. Consideramos que el
comunismo es una importación traída de Cuba, rechazada en el referéndum de 2007
por el pueblo venezolano que es profunda y radicalmente anticomunista. Estamos
conscientes de que sólo nos liberaremos del comunismo si nos liberamos antes de
Cuba. Y, desde luego, siendo anticomunistas, adherimos al capitalismo que es el
sistema de los países prósperos de América y Europa. No sentimos vergüenza que
se nos identifique con el modelo económico de éstos. Vergüenza sentimos
pareciéndonos a Cuba.
El gobierno títere hace alarde de ser democrático, cuando
en verdad es una tiranía, la peor tiranía por ser la tiranía de los peores. Los
colaboracionistas le prestan el antifaz de democracia al legitimar la tiranía
convalidando su ilegitimidad de origen con la aceptación del fraude electoral y
su ilegitimidad de ejercicio incorporándose a la administración colonial de la
cual participan. Los colaboracionistas son o aspiran a ser funcionarios de la
administración colonial al servicio de Cuba en calidad de subalternos
(diputados, gobernadores, alcaldes). No dicen que estamos bajo una tiranía, y
menos aún que es una tiranía comunista de un protectorado de Cuba. Los
opositores o radicales estamos contra la tiranía, a la cual llamamos por su
nombre, y contra toda forma de colaboración con Cuba y sus títeres.
Para salir de una tiranía, sobre todo la títere de una
potencia extranjera, deben combinarse todas las formas de lucha que sirvan para
ponerle fin. Todas, sin descartar la electoral pero no para cohabitar sino para
demoler o dinamitar a la tiranía. Es lo que sostenemos los no-colaboracionistas
o radicales. Los colaboracionistas sostienen lo contrario. Comprometidos como
están con la tiranía sólo admiten participar en elecciones fraudulentas de las
cuales obtienen el premio de cargos que los incorpora a la administración
colonial.
En las filas colaboracionistas surgió una disidencia, que
parecía ser la que daría nombre y rostro a la verdadera oposición con la cual
coincidió al presentarse con el slogan: “la salida está en la calle.” Pero se
detuvo en la puerta de salida del colaboracionismo a la espera de las
candidaturas.
Una contradicción insostenible: ser y no ser
colaboracionista. Entonces el gobierno títere actuó como tribunal disciplinario
del colaboracionismo inhabilitándolos para ser diputados. Están entre la espada
y la pared: regresan de rodillas al colaboracionismo perdiendo su oportunidad
histórica o dan el paso decisivo de salida aglutinando a la masa de
independientes no-colaboracionistas o radicales.
Dicen en mi tierra: chivo que se devuelve, se “esnuca”.
Jesus A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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