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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

jueves, 18 de junio de 2015

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, POR MÍ, NI UN ODIO, HIJO MÍO, DESDE EL SALVADOR


    “Por mí, ni un odio, hijo mío. Ni un solo rencor por mí, no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí, ni andar cobrándole al hijo, las cuentas del padre ruin. Y no olvidar que las hijas del que me hiciera sufrir, para ti han de ser sagradas como las hijas del Cid”.

    La puntuación que le doy a la estrofa de nuestro poeta Andrés Eloy, no se corresponde al original, lo escribí en prosa por razones de espacio. Andrés Eloy Blanco es el mismo autor de “Angelitos negros”, considerado como un himno contra la discriminación racial; poema que fue llevado a guión cinematográfico y exhibido en la pantalla mexicana en 1948, con las magistrales actuaciones de Pedro Infante, la cubanísima Rita Montaner y la niña Titina Romay. También ha sido cantada en tiempo de bolero por el mismo Infante, además de las conocidas interpretaciones en las voces de Nana Mouskuri, Lola Flores, Javier Solís, Chabela Vargas, Alfredo Sadel, Roberta Flack y Ertha Kirt.

      La estrofa inicial pertenece al poema Coloquio bajo el Olivo, que le leía a mis hijos cuando niños, y le he encargado a mi hijo mayor que se lo lea a mis nietas salvadoreñas cada vez que pueda; a él le dejé un hermoso ejemplar de páginas beige en papel cebolla, de las Obras Completas de nuestro juglar mayor. A los otros, en ese trashumar que me dio el destino difícilmente podría hacerlo, porque tendría que haber cargado conmigo todos aquellos libros que me han sido preciosos, y hoy, las líneas aéreas nos cobran hasta el peso de un pañuelo de batista, como le decían antaño.

    El Coloquio bajo el olivo, lo tengo como el Sermón de La Montaña de Jesús. En ellos se sintetiza, se resume el deber ser de lo humano, la esencia de lo que distingue el inconsciente del consciente en nuestro Reino Animal; aunque a veces dudo sobre cual de los dos es el inconsciente cada vez que observo lo que sucede a nuestro rededor, desde el Califato Islámico, pasando por Nigeria, España, México, Pakistán, Mozambique hasta nuestra sufrida y desconcertante Venezuela, más cercana al inframundo griego que a la evolución civilizatoria de la humanidad.

    Ese amor desbordante de Andrés Eloy entrelazado con la nobleza del corazón por aquello de “para ti han de ser sagradas como las hijas del Cid” o, “ni andar cobrando al hijo las penas del padre ruin”, solo puede compararse con lo divino en lo humano que nos regaló Jesús, en la parábola del Buen Samaritano o la del hijo pródigo.

        Esa oración de Andrés Eloy, fue durante un buen tiempo como el logo a alcanzar por nuestra venezolanidad, la bizarría de Bolívar, la nobleza de Sucre, el arrojo de Juana Ramírez, el estoicismo de Luisa Cáceres de Arismendi, o la candidez de un Vargas ante el arma de  Carujo, cuando lo despojó de la presidencia.

       Lo anterior viene al caso, porque me impactó desde el inicio de su cautiverio, la despiadada saña que la dictadura le ha aplicado al joven Raúl Emilio Baduel García, hijo del General en Jefe Isaías Baduel, preso desde 2009, acusado de corrupción una vez que osó cuestionarle a chavez su pretensión de modificar la Constitución para permanecer en el poder. El hijo fue detenido junto a su amigo Alexander Tirado durante una manifestación contra Maduro en el 2014, y posteriormente  condenado a 8 años de prisión por “intimidación pública, agavillamiento e instigación a la desobediencia”. Ha sido golpeado, incomunicado, vejado, aislado, y se ha sumado a la huelga de hambre junto a Tirado y los 43 estudiantes más regados por toda la república.

     Es evidente que los malvados del gobierno le hacen pagar al hijo, lo que consideran el pecado del padre; y el único cometido por el hijo, fue salir a la calle en busca de libertad. Ellos también son Leopoldo y Ceballos, los olvidados de la MUD, las víctimas del Estado Forajido.

Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

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