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martes, 19 de mayo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, SER Y EXISTIR,

En el mundo de la filosofía y la gramática se está llevando a cabo una dura lucha, que ya tiene varios siglos, pero se ha arreciado recientemente con la evolución de la lógica y la lingüística, y trata sobre la palabra "es", que viene de "ser" (y todas sus conjugaciones), y que resultan claves para entender a que nos referimos cuando la usamos en la modalidad existencial.

Luego del gran salto ontológico que propuso Heidegger en su obra a partir de los textos de Aristóteles y de un intrincado desarrollo del lenguaje alemán sobre la problemática del ser, se desató una importante discusión y una desconstrucción para averiguar si “ser”, y en especial “es”, se trata de un verbo, una cópula o parte esencial del predicado.
Los resultados de este litigio serán fundamentales no solo para nuestra comprensión del universo, sino que en ello se asienta buena parte del desarrollo teológico y de la metafísica moderna.
Para los que hablamos castellano ni siquiera representa un problema pues, hemos aceptado el dogma de que "ser", es un verbo, y que en algunos momentos denota el sentido de "existencia pura", que es un concepto abstracto que representa la modalidad vital ontológica que hace que una cosa o ser existan en la realidad.
Pero aquí viene el truco, la existencia, es un estado que depende de una esencia, de un ente, del ser constituido y corpóreo que es el que tiene la capacidad de existir, la existencia como tal, es solo un concepto abstracto que no existe en la realidad.
Esta acción de hacer de un concepto abstracto un ente autónomo, se llama "reificación" o sea, darle vida a algo que no existe. Y esto no es malo en sí, al contrario, nos ayuda a comunicar nuestras ideas y sentimientos, resume en la abstracción largas explicaciones y nos ayuda a interrelacionarnos, lo malo, es que muchos embaucadores se han aprovechado para vendernos filosofía barata con este viejo truco, una filosofía que si la creemos, nos hace sufrir y hasta tomar decisiones erradas en nuestras vidas.
El filósofo Jud Evans de la Universidad del Centro de Lancashire en Inglaterra nos aclara con el siguiente ejemplo: "El principal problema de reificación de la filosofía occidental es la creencia, por algunos, de que hay algo como el ser de los seres, o la existencia de eso que existe, y que de alguna manera es adicional y puede ser caracterizado ontológicamente diferente a la entidad misma... La Torre Eiffel existe -pero el hecho que existe (su existencia)- no".
De la misma manera el Amor no existe, existe el sujeto que ama, la moral no existe, existe el sujeto capaz de un acto moral. Las personas (y las cosas que existen en el mundo) son entes con vocación de existencia pero la existencia sin el ente, no existe, es un abuso del lenguaje atribuirle existencia a lo que no es objeto en el mundo, esta confusión sobre lo que es un "ente" deviene principalmente del error de las personas en no diferenciar lo que designa la palabra con lo denotado, la palabra no es el objeto.
El profesor polaco Tadeusz Kotarbinski (1886-1981), de la escuela “reista” de la Universidad de Varsovia nos ilustra con el siguiente ejemplo: “En la expresión “La salida del tren fue retrasada”, el término “salida” es un nombre aparente ya que no tiene designatum: la “salida” no existe, ya que sólo es el tren el que parte. La oración debería ser formulada más correctamente como “el tren partirá más tarde de lo pautado”.  Todos los nombres genuinos son nombres concretos, mientras que nombres abstractos son nombres aparentes.  La existencia de nombres abstractos conllevan al error de creer que se corresponden con algo que realmente existe, por ejemplo, que existen entidades referidas por los términos de “redondas”, “igualdad”, etc. Lo mismo ocurre con nombres indicando relaciones”.
El filósofo alemán Martin Heidegger con su sistema ontológico expresado en su obra Ser y Tiempo, ha tomado estas dos abstracciones y las ha reificado, y elaborado todo un sistema de filosofía nihilista que ha afectado y afecta a más de una persona, ideas que han sido construidas sobre fantasmas del lenguaje o como diría Kotarbinski, sobre onomatoides, o sea, pseudo nombres, o “seres lingüísticos” como les decía Émile Benveniste.
Heidegger ha creado toda una metafísica en base a un error fundamental tal como lo explica Theodor W. Adorno: "Por su mismo significado la cópula sólo se puede realizar en la relación entre sujeto y predicado. La cópula no es autónoma. El malentendido de Heidegger consiste en transponerla más allá de donde sólo puede recibir un sentido".
Heidegger elabora un complejo montaje en alemán con la palabra Dasein, que se podría traducir al castellano como “estar allí” que sería una manera enrevesada de describir la existencia humana en el mundo, el problema es que la existencia humana no existe en realidad, lo que existe son los individuos humanos en modalidad de existencia, el toma ese “estar allí” y lo cosifica, lo reifica en una pseudo palabra que quiere hacer pasar como un nombre de algo que existe, diferente al hombre que existe.
La búsqueda de una existencia de lo que existe es vana y redundante, existir es un negocio dado al hombre que resulta de la misma existencia, cuya naturaleza psicosomática es la confirmación definitiva que no hay alternativa a existir, por lo tanto es innecesario reafirmarla, como hizo Descartes con su cogito ergo sum.
Por ejemplo, si hay un hombre allí sentado a la orilla del rio pescando, no es el “allí sentado” el que está sentado allí, es el hombre.
Filósofos como Frege, Russell, Wittgenstein han alertado sobre estos juegos del lenguaje que afectan de manera definitiva nuestra visión del mundo.
Volvamos a otro ejemplo del profesor Evans: "En su paradoja, Zeno imagina una flecha en vuelo. Entonces nos propone que dividamos el tiempo en una serie de indivisible de "ahoras" o momentos. En cualquiera de esos momentos, argumenta, si miramos a la flecha, tiene una posición exacta, no se mueve... Zeno concluye que el movimiento no se produce, lo cual es correcto pero por las razones equivocadas. El movimiento no existe, lo que existe es la flecha moviéndose en cada instante".
Volviendo a nuestra raíces castellanas, no obstante que nuestros orígenes como lenguaje, se remontan al "lenguaje de Ur", al Sánscrito, de donde se levantaron casi todos las lenguas indo-europeas y de las que surgieron el griego y el latín, en esa alborada, existía una diferencia básica ente el "ser" y "existir", pero los griegos, que tenían un gusto por la "reificación" de conceptos abstractos, de ideas puras, se olvidaron de ciertas reglas y como frankensteins del lenguaje, les insuflaban a estos conceptos abstractos, vida propia, conceptos estos que principalmente convienen al lenguaje religioso y al transcendentalismo, de allí el idealismo platónico.
La palabra “ser” y sus conjugaciones no deberían ser tomadas como verbo ni significar la existencia pura de un ente, debería sí, referir a una condición existencial de ese ente.
No era de extrañar que nuestros más excelsos gramáticos en la lengua española, entre ellos, el venezolano Don Andrés Bello, se cuadraron con la idea de que "ser" es un verbo y no una cópula indicativa; tal y como corresponde a quienes guardan con sus armas el pensamiento cognoscitivo cartesiano; la dualidad del hombre (cuerpo y espíritu) y el secreto de Dios se sostienen bajo la presunción que la palabra “ser” reifica como res extensa a la modalidad existencial.
Sostiene Bello: "El verbo ser en su significado radical siempre indica de alguna manera existencia, nunca es mera cópula".
El "ser o no ser" de Shakespeare es un sin sentido redundante, ninguno de estos conceptos sobre el "ser" se conforman en la realidad, lo que realmente existen son objetos en estado de desarrollo de la existencia.
Esta confusión es fundamental para el lenguaje de los comunistas, que como Marx, acusaban a la burguesía de reificar las cosas producto del trabajo (fetichismo), o el caso de los chavistas, que hoy, pretenden deificar al ciudadano Chávez con expresiones como: "Chávez es amor", o utilizar abstracciones como nombres, como es el caso de “la revolución”, “patria” o “el proceso”, o peor aún, tratan de hacernos creer que “ser chavista” es un ente ideal, en vez de una propensión al crimen y a la violencia, utilizan palabras para denotar virtudes como si fueran cosas existentes y concretas en vez de onomatoides, que utilizan para engañar al pueblo . Mientras tanto, presenciamos con interés la batalla por el "ser" que se está dando, sobre todo, entre nominalistas y universalistas (idealistas).
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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