DARIO ACEVEDO CARMONA, DIGNIDAD CONTRA
INSOLENCIA, CASO COLOMBIA
PRESIDENTE SANTOS, FISCAL MONTEALEGRE, FARC,
JUSTICIA, ASAMBLEA CONSTITUYENTE, ENCUESTAS, DIGNIDAD.
Habitualmente el presidente Santos, el fiscal
Montealegre y los miembros del Secretariado de las Farc nos sorprenden
negativamente con sus posiciones sobre la paz.
Montealegre, por ejemplo, una vez más, se
pone del lado enemigo al proponer, en unión de las altas cortes, la
convocatoria de una asamblea constituyente para la reforma de la Justicia y el
equilibrio de poderes, con el añadido de que en ella tengan representación los
desmovilizados de las guerrillas.
Hay que tener en cuenta que para las FARC esa
es una de sus banderas que con carácter de exigencia han planteado en las
conversaciones habaneras. No es una cuestión ordinaria pues se trata nada menos
que del mecanismo que ellas consideran apropiado para sentar las bases de la
“refundación del Estado” y la “nueva Sociedad” en la que exigirán, al menos, la
mitad de sus bancas. Este funcionario desdeña que ese es el peldaño con el que
las Farc piensan acceder al poder. Menos mal, la Corte Suprema en pleno dio
marcha atrás sobre este asunto y ojalá así lo hagan las demás.
Apoyado en su filosofía de exculpación de los
crímenes de las guerrillas, Montealegre abrió un amplio boquete a la impunidad
para los delitos de lesa humanidad y como si fuese el ministro de Relaciones
Exteriores viajó por varios países para hacer loby ante organismos
internacionales como la CPI a cuya presidente, Fatou Bensouda, desautorizó y a
cuyo estatuto le dobló su columna vertebral con rebuscadas interpretaciones.
Todavía resuena su tesis favorable a la
ampliación del alcance del delito político, según la cual, toda conducta
criminal relacionada con el accionar político, es conexa al mismo y por tanto,
debe ser tratada con la misma indulgencia dada a los delitos políticos de
asonada y rebelión. Entiéndase que el secuestro, el reclutamiento de menores,
el asesinato fuera de combate, los ataques a la población civil, el
narcotráfico, etc., según su rebuscada hermenéutica jurídica, deben ser
considerados conexos con el delito político por haber sido cometidos en función
de un supuesto ideal altruista.
Con sus maniobras clientelistas para ubicar a
sus incondicionales en las cortes y el loby en el Congreso de la república,
entre otras cosas, para defender su “derecho al almuerzo”, o sea, litigar
después de dejar el cargo, el Fiscal abusa del poder atacando a quienes osan
cuestionarlo. La excontralora Morelli y el Procurador Ordoñez figuran en la
lista de perseguidos.
Al mejor estilo de Beria, el tenebroso
secretario de Stalin, desde esa dependencia se movieron los hilos de la
infiltración del hacker en la campaña de Óscar Iván Zuluaga, para favorecer,
días antes de la segunda vuelta, la reelección presidencial de Juan Manuel
Santos y mantener amenazados al candidato del Centro Democrático y a su hijo.
Se dice que en los calabozos de la Fiscalía se urde la manera de hundir al
expresidente Uribe con chantajes a la exdirectora del DAS y a Bernardo Moreno,
tal como hicieron con el hacker Sepúlveda, ofreciendo ventajas jurídicas si
declaran contra el expresidente Uribe, a sabiendas que la ley no lo permite
habiendo sentencias en firme.
Los jefes de las FARC no se quedan atrás en
demostraciones de cinismo. Semana tras semana, somos sorprendidos por la
insolencia de Timochenko, Márquez, Catatumbo o Santrich. A su extensa lista de
exigencias y acusaciones, ahora sostienen que el Estado, o sea nosotros, nos
declaremos culpables del “conflicto armado” y sus consecuencias y de reparar a
todas las víctimas, como si ellos no fueran los que desataron la violencia en
nombre del ideal comunista.
Cero días de cárcel, desconocimiento de sus
víctimas, convocatoria de asamblea constituyente con asientos numerosos para
ellos, Fuerzas Armadas reducidas y a cuidar fronteras, Zonas de Reserva
Campesina, no devolución de bienes, eliminación de aspersiones de la coca con
glifosato, comisión de verdad histórica que confirme la justeza de su
levantamiento en armas, creación de sistema de alerta antiparamilitar y la más
reciente, negativa a entregar los niños reclutados a la fuerza.
Como quien dice, eso de que la paz no se
obtiene con la fórmula “casa, taxi y beca”, a la que se refirió irónicamente el
Comisionado de Paz Sergio Jaramillo para sustentar que había que hacer muchas
reformas políticas y sociales, ha sido bien explotada por quienes hablan y actúan
como si hubieran ganado el “conflicto armado”.
Para cerrar el capítulo del actual ciclo, el
presidente Santos echó a rodar la bola del referéndum para otorgarle plenos
poderes en las negociaciones de paz, al estilo de las leyes habilitantes de los
déspotas Chávez y Maduro.
Resulta pues, que en nombre de la paz los
comensales de la Habana se pasan por la faja las leyes, deterioran la
institucionalidad y mancillan la dignidad de los colombianos. No es de
extrañar, por tanto, que hayan hecho
valer su indignación en las encuestas.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc
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