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martes, 28 de abril de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, GAIA,

JAMES EPHRAIM LOVELOCK
En 1979 el profesor J.E. Lovelock publicó un libro que se convertiría en uno de los clásicos de la literatura ecológica, Gaia, una nueva visión de la vida en la tierra.

Lovelock un eminente científico norteamericano, inventor, entre otros aparatos, del detector de captura de electrones, tan usado en la cromatografía de gases, formó parte del equipo de la NASA que investigaba la posibilidad de vida en el planeta Marte.
Gracias a su productiva carrera como inventor tuvo la oportunidad de retirarse para concentrar su esfuerzo en el estudio de una hipótesis tan antigua como el hombre.
Ya Hesíodo decía: "Ante todo fue el Caos; luego Gaia, la del ancho seno, eterno e inquebrantable, sostén de todas las cosas."  De los griegos se originaría el término de Gaia o Madre Tierra, visión tan común entre las culturas aborígenes de casi todo el mundo.
La hipótesis que Lovelock se dispuso a probar era, que la biosfera, que comprende entre otras cosas, la atmósfera, los océanos y la vida en el planeta, incluyéndonos a los hombres, es una entidad autorregulada con capacidad de mantener la salud de nuestro planeta mediante el control del entorno físico-químico.
En pocas palabras, Lovelock se embarcó en la búsqueda de la mayor criatura viviente de la tierra: La tierra misma.
El planeta tierra presenta en su biosfera un complejo equilibrio de gases y energía que sorprenden por lo delicado y eficiente de los sistemas que la conforman.
Las combinaciones de metano y oxígeno que reaccionan con la luz solar para producir dióxido de carbono y vapor de agua, resultan fundamentales para mantener una mezcla que sustente vida en la tierra.  La presencia de óxido nitroso y de amoníaco, del mismo nitrógeno gaseoso respondiendo a la radioactividad, a los procesos de oxidación y reducción, descomponiéndose molecularmente en otros elementos cuya falta u exceso podrían perturbar los procesos biológicos de la vida, son ejemplos de los intrincados patrones que a diario vive nuestro entorno.
Los intercambios entre el océano y la atmósfera, entre la vegetación y los suelos, el incesante proceso de trabajo que realizan pequeñísimos seres que pueblan los mares y ríos, los microorganismos que viven en el suelo y subsuelo y que conforman la mayor masa de vida en nuestro planeta, son parte de ese insólito escenario de uniones y choques, de disgregación y cambios entre gases inertes y corrosivos, algunos que provocan enfriamiento y otros calentamiento.
Fue el ambientalista norteamericano Steward Brand, editor del Whole Earth Catalog, quien en los años 60 convenció a la NASA de que publicara la primera imagen fotográfica de la tierra vista desde el espacio, fue una fotografía que cambió la manera de cómo el hombre se veía a sí mismo, en palabras de Brand: “Habían anteriormente muchos dibujos de la tierra vista desde el espacio… pero estaban todas equivocados, estos dibujos no incluían las nubes, no tomaban en cuenta el clima ni la sombra en que parte de la tierra se encontraba antes del amanecer… esa primera foto cambió nuestro marco de referencia, empezamos hablar de humanos en vez de nacionalidades, nos dio la oportunidad de plantear problemas y cambios globales. Con este conocimiento viene la percepción de la fragilidad de nuestra casa, caemos en cuenta lo imposible que es mantener el crecimiento exponencial de la población en aquella pequeña esfera flotando en la negrura del espacio, mis amigos me dijeron algo que me pararon los pelos; puedes ver los límites del planeta y como lo estamos copando”.
Se da uno cuenta, en la lectura de la obra de Lovelock, de como el hombre, en su actividad diaria, descarga tal cantidad de elementos extraños a la biosfera y como Gaia hace el esfuerzo por conservar ese precario equilibrio que hace posible, tengamos la posibilidad de ver un nuevo día.
La hipótesis Gaia es duramente atacada por algunos sectores de la comunidad científica ya que no ha sido científicamente probado que el planeta tierra se comporte como un organismo vivo, la idea de que un cúmulo de microorganismos y otras especies de vida superiores, en convivencia, conformen un organismo más complejo, o un superorganismo (hay una hipótesis que habla que los humanos somos eso, por la gran cantidad de bacterias, virus, parásitos, ácaros y otros microscópicos seres que pululan en nuestro cuerpo, adentro y afuera) es una idea que no es muy popular en la comunidad científica hasta el momento.
En este libro de Lovelock, el lector puede percibir que, efectivamente, la biosfera se comporta en su unidad, como un enorme ser viviente que lucha por sobrevivir, en una continua recomposición de sus elementos constitutivos, una visión que ha sido reiterada gracias al programa espacial y esas fantásticas imágenes de un frágil planeta azul y blanco en la inmensidad negra del espacio sideral.
Es una lectura que recomiendo.
Les deseo a mis lectores un feliz día de la Tierra.-

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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