El caudal de información que sobre Venezuela
está circulando en las redes sociales,
en lo atinente a múltiples acciones de corrupción (antivalor de la
honradez) en evidente negación de la ética y la moral que conduce a la
degradación del ser humano, al tiempo de desviarlos de los valores consagrados
en el entorno sociocultural e impedirles ser virtuosos (presencia de virtudes);
nos ha inducido a jerarquizar (sobre lo económico) el tema en el presente
artículo ante la “destrucción social” que genera leer mensajes tales como que
en USA descubrieron una red de lavado de dinero procedente de la corrupción en
Venezuela, que se crearon compañías fantasmas, que se usaron contratos falsos y
prestamos ficticios para lavar dinero por un monto superior a US$ 2.000
millones, que se descubrieron muchas cuentas secretas a nivel mundial, que el
blanqueo de capitales mediante la “lavadora Andorra” podría superar los US$ 4.200 millones, que un ex
viceministro en la gestión inmediatamente anterior recibió soborno de US$ 50
millones, que grupos irregulares conectados al extremismo islámico viajan con
pasaportes venezolanos legítimos; sin olvidar los US$ 25.000 millones
denunciados por altos funcionarios como desviados al beneficio personal (en
desmedro de las importaciones), así como la “impresionante” declaración pública
de un importante vocero oficial en cuanto a que se procurará una Ley para
impulsar la repatriación de capitales estimados en un monto que supera los US$ 400.000 millones;
instrumento legal que ( afirma) facilitará demostrar que en “la cuarta salió
más capital que en la quinta” (¿confesión de parte?).
En el ámbito económico y administrativo, el
concepto más empleado de corrupción es el relacionado con el uso del poder
público para beneficio privado (no admite discusión), pero soslaya un enfoque
de mayor trascendencia: la violación de valores, que se convierte en una
calamidad pública al impulsar la tolerancia y elogio hacia la ostentación de riqueza
de dudosa procedencia, hasta asumirla como una “manera correcta” de actuación.
Los valores, son convicciones profundas de los seres humanos que determinan su
forma de ser y orientan su conducta, e involucran sentimientos y emociones
(cada individuo construye su escala de valores) y están dichos valores de
alguna manera ligados entre sí. La ética, alude costumbre o hábito y se
convierte en una guía que orienta al ciudadano sobre las obligaciones y el
debido comportamiento (regido por leyes), y lo enseña a actuar de manera
correcta en sociedad; es decir juzga la actuación realizada de una forma
consciente fundamentada en lo moral (el deber hacer).
Los valores éticos están
constituidos por una serie de normas o pautas que regulan la conducta de los individuos
en vinculación con sus fundamentos racionales (amistad, honradez,
responsabilidad, justicia, respeto, tolerancia, dignidad, gratitud, sinceridad,
valentía, libertad, etc.). La moral, por su parte, es el conjunto de reglas y
convenios establecidos por cada sociedad para ser aplicados en la vida
cotidiana en aras de orientar las acciones y juicios del individuo sobre lo
justo y lo injusto, lo correcto o incorrecto, lo bueno o malo, hacer el bien y
evitar el mal. Los valores morales han de entenderse como las prácticas
sociales que condicionan la forma correcta de actuar. En síntesis, la ética
hace referencia al cómo debe ser y la moral a lo que se practica; que para el
tema en comento equivale a evitar que sean corruptos.
A tenor de lo expresado, puede inferirse que
la actual crisis venezolana sobrepasa lo político y económico hasta configurar
una situación más dramática: una crisis moral, cuya manifestación relevante es
tanto una falta de compromiso ético como una pérdida de valores morales en el
marco de una descomposición gubernamental con manifiesta corrupción política
(manipulación, malversación, nepotismo, etc.) que nos perjudica a todos, no
solo en el escenario económico sino muy especialmente al sistema democrático
por intermedio de imperfecciones en la estructura político-partidista, y sobre
la credibilidad ciudadana en relación a las políticas públicas y los procesos
electorales habida cuenta al desagrado que genera el observar como algunos
funcionarios del alto gobierno, políticos e integrantes del sector privado con
vinculación estatal se enriquecen indebidamente (¡con vanidad y orgullo!), en
implícita renuncia al rol que deben cumplir como agentes morales; dando
preferencia al poder y al dinero como motivadores de su conducta.
Un indicador que facilita medir el
comportamiento de la corrupción, es el denominado Índice de Percepción de la
Corrupción (IPC) elaborado desde el año 1995 por la ONG internacional
Transparency International (TI) para medir los niveles de corrupción en el
sector público definido como el abuso del servicio público para el beneficio
particular (sobornos, pagos irregulares, malversación de fondos y otros.); e
igualmente mide la eficacia y solidez de las iniciativas anticorrupción.
Dicho
índice, para el caso específico de Venezuela, nos muestra que pasamos de ocupar
a nivel mundial el puesto 41 (1 es el menos corrupto y 174 el más corrupto) en
el año 1997 (fin de la etapa democrática) al lugar 100 en 2003 (primeros años
del “proceso revolucionario”) equivalente a un “vertiginoso ascenso” de ¡59
puestos en 6 años! a una “velocidad promedio” de ¡10 puestos por año!; mientras
que en los 16 años de dicho proceso el
“ascenso” fue desde la posición 77 en 1998 (36 puestos con relación a 1997)
hasta el lugar 161 en 2014, sitial que nos consagró como el país más corrupto
de Sudamérica superando a Paraguay (150), Guyana (124), Ecuador (116),
Argentina (107), Surinam (100), Colombia (94), Perú (85) y a Chile y Uruguay
(21) como los menos corruptos.
Nuestro desalentador puesto 161 (año 2014),
refleja que únicamente superamos a países como Libia y Uzbekistán (166),
Turkmenistán (169), Irak (170), Afganistán (172), Sudan (173) y a Corea del
Norte como el más corrupto (174); es de resaltar que varios de estos países son
considerados “amigos de Venezuela”. Sirva de información ilustrativa, que en
2014 el país menos corrupto del mundo fue Dinamarca (1) seguido de Nueva
Zelanda, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega y Singapur (7).
A título de reflexión final, asumimos que un
enfrentamiento serio de la corrupción ha de sustentarse tanto, y muy
especialmente, en una educación en valores, en armonía constructiva con la
educación formal lo cual puede parecer un “sueño perdido en el tiempo” pero
ello es preferible a no hacer nada; en sintonía con Max Weber cuando afirma que
los funcionarios gubernamentales deberían ser un conjunto de trabajadores
intelectuales altamente especializados, y cuyo valor supremo sea la integridad;
ya que sin este funcionariado se cernería sobre nosotros el riesgo de una
terrible corrupción y una incompetencia generalizada, e incluso se verían
amenazadas las realizaciones técnicas del aparato estatal.
Jesús
Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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